Es palabra de Dios
REFLEXION
En el Evangelio vemos cómo la madre de Jesús y sus parientes cercanos intentaban acercarse a Él, pero “a causa del gentío no lo lograban”. Muchas veces contemplamos a Jesús rodeado de mucha gente, así nos lo cuentan los evangelistas, el Maestro andaba rodeado de gente que buscaba un milagro, una curación, buscaban ser saciados en su pobreza, veían en Jesús el líder que les daba todo aquello que necesitaban. Sin embargo, Jesús en este Evangelio, nos señala lo importante, lo que nos hace seguidores suyos, hijos del Padre. La gente lo avisa de que su familia lo está buscando. Y parece que Jesús contesta de manera distante diciendo: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Leemos esto y parece que Jesús no reconoce a los suyos; nada más lejos de la realidad. Jesús, con esta pregunta, quiere que todo aquel que lo escucha sea también parte de su familia, que todos y cada uno de nosotros seamos parte de Él, de su Reino, que seamos verdaderos discípulos suyos, no de una forma lejana, sino de una forma única y personal. “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”. Con esto, Jesús ensalza de una forma sublime a su propia madre, poniéndola como modelo y guía en la escucha de la Palabra. María abrió el oído y el corazón para acoger la Palabra de Dios en su vida, dejó que actuara en ella el Espíritu Santo sin límites, con una plena confianza en el designio de Dios sobre ella y sobre la historia de la humanidad. A esto nos llama hoy el Señor, a escuchar su Palabra, y ponerla por obra siguiendo a Jesús de cerca, sin miedo, de la mano de María, con confianza, viviendo de la fe que sostiene toda nuestra vida y nos impulsa a la Buena Nueva a todos los confines de la tierra. |