Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
El pueblo sencillo se admira ante la enseñanza y las obras de Jesús. Ellos entienden lo que se contiene en su enseñanza y el asombro de traduce en adhesión y seguimiento. La gente lo busca, desea retenerlo, quieren estar con él porque se sienten, no solo bien, sino entendidos, acogidos y acompañados.
En este clima, podríamos decir de euforia, Jesús declara a los discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Continuamente repite esta comunicación a los más directos seguidores. Lamentablemente lo olvidamos y se nos va la vida en lamentaciones ante las dificultades y persecuciones, en la pérdida de relevancia social e influencia política a la que hemos estado acostumbrados. Pero está claro: Jesús exige escuchar con atención. No basta oír lo que dice, sino que procede atender con interés a lo que nos dice. La expresión “meteos bien en los oídos” resalta la necesidad de atender y además comprender.
San Lucas reseña dos dificultades: No entendían y les resultaba oscuro, no captaban el sentido. Lo natural habría sido buscar la clarificación de lo que se les está diciendo. Era necesario entender porque lo que se les pedirá para el seguimiento de Jesús es: Negarse así mismo, tomar la cruz cada día y seguirlo. Si el sentido no se entiende ¿se podrá dar una respuesta adecuada? ¿Se podrá seguir a Jesús?
Termina el pasaje indicando San Lucas: “Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto”. Es una salida bastante común: mejor no pedir explicaciones para no verse involucrados en lo que se dice. Pedir explicaciones conduce a complicar la vida. Mejor no pedirlas y quedar tranquilos. Esa parece ser una actitud muy común.
En nuestros días, mejor aferrarnos a lo ya sabido y no prestar oídos a lo nuevo, siempre objeto de sospecha de atentado a una tradición que hemos petrificado. El miedo a la novedad que el Espíritu resalta en el mensaje antiguo y siempre nuevo del evangelio, se alza como una salida desafortunada a las exigencias de Jesús.
¿Nos paraliza el miedo?
¿Entendemos las exigencias actualizadas que Jesús nos presenta?