En la primero y segunda lecturas de este domingo (XXII del T.O.), aparecen un par de cuestiones que llaman la atención, por paradójicas, en nuestra realidad actual. La primera, en el libro de Jeremías, “un sí pero no,… sí”: Jeremías se sabe seducido por Dios y a la vez se incomoda. Obrar desde el “engaño” de Dios ha significado mofa y burla para él, “sí pero no”. Sin embargo, la fuerza de Dios, el amor, todo lo puede. Jeremías, acepta su realidad, a pesar de las burlas, de las dificultades personales: Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente… Yo intentaba sofocarlo, y no podía (Jr 20, 9)
La fuerza del amor, la fuerza de la confianza, la fe. La realidad de Dios se da en el día a día y es razón de contradicciones en nuestra comprensión de Su voluntad. La presencia y acción de Dios en la vida del ser humano depende del vacío de intereses, seguridades, miedos, que dominan y esclavizan. Destacar estos dos términos a reflexionar: amor y confianza.
La segunda cuestión, en la carta a los Romanos. No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente (Rm 12, 2). Renovar la mente… no acomodarse. Dejar de pensar desde los baremos e intereses muy humanos que se sustentan en el tener, poder, cantidad, fuerza. Pensar, inspirados por la Palabra de Dios, desde categorías más próximas a las de Dios-Padre que su Hijo nos muestra. No acomodarse, abiertos a la propia realidad que cada día puede sorprender.
Todo lo externo a uno es pregunta, es diálogo, la pregunta y la respuesta es camino, es avanzar. Pensar desde la mentalidad divina es aproximarse a Dios. Aproximarse a Dios se hace patente cuanto más próximos nos sabemos de los demás. No acomodarse, no conformarse… compartir, agradecer, amar.
Fr. José Luis Ruiz Aznarez OPConvento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)