En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el Evangelio vemos a Jesús enviando a sus discípulos a la misión y preparándolos para ella: anunciar a todo el mundo la salvación que viene de Él sin temor a los rechazos. Además, la predicación va acompañada por los signos que la conversión, es decir, la acogida de la Palabra de Dios trae consigo.
La llamada de Cristo a la fe no es una llamada estática, ser cristiano no significa sólo vivir según los mandamientos de Cristo, significa además ser misionero para transmitir a todos los hombres su mensaje, que es un mensaje de salvación y paz. Acoger la salvación es ver actuar a Dios en nuestras vidas y es renovar nuestro propósito de seguir su camino que nos redime y nos hace mejores hombres y mujeres.
El señor envió a los setenta y dos discípulos, de dos en dos, en comunidad, a las ciudades y pueblos a proclamar que el Reino de Dios había llegado y a preparar su encuentro con Jesús. Después de cumplir esta misión de predicación, los discípulos volvieron llenos de alegría. Y es que, es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros-predicadores. Un bautizado (y más aún, un/a dominico/a) siente la necesidad de predicar el Evangelio, de anunciar a Jesús. Con su palabra y con su ejemplo de vida.
¿Soy consciente que Dios actúa en mi vida? ¿Vivo la vida como misión? ¿Qué anuncio con mi vida?
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