25/1/24

EVANGELIO VIERNES 26-01-2024 SAN MARCOS 4, 26-34 III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

                       Es palabra del Señor

REFLEXION

En el capítulo cuarto de su evangelio, Marcos nos presenta un discurso de Jesús narrado en parábolas acerca del Reino de Dios. Las parábolas evangélicas tienen muchas similitudes con las rabínicas y constan de a) una introducción (“¿A quién compararé?”, “Es semejante a…”), b) un cuerpo (una historia imaginada o tomada de la realidad) y c) una conclusión. Su finalidad es ayudar al oyente a comprender. Si a veces tienen un carácter enigmático, no es para que no se entienda, sino para provocar la reflexión y hacernos profundizar más sobre dicha enseñanza. Para ello es necesario poner el corazón en la enseñanza que se ha de descubrir. Si el corazón no ve, el entendimiento tampoco llegará a ver. Por ello, las parábolas en ocasiones parecen ambiguas, es decir, puede facilitar o puede imposibilitar la comprensión, revelando a su vez cuál es la situación de cada corazón.

Jesús ambienta su discurso entorno al lago, donde va a acudir tanta gente que no le queda otro remedio que subirse a una barca. Él está en el mar y el gentío en la tierra, más tarde dispondrá de un espacio privado para enseñar a sus discípulos. Desde ahí, Jesús enseña al pueblo dos parábolas que nos hablan sobre el proyecto del Reino y su realidad presente.  Conocer la dinámica del reino de Dios será fundamental para creer en Jesús.  

La primera parábola, propia de Marcos, es la semilla que crece por sí sola (4,26-29). Según la narración, la tarea del sembrador es sembrar y recoger su fruto, puesto que, una vez sembrada la semilla, ésta no necesita que se queden a observarla. La semilla germina y va creciendo sin que el sembrador sepa cómo. La importancia está en la semilla y en la tierra buena. Dios ha sembrado en la historia por medio de Jesús la realidad de Reino, cuyo dinamismo y vida llegará a su plenitud, no por nuestros méritos o acciones, sino porque Dios lo hace crecer. Lo nuestro es sembrar, aunque no sepamos como llegará a fructificar la fe en Jesús en el corazón de cada persona.

La parábola del grano de mostaza (4, 30-32) compara una semilla del tamaño de una cabeza de alfiler con el arbusto que nace hasta alcanzar una gran altura. Jesús por medio de la parábola está presentando el contraste que existe entre la pequeñez del presente y la grandeza del futuro con respecto al reino de Dios. El rechazo a la misión y al proyecto de Jesús en el hoy prefigura la plenitud del Reino en el mañana. Dios ejerce su reinado desde lo pequeño, humilde, desde lo que no cuenta, para llevarlo a una Vida plena.

Jesús hablaba al pueblo en parábolas, según su capacidad de comprender, pero a sus propios discípulos se las explicaba aparte. En consecuencia, nuestra responsabilidad como creyentes es aún mayor, ya que tenemos que estar dispuestos a acoger y comprender el Reino de Dios.

Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo