En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el apéndice del Evangelio de San Marcos se nos narra, de manera sintética, las apariciones de Jesús resucitado a los apóstoles. Descubrimos, en las palabras del Resucitado, la misma misión que recibiría Pablo tras su conversión.
La conversión altera nuestra vida y sin conversión, no hay predicación del Evangelio. Podemos dar testimonio de nuestra vida piadosa y cumplidora, aunque el anuncio del Evangelio, la buena noticia de la Salvación, es otra cosa. Anunciar la Buena Nueva nos lleva hasta lugares no transitados anteriormente, nos desacomoda y nos envía a la misma misión a la que Pablo fue enviado. Tenemos que abandonar nuestros proyectos, dejar por anticuados nuestros esquemas y salir de nuestra aparente tranquilidad; tenemos que recorrer caminos ignotos y llegar hasta las fronteras, allí donde se ha escuchado distorsionado su mensaje al abordar únicamente el contenido de la ley sin ofrecer gestos de amor. Se trata, como decía el profeta Isaías, de alentar al abatido, entregar palabras de esperanza a los que sufren, de cortar la hemorragia de tantas heridas abiertas por las que se escapa la vida. Estas son las acciones que acompañan a la predicación, que son ellas mismas predicación. Jesús nos asegura que no corremos peligro, que podemos estar tranquilos.
Preguntémonos, como familia predicadora, si seguimos cabalgando en nuestras particulares cruzadas o nos hemos dejado derribar del caballo para empezar de nuevo.