Es palabra del Señor
REFLEXION
El pasaje del Evangelio nos lleva a Gerasa,una ciudad de la Decápolis pagana, lugar donde no se conoce a Dios y el mal actúa libremente. El mensaje será que aun en lugares como ese la acción salvadora de Jesús obtiene victoria, destruye de raíz el mal y disipa nuestros miedos porque ha vencido al príncipe de este mundo, que tenía el poder de la muerte.
El endemoniado fue hacia él, no esperó a que lo llamara. Seguramente ha oído que libera a aquellos a quienes el espíritu del mal esclaviza, separándolos de Dios, de los demás y de su yo auténtico. Este pobre desgraciado viene del cementerio donde habita, sale del lugar de la muerte, busca la vida. Simboliza a todos aquellos que viven sometidos a fuerzas o poderes hostiles a Dios, "poseídos" por realidades de este mundo que se les han vuelto verdaderos ídolos a los que se someten, esperando conseguir con ellos seguridad y felicidad pero se esclavizan y deshumanizan.
Ha buscado a Jesús, pero la irracionalidad del espíritu que lo posee le impide hacer lo que podría liberarlo. Tendría que dejar la violencia y la mentira a la que vive sometido,pero le resulta una tortura, se siente incapaz. Nada, absolutamente nada en común hay entre Cristo y el mal. Pero el endemoniado se contenta con que no lo echen fuera de esa región. El nombre que se da sugiere la idea de que representa a todos aquellos que víctimas de cualquier demonio, viven una vida deshumanizada y no ponen los medios para dejarla. Reconocen que su vida les hace vivir angustias de muerte, pero no dan el paso a la victoria final que Cristo les ofrece. Prefieren suplicarle entrar en los cerdos.
La presencia de Jesús trae cambios en la vida que pueden contradecir los propios intereses. Entonces se le puede decir como los gerasenos: mejor vete, déjanos tranquilos. Las curaciones, las expulsiones de demonios son signos del poder de Dios en Jesús sobre todas las fuerzas del mal que trastornan el orden de su creación y dañan a sus criaturas. Estas acciones se nos confían a nosotros. Como Iglesia, todos debemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades a "exorcizar los demonios" que en nuestra sociedad atentan contra la integridad de las personas, recortan la libertad, afectan su salud y despersonalizan. Quien experimenta la salvación no puede sino despertar en otros la experiencia de ser salvado.