Es palabra del Señor
REFLEXION
La parábola de la semilla, tan conocida, tantas veces escuchada y comentada, puede parecer a primera vista que no necesita comentario pues en el texto evangélico el mismo Jesús la interpreta, hay actitudes en el relato que son fundamentales para entender incluso la explicación de Jesús. Al comenzar a hablar dirigiéndose a la gente Jesús dice: “escuchad” y más adelante “el que tenga oídos para oír que oiga”, es decir ésta parábola toca lo más profundo de nuestro ser, hay que escuchar con el corazón para entender con la mente, escuchar la vida, mi vida, la vida de la humanidad.
La semilla es siempre buena, ningún sembrador se arriesga a plantar semilla de baja calidad la “semilla-palabra” es la Bondad de Dios que va tocando el corazón del ser humano, donde existen recodos a veces tan áridos y oscuros como esas piedras o esas zarzas o esa inconsistencia del borde del camino, pero lo cierto es, que la semilla se siembra: Dios siempre está
“A vosotros se os han revelado los secretos de los misterios del Reino”, dice Jesús y nos preguntamos ¿quiénes son esos “vosotros” ?: los que han sido tocados por Dios no por perfectos y buenos sino por pecadores, por frágiles. En el evangelio de Mt 3, 9 dirá Jesús que Dios puede sacar hijos de Abraham de debajo de las piedras. El sembrador no buscó sembrar la semilla en la tierra inadecuada, pero cayó en ella, porque la libertad del ser humano es lo que le asemeja con Dios, cuando esa libertad se aparta de la verdad y la bondad se queda por el camino.
Pero si no entendemos, sino sabemos leer y escuchar nuestra vida, las piedras del camino de nuestra historia; los abrojos y las inconsistencias ahogarán la verdad de Dios en nosotros. “ A los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”. Máas allá del sentido escriturístico que tiene esta cita, sería bueno que nos preguntáramos quienes son los “de fuera”, ¿los que no creen?, no, los de fuera podemos ser cada uno de nosotros cuando perdemos la esperanza, cuando del calor del sol del orgullo ha secado la alegría y los deseos de seguir trabajando para que el mundo tenga cada vez mayor dignidad. Seguir a Jesús no es fácil, es un camino de fidelidad que tiene su origen en Dios Padre, que es el siempre fiel, el que siempre está. Cuando Jesús dice “no sea que se conviertan y los perdone” solo les recuerda a los suyos que convertirse es volver al Padre dejándose acariciar y transformar por él, no es decisión o tarea solo mía, porque él me mira y me atrae yo puedo volverme hacia él esa conversión es tan profunda que nos convierte en tierra fértil y en morada de su presencia, en Semillas de las que brote bondad perdón comprensión amor.
El camino de san Francisco de Sales para llegar a ser llamado “el santo de la bondad”, se caracterizó por la humildad de reconocer que la fuerza de su carácter debía pasar de las piedras punzantes del camino para convertirse en la tierra fértil del Amor de Dios, por eso pudo exclamar con el salmista: “tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora.