13/2/24

14 DE FEBRERO : MIERCOLES DE CENIZAS

 





La celebración del Miércoles de Ceniza nos invita hoy a una profunda revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y criterios de comportamiento; a iniciar un serio proceso de conversión y de purificación. Cuaresma es un tiempo de gracia que Dios nos concede como un regalo.

La Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza

Convertíos y creed el Evangelio

La implantación del Miércoles de Ceniza hay que relacionarla con la institución de la penitencia canónica. Éste era un día muy importante para los que iban a iniciar la penitencia cuaresmal antes de ser admitidos a la reconciliación el día de Jueves Santo. En los siglos V y VI, la entrada en la penitencia tenía lugar al principio de la Cuaresma. Este dato nos lo confirmará más tarde —en el siglo VII— el llamado Sacramentario Gelasiano b (I, XVI), uno de los más antiguos libros litúrgicos de la tradición romana. En este sacramentado, la entrada en la penitencia canónica se sitúa el miércoles que precede al domingo primero de Cuaresma. Por eso será llamado «Miércoles de Ceniza». Ese día, después de haber oído en privado la confesión del penitente, el obispo, en un acto litúrgico solemne, impone las manos sobre la cabeza de los penitentes, les cubre de ceniza, les hace vestir de cilicio —una especie cíe vestimenta hecha con pelo de cabra— y les invita a emprender un camino de penitencia y de conversión. Al final de la celebración, los penitentes son expulsados de la Iglesia y entran a formar parte del grupo —el «orden— de los penitentes. El rito de reconciliación tiene lugar el día de jueves Santo.

Durante la Cuaresma, los penitentes se entregan a toda clase de mortificaciones y prácticas piadosas: visten de oscuro, con ropas miserables y burdas; se someten a un ayuno riguroso, privándose en absoluto de comer carnes; hacen abundantes limosnas y se ejercitan en toda clase de obras de misericordia. En las asambleas litúrgicas son colocados en un lugar especial, al fondo de la iglesia. Sólo asisten a la liturgia de la palabra. Antes del ofertorio, en el marco de la oración de los fieles, se hace una oración por ellos y se les despide''. Por otra parte, durante el tiempo de Cuaresma los sacerdotes imponen las manos a los penitentes y, en señal de duelo, en los días de fiesta asisten de rodillas a las oraciones de la iglesia. Todos estos gestos externos, marcados a veces de una extraordinaria rudeza y rigurosidad, deben ser la expresión visible de la penitencia interior. Deben hacer patente a los ojos de la comunidad cristiana el estado de ánimo del penitente, su actitud de arrepentimiento y de conversión y, sobre todo, su voluntad decidida de emprender un camino de renovación cristiana. No se excluye, sin embargo, entender estos actos de penitencia como gestos de expiación y de satisfacción por los pecados. En todo caso, todo este conjunto de prácticas penitenciales no son sino la expresión de la actitud interior del hombre que se siente pecador ante Dios y espera ansiosamente el perdón de la misericordia divina.

Desaparecida ya la penitencia canónica, la celebración del Miércoles de Ceniza nos invita hoy a una profunda revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y criterios de comportamiento; a iniciar un serio proceso de conversión y de purificación. Cuaresma es un tiempo de gracia que Dios nos concede como un regalo. Quizás sea ésta, la cuaresma que hoy comenzamos, una oportunidad singular e irrepetible que no debiéramos echar en saco roto. Debemos tomarnos en serio este período de Cuaresma y enfrentarnos con nuestra propia realidad personal. Tenemos por delante un largo camino para la escucha de la palabra de Dios, para la reflexión personal y para el encuentro silencioso con Dios en la soledad de ese desierto singular que nos hemos construido en la profundidad de nuestra conciencia íntima. Al final de esa peregrinación, la Pascua se nos aparecerá como una explosión de luz fulgurante y transformadora.

Una experiencia de desierto

Cuaresma es, pues, sin duda, una experiencia de desierto. No es que la comunidad cristiana deba desplazarse a un lugar geográfico especial para vivir esta experiencia. Cuando aquí hablo de desierto, más que a un emplazamiento geográfico, me estoy refiriendo a un tiempo privilegiado, a un tiempo de gracia. Porque la experiencia de desierto es siempre un don de Dios. Es siempre él quien conduce al desierto. Fue él también quien condujo a Israel al desierto por medio de Moisés, y quien condujo a jesús por medio del Espíritu. Este mismo Espíritu es quien convoca a la comunidad cristiana y la anima a emprender el camino cuaresmal.

El desierto es un lugar hostil, lleno de dificultades y de obstáculos. Por eso la experiencia de desierto anima a los creyentes a la lucha, al combate espiritual, al enfrentamiento con la propia realidad de miseria y de pecado.

En este sentido, la Cuaresma debe ser interpretada como un tiempo de prueba. Los cuarenta años que Israel pasó en el desierto fueron también un tiempo de tentación y de crisis, durante los cuales Yahvé quiso purificar a su pueblo y probar su fidelidad (Dt 8, 2-4; Sal 94). También Jesús fue tentado en el desierto. Durante la Cuaresma, la Iglesia vive una experiencia semejante, sometida a las luchas y a las privaciones que impone la militia Christi. El cristiano vive un arduo combate espiritual. Lo vive siempre. No sólo durante la Cuaresma. Pero la Cuaresma representa una experiencia singular, una especie de entrenamiento comunitario en el que los creyentes aprenden y se ejercitan en la lucha contra el mal. Casi ninguno de los israelitas superaron la prueba. En realidad fueron muy pocos los que, habiendo salido de Egipto, consiguieron entrar en la tierra prometida. La mayoría sucumbieron en el camino. Hasta Moisés. Cristo, en cambio, salió victorioso de la prueba. El diablo no logró hacerle sucumbir. Los cristianos que realizan seriamente el ejercicio cuaresmal y recorren con asiduidad el camino que lleva a la Pascua, compartirán sin duda con Cristo la victoria sobre la muerte y sobre el pecado.

Tiempo de conversión y penitencia

Ahora voy a referirme a la dimensión penitencial de la Cuaresma. Es éste un aspecto que bien podríamos considerar connatural a la misma. Toda cuaresma, por el simple hecho de serlo, debe ser un tiempo de penitencia. Yo lo creo así. De hecho, ya el mismo Eusebio de Cesarea —el primero que nos habla de la Cuaresma— se refiere a ese tiempo de preparación a la Pascua llamándolo «ejercicio cuaresmal». Sin embargo, en Roma esta dimensión adquiere unas connotaciones propias. El mismo ayuno, que aparece desde el principio como ingrediente esencial en la preparación a la Pascua, reviste en Roma un sentido y unas resonancias que no poseía durante los primeros siglos.

La Cuaresma romana, al insistir sobre el ayuno y sobre la penitencia, lo hace desde una perspectiva eminentemente ascética y penitencial. Es una forma de expresar el permanente control que el cristiano debe ejercer sobre sí mismo y la lucha abierta contra las pasiones y las apetencias de la carne que se alza contra las exigencias del espíritu. Al mismo tiempo, las prácticas de penitencia durante la Cuaresma son asumidas como una forma de «satisfacción» o castigo para purgar los pecados propios y los ajenos. Hay, por otra parte, una permanente invitación al reconocimiento de los propios pecados y una llamada insistente a una conversión radical y absoluta.

Todos estos aspectos, que caracterizan sin duda la penitencia cuaresmal, sólo se entienden adecuadamente si se tiene presente que, durante siglos, el tiempo de Cuaresma constituyó el cauce canónico oficial para celebrar el sacramento de la reconciliación. La misma estructura cuaresmal dio marco a la institución penitencial. Este hecho, que de suyo cae en la esfera de lo formal y accesorio, impregnó la Cuaresma de una dimensión espiritual determinante. Iniciar la Cuaresma ha significado y significa asumir las actitudes de fondo que caracterizan al hombre pecador, consciente de su pecado, arrepentido y confiado en la ilimitada misericordia de Dios.

Los antiguos ritos penitenciales estuvieron en vigor hasta el siglo VI, mientras duró la penitencia canónica. Después quedaron como restos arqueológicos de un pasado vigoroso. La Iglesia mantuvo el ritual de la reconciliación de penitentes. Pero como una ceremonia más, sin ninguna significación propiamente sacramental. A medida que fue introduciéndose la penitencia privada, la celebración solemne de la reconciliación fue conviniéndose en pieza de museo. A partir del siglo XII, la dimensión sacramental de la penitencia había quedado reservada de modo exclusivo a la confesión privada. Sin embargo, la Cuaresma, que había servido de marco a la penitencia canónica antigua, siguió manteniendo su significación penitencial, a pesar de haber caído en desuso la antigua forma de celebrar el sacramento del perdón. En esa situación era la Iglesia entera la que, reconociéndose comunidad pecadora, entraba en penitencia y se sometía, durante la Cuaresma, a toda clase de privaciones, ayunos y asperezas, implorando la misericordia de Dios y el perdón de sus pecados. De aquí han debido surgir, sin duda, las asociaciones y procesiones de penitentes que la religiosidad popular ha mantenido hasta ahora y que abundan sobre todo durante la Semana Santa.

Los textos de oración litúrgica, mantenidos por la Iglesia hasta la reforma del Vaticano II, reflejan ampliamente la dimensión penitencial de la Cuaresma, cargando incluso las tintas en una visión pesimista del hombre, sometido al dominio de las pasiones y oprimido bajo el peso de sus culpas. La reforma litúrgica del Vaticano II ha querido dar un enfoque nuevo a la espiritualidad y a la penitencia cuaresmal. Para ello se han introducido nuevos textos de oración y se han modificado muchos de los antiguos. Todas estas modificaciones reflejan un nuevo enfoque espiritual de la Cuaresma. No es tanto la penitencia corporal lo que interesa subrayar cuanto la conversión interior del corazón. Los textos bíblicos, extraídos muchos de ellos de la literatura profética, orientan la actitud cuaresmal de cara a una profunda purificación del corazón y de la misma vida de la Iglesia. Hay una continua descalificación de cualquier intento de cristianismo formalista, anclado en ritualismos falsos. La verdadera conversión a Dios se manifiesta en una apertura generosa y desinteresada hacia las obras de misericordia: dar limosna a los pobres y comprometerse solidariamente con ellos, visitar a los enfermos, defender los intereses de los pequeños y marginados, atender con generosidad a las necesidades de los más menesterosos. En definitiva, la Cuaresma se entiende como una lucha contra el propio egoísmo y como una apertura a la fraternidad. A partir de ahí es posible hablar de una verdadera conversión y de una ascesis auténtica. Sólo así puede iniciarse el camino que lleva a la Pascua.

En este sentido, Cuaresma viene a ser un tiempo que permite a la Iglesia —a toda la comunidad eclesial— tomar con-ciencia de su condición pecadora y someterse a un exigente proceso de conversión y de renovación. Sólo así la Cuaresma puede tener hoy un sentido.

José Manuel Bernal Llorente

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MIERCOLES 14-02-2024 SAN MATEO 6, 1-6, 16-18 VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

                               Es palabra del Señor

REFLEXION

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación, son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante. (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2021).

El Evangelio nos habla de la oración y la penitencia que agradan a Dios. Mateo nos ilumina con estos tres ejercicios cuaresmales de gran tradición e importancia: el ayuno, la limosna y la oración, temas esenciales en la vida espiritual.

En lo referente al ayuno, a la limosna y a la oración, Jesús insiste en tener discreción denunciando la hipocresía de los que actúan para llamar la atención de los demás y nos invita a vivir en una profundidad de vida buscando la mirada de Dios.

Cuando Dios dice: “el ayuno que yo quiero”, nosotros nos preguntamos ¿para qué ayunamos? Ayunamos para ser más libres, ayunamos para amar y estar más cerca de los que padecen hambruna permanente, ayunamos para compadecernos y compartir con ellos.

Cuando Dios dice: “cuando hagas limosna”, nosotros nos preguntamos ¿por qué hacemos limosna? Hacemos limosna como signo de solidaridad, de donación permanente, de exigencia de promoción de los marginados y excluidos.

Cuando Dios dice: “cuando ores, entra en tu habitación”, nosotros nos preguntamos ¿cómo oramos? Oramos abriendo nuestro interior a la Palabra de Dios. Oramos para escuchar a Dios en nosotros. Oramos con el fin de capacitarnos para escucharlo a Él en las personas y en los acontecimientos.

Jesús dice a sus discípulos que cuando ayunen se perfumen la cabeza y se laven la cara para que el ayuno lo note Dios Padre que está en lo escondido. Así pues, en este tiempo de gracias, busquemos que el aroma de nuestro corazón alcance a Dios, que ve en lo escondido del corazón: ayunar para vivir en la libertad de los hijos de Dios, perfumar nuestra cabeza con la fragancia de las obras hechas por Dios y lavar nuestra cara como lo acepta Dios.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucía (Orihuela)

12/2/24

EVANGELIO MARTES 13-02-2024 SAN MARCOS 8, 14-21 VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó tomar pan, y no tenían más que un pan en la barca.

Y Jesús les ordenaba diciendo:
«Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes».

Y discutían entre ellos sobre el hecho de que no tenían panes.

Dándose cuenta, les dijo Jesús:
«¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado? ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís? ¿No recordáis cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?»

Ellos contestaron:
«Doce»

«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?».

Le respondieron:
«Siete».

Él les dijo:
«¿Y no acabáis de comprender?».

                                  Es palabra del Señor

REFLEXION

En el Evangelio, ante una situación intrascendente, Jesús, el maestro, aprovecha para instruir a los suyos y hacerles ver lo más importante, para lo cual, les dirige tantas preguntas que les haga recapacitar y pensar.

Normalmente en la vida tenemos o somos de mirada corta, los oídos los tenemos un tanto obstruidos y sobre todo el corazón se encuentra embotado, sólo preocupado y ocupado por lo inmediato. No tenemos en cuenta toda nuestra vida, pues, en el trascurso de ella, hemos visto muchas cosas, oídas otras tantas y nos vamos dando cuenta y descubriendo qué es lo importante.

Jesús quiere enseñar a sus discípulos, y a nosotros, a ir más allá de lo inmediato, haciéndoles que se pegunten si les falta o no lo fundamental. Les quiere hacer ver y comprender que lo fundamental en su vida, y en la tuya y en la mía, es su cercanía, su presencia. En definitiva, su amor y su misericordia. Eso es lo importante para vivir como hijos e hijas de Dios.

Que el tiempo de Cuaresma, que mañana comenzaremos, sean unos días para descubrir lo que importa en la vida como seguidores de Jesús y recordar y discernir las exigencias para nosotros como seguidores suyos. Él nos lo manifestó lo importante con su actuación y con su palabra. ¡Ojalá comencemos con esta actitud este tiempo de conversión, para celebrar dignamente el Misterio Pascual!

Propongo esta oración para comenzar la cuaresma

Señor Jesús, dame deseo de encontrarte, durante la cuaresma, en Tu palabra, en personas y situaciones. Dame un corazón grande para ofrecer lo mejor de mí a los demás, pues será ofrecerte lo mejor. No dejes que pierda las ocasiones que en mi vida apuntan a Tu presencia y a Tu vida”. Amén.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Convento de la Virgen del Camino (León)

11/2/24

EVANGELIO LUNES 12-02-2024 SAN MARCOS 8, 11-13 VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.

Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».

Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

                                Es palabra de Dios

REFLEXION

Cuando falta la disposición interior para buscar la verdad; cuando importa poco la verdad o no interesa porque desmonta todo lo que pensamos nos conviene a nosotros, la petición de una señal, revela lo que en el fondo de nosotros mismo hay: falta de fe. Pensamos que hay que ver para creer y así no vemos nada. Es la ceguera de la que Jesús nos habla. Se ha repetido, una y otra vez, y lo hemos escuchado en el evangelio de Marcos. Dicho a los discípulos cuando la tempestad en el mar de Galilea. Puesta de relieve con la mujer que padecía flujos de sangre: tú fe te ha salvado. A Jairo, cuando lo disuaden de seguir molestando al Maestro: basta que tengas fe. Le buscaban movidos por la fe, buscando su ayuda para salir de la desolación en que se encuentran. No le piden un signo, sino que tenga misericordia de ellos.

Los fariseos discuten con él para ponerlo a prueba. No creen, por eso no pueden ver nada. Manosean las Escrituras, pero no creen en ellas. La consecuencia es la ceguera. Ellos dicen que ven, pero en realidad están ciegos.

A la exigencia de ellos, Jesús les responde remitiéndolos a las Escrituras:”¿Por qué esta generación reclama un  signo?  Tienen a Moisés y los Profetas, que los escuchen, aparece en la parábola del rico y el mendigo Lázaro. Tienen todas las señales, pero no las ven. A esta generación no se le dará ninguna señal. ¿Por qué? Por la predisposición en contra. Los signos y prodigios no llevan a creer si no hay disposición de acogida sin condiciones de la palabra y la obra de Jesús.

Los dejó y se fue a la otra orilla. Perdieron la oportunidad que se les regalaba. Por eso mientras no se cambia la disposición interior, no hay espacio para Dios en la vida del ser humano y como consecuencia se le cierra la puerta, porque no hay lugar para él en el mundo que nosotros hemos diseñado. Si Dios no guía nuestros pasos, nada entenderemos del anuncio del Reino.

¿Cómo vivo la palabra que proclamo? ¿Cómo la sabiduría que viene de lo alto es acogida cada día? ¿Cómo se hace presente en el quehacer de nuestra vida?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

10/2/24

DOMINGO 11 DE FEBRERO : SEXTO DOMINGO EL TIEMPO ORDINARIO

 




Uno de los retos de la vida cristiana de todos los tiempos pasa por construir comunidad. ¡No se puede ser cristiano al margen de la Iglesia! La fe se recibe y se hace real en espacios comunitarios diversos. En ellos se alimenta y se refuerza, se celebra y profundiza, se hace vida. En esta sociedad individualista es una tentación vivir aislados y hacer de la experiencia creyente algo que empieza y acaba en uno mismo. “Yo soy creyente, pero no quiero saber nada de la Iglesia”, escuchamos –o decimos- alguna vez… También, ciertamente, hay ámbitos eclesiales que señalan, separan y marginan a otros hermanos, repartiendo títulos de impureza o pecado.

En este sexto domingo del Tiempo Ordinario la liturgia nos presenta la curación de un leproso. Marcos recorre, de una forma muy visual y dinámica, el paso de sentirse aislado e impuro, a dejarse tocar por Jesús, el Compasivo, para convertirse finalmente en testigo que crea comunidad y da testimonio con la propia vida. ¡Es el proceso que estamos llamados a recorrer los seguidores de Jesús! 

Este domingo trae una pausa al Tiempo Ordinario y nos empuja a la Cuaresma que comenzará el próximo miércoles. Que sea para los creyentes, como fue el encuentro de Cristo con el leproso, tiempo de crecimiento personal en la fe y de compromiso por implicarnos aún más en la Iglesia de la que recibimos la fe, y con la que queremos seguir contagiándola.

Fr. Javier Garzón Garzón
Convento Santo Tomás de Aquino - 'El Olivar' (Madrid)

LECTURAS DEL DOMINGO 10 DE FEBRERO : VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 


Primera Lectura

Lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 44-46

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón, o ante uno de sus hijos sacerdotes.

Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.

El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!”. Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».

                                          Es palabra del Señor

Salmo

Sal 31, 1-2. 5. 11 R. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 31 - 11, 1

Hermanos:
Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios.

No deis motivo de escándalo ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios; como yo, que procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven.

Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo.

                             Es palabra del Señor


REFLEXION

 El sentido de la primera lectura (Lev 13) no puede ser otro que ponernos sobre la pista de una ley de pureza que pretendía mantener a los hombres que padecían la enfermedad de la lepra fuera del ámbito de lo sagrado y de la identidad más radical del pueblo de Dios, del pueblo de la alianza. No se puede considerar que todo lo que la Biblia llama lepra corresponda a la famosa y técnica "hanseniasis" (el mal de Hansen). Es verdad que los Israelitas debían ser santos como su Dios era Santo, mandato que se refería a ser limpios física y moralmente (Lev 11,46 y 20,26). Las medidas higiénicas concernían a la convivencia social (Dt 23,15 y Lev 19,11-18); la construcción de sus ciudades y campamentos (Dt 23,9-14; Lev 11,1-33), basureros, dotación de agua, cuidado del cuerpo, así como de aspectos laborales y del descanso (Dt 16,24.25)), y otros. Se practicó el aislamiento de enfermos contagiosos (Lev 13) mediante la desinfección de ropa, objetos, instrumentos y casas por medio de la fumigación, el lavado o la ignición (Lev 20,26; Lev 14,32- 47). Sin embargo, la injusticia o lo inhumano de una ley como ésta se explica, porque todo el mundo sabe que esta enfermedad siempre ha sido una enfermedad de marginación, o como hoy diríamos, tercermundista. Es verdad que siendo contagiosa podía afectar puntualmente a otras personas. De hecho, en la Biblia tenemos el caso sintomático en Naamán el sirio (2 Re 5,1-27), que quizás no era técnicamente lepra, al que se acerca el profeta Eliseo para mostrar que para Dios no hay distinción, en lo que se refiere a las miserias, entre los que pertenecen al pueblo de la Alianza y los paganos. Es ahí donde debemos incidir a la hora de leer este relato de hoy que ha de ser clave para la interpretación del evangelio.

  • IIª Lectura: I0 Corintios (10,31-11,1): La fuerza de los débiles en la comunidad

 La comunidad de Corinto era una comunidad compleja, lo sabemos. Pablo tuvo que combatir en muchos frentes, ante muchas situaciones: es el caso de los que eran fuertes, abiertos, capaces de compartir su fe y su vida con no cristianos sin darle mayor importancia. Los otros, los "débiles" no lo entendían o no lo querían entender. El contexto de este texto en el que Pablo mismo se presenta como "modelo" de inculturación pastoral es muy sugerente. Está enmarcado en 1Cor 8,1-11,1 que ha dado pie a muchas opiniones, ya que trata de la postura que han de mantener los cristianos en una ciudad pagana como Corinto, con sus templos, sus dioses, sus sacrificios y otras cosas. Cómo tienen que vivir los cristianos en esta situación, )"a lo corinto" o, por el contrario, con un puritanismo rayano en el fundamentalismo del gueto? El texto de hoy insiste sobremanera en la actitud de Pablo de ser predicador del evangelio. Frente a su mensaje liberador, no se entiende que los hombres estemos divididos y asustados por preconcepciones y actitudes que reflejan las divisiones de la sociedad; esas divisiones que consagra este mundo no pueden mantenerse frente al evangelio. Pablo sabe que hay débiles en la comunidad, pero se extraña, y mucho, que esos débiles, luego sean fuertes para las cosas que no merecen la pena en lo que se refiere a lo religioso y a lo sagrado. La lectura más en sintonía es que muchas veces nos escandalizamos de cosas que afectan a lo sagrado, y nos mantenemos indiferentes frente a injusticias, envidias y frente a los pobres.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

EVANGELIO DOMINGO 11-02-2024 SAN MARCOS 1, 40-45 VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:«Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

                               Es palabra del Señor

REFLEXION

 Es el último episodio de la "praxis" de la famosa jornada de Cafarnaún, antes de pasar a las disputas (Mc 2,1-3,6). Quiere ser como el "no va más" de todo aquello a lo que se atreve Jesús en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. En cierta manera es un milagro "exótico" por lo que implica de que, quien fuera curado de una enfermedad como la lepra, tenía que presentarse al sacerdote para ser "reintegrado" a la comunidad de la alianza. Los leprosos son "muertos vivientes", privados de toda vida de familia, de trabajo y de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús (genypetéô). Es verdad que nos encontramos ante un hecho taumatúrgico sin discusión, pero es mucho más que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero Jesús, con su "acción", ya está haciendo posible todo ello; ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido. El relato evangélico está planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de los hombres y los pensamientos de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentarse al sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases poderosas. Aunque todo comenzara siendo una "ley de sanidad", como en Israel todo se sacralizaba, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una "ley de santidad". Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: su soledad, su angustia, sus posibilidades )quién podía compartirlas? Es el momento de romper este círculo infernal. Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar al los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamente se dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación); pero le cura y, con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representan lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Dios, pues, se hace vulnerable. No encontramos, pues, ante la fuerza poderosa de un "sistema" que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de autoconservación, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos todo los desgraciados. En este relato de Marcos no es menos sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el "leproso" curado. El "secreto a voces" lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de manifiesto que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su curación, es proclamar (se usa, incluso, el verbo kêrýssein, que es propio del anuncio del evangelio en el cristianismo primitivo) que ha sido Jesús, el profeta de Galilea, quien le ha llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de gracias a Dios. La ley, aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y, en cierta forma, anulada. Y si queremos, podemos ver que el "leproso" curado, ni siquiera va al templo, al sacerdote (el texto, desde luego, no lo explicita y yo opino que intencionadamente); no le hace falta, porque el evangelio que Jesús trae en su manos es más que esa religión que antes lo ha marginado hasta el extremo.

Fray Miguel de Burgos Núñez(1944-2019)


9/2/24

EVANGELIO SABADO 10-02-2024 SAN MARCOS 8, 1-10 V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».

Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?». Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron:
«Siete».

Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.

Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobres ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.

La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

                          Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús, que es el Hijo de Dios, es Amor. Todas sus acciones brotan del amor y se encaminan hacia el amor. Una de las manifestaciones que con más fuerza aparecen a lo largo de su vida pública del amor es la compasión.

El amor compasivo es lo que destaca en la escena que nos relata el evangelio de hoy. Mucha gente que estaba siguiendo a Jesús para oír su palabra se encontraba en situación de debilidad, no tenían comida, en un despoblado “y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar”. “Me da lástima de esta gente”, “siento compasión por esta gente”. Y actuó dándoles de comer, multiplicando los panes y los peces.

Este amor compasivo es la postura constante de Jesús ante los hombres, y más allá del hambre que normalmente podemos saciar con nuestro trabajo, a todos nos asalta un hambre de otro tipo, el hambre de encontrar sentido a la vida, y que solo él puede saciar.

Y Jesús, llevado de su amor compasivo viene en nuestra ayuda, y nos sigue ofreciendo su amor, su amistad, su luz, su cuerpo entregado, su sangre derramada… los únicos alimentos capaces de saciar nuestra hambre de sentido, de felicidad y de eternidad gozosa.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

8/2/24

EVANGELIO VIERNES 09-02-2024 SAN MARCOS 7, 31-37 V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.

Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

                           Es palabra del Señor

REFLEXION

Igual que el manto rasgado que nos narra la primera lectura, el evangelio de Marcos nos presenta hoy a una persona incapaz de escuchar ni comunicarse verbalmente. Parece una situación irreversible, que condena al aislamiento a este hombre, a una vida marginada, sin esperanza. Pero las gentes de aquel lugar sí que esperan un milagro, y lo llevan ante Jesús para que “le imponga las manos”, le cure.

Dios, en el libro de los Reyes, dice de Salomón: “Sus hechos no han sido buenos a mis ojos” (I Re 11,33b). Sin embargo, los que presencian, en el texto evangélico, el gesto sanador de Jesús al devolver a este hombre su capacidad de oír y hablar, dicen asombrados: “Todo lo hace bien”. El contraste es evidente. Y ahí también radica la insistencia de Jesús en mandar que guardaran silencio sobre lo que había sucedido.

Jesús no es el mesías victorioso que esperan los judíos. Es un mesías que ha de pasar por el fracaso más rotundo, que transita por el camino de la humildad y el servicio, que habla de amor, y hace gestos que sanan e integran a aquellos que sufren y viven marginados. No es el esplendor del rey Salomón, sino un “rey” diferente de forma radical.

A nosotros también nos cuesta mucho comprenderlo y aceptarlo así. Permanecemos sordos al mensaje del Evangelio y mudos, incapaces de anunciarlo y ser testigos del Reino de Dios. Porque no es tan sencillo ni evidente que estemos dispuestos a asumir lo que ello implica en nuestra vida, en los grupos, comunidades o instituciones de Iglesia. Nos gusta el triunfo y la comodidad. Pero la palabra sanadora de Jesús, “effetá”, sigue resonando y penetrando muros, puertas cerradas, vidas aisladas y condenadas al ostracismo, corazones de piedra y cabezas duras. Los oídos se abren y las palabras de vida brotan de nosotros.

Es posible lo nuevo ¡por supuesto! Siempre es posible, porque la vida vence la muerte, el bien sana, y el amor crea y recrea una humanidad nueva. Seguro que son muchas las veces que no podemos dejar de decir asombrados: “todo lo hace bien”. Y con Él, es posible hacer las cosas bien, es posible hacer el bien, es posible ser buenas personas y comprometernos, con fidelidad e integridad, con aquellos y aquello que nos han confiado.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

7/2/24

EVANGELIO JUEVES 08-02-2024 SAN MARCOS 24-30 V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.

Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.

Él le dijo:
«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

Pero ella replicó:
«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».

Él le contestó:
«Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

                             Es palabra del Señor

REFLEXION

Sigue Jesús su vida predicadora fuera de los límites de Jerusalén, alejado de las imposiciones legales del templo y sus servidores; aunque tal vez que se podría decir “de los que se sirven del templo para dominar.

Y en este ambiente hay una mujer sirio-fenicia; una mujer alejada del Dios de Jesús y del oficial del templo. Esta mujer tiene un problema con una hija poseída y, aunque el Dios de Jesús puede que no le diga nada, sí se siente empujada a pedir el auxilio de este gran hombre que, de forma sencilla, sin despliegue espectacular de medios, se dedica a hacer el bien a quien se acerca a él.

El recibimiento apenas puede ser un poco menos que despectivo: “no está bien dar el pan a los perros mientras no hayan terminado de comer los hijos”. Ciertamente parece una opinión aceptable y lógica: primero los hijos, luego el resto.

La respuesta de la mujer es también de antología. Podía haberse sentido insultada, ofendida por las palabras de Jesús y haberse marchado, pero que, comiéndose su orgullo y su dignidad humana, se atreve a mendigar la ayuda, aceptando su papel de “perrito” indigno de sentarse a la mesa en igualdad con los seguidores del Maestro, confesando su indigencia legal, pero reclamando su derecho a las migajas que caen de la mesa de los hijos.

Es una enorme manifestación de humildad, que tiene, como no podría ser de otra forma, el premio que Jesús le otorga. Deberíamos aprender que Dios y su Hijo no buscan legalidades humanas, sino humildad, sencillez de corazón y fe en su poder.

En alguna ocasión alguien de esta nuestra Iglesia me ha censurado por llamar a los protestantes hermanos, pues según me decía: “hermanos solo somos los seguidores de Jesús, los que caminamos de la mano del Hermano Mayor, mientras que los protestantes eran perros o cerdos a los que no se podía dar margaritas, pues las pisotearían, ni la mano, pues la morderían”.

Desgraciadamente es una forma de pensar que vive pujante entre los cristianos católicos: “Fuera de la Iglesia (Católica), no hay salvación”, y es predicada desde bastantes púlpitos en nuestras iglesias. Aun a riesgo de que algún lector me excomulgue y entregue al anatema, tengo que seguir lo que el Maestro dice claramente en muchas ocasiones y que en el evangelio de hoy está claro: No podemos seguir la ley de una forma cerril y cerrada, sino con el espíritu abierto y lleno del amor de Dios que Cristo nos enseña.

Abramos los ojos, veamos, y entendamos, que son dichosos los que respetan el derecho (de todos) y practican siempre la justicia. El amor de Dios está siempre con nosotros.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)