23/6/23

EVANGELIO SABADO 24-06-2023 SAN LUCAS 1, 57-66, 80 XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡ No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

                                  Es palabra de Dios

REFLEXION

La Natividad de Juan nos recuerda que también somos unos "bien nacidos". El anuncio mesiánico se hace realidad en la figura y la misión del Precursor. Profeta inconformista. Su palabra es revulsivo exhortando a la conversión de corazón y a la esperanza. Cumplió con fidelidad su misión, sin detenerse ante las dificultades y los tropiezos de quienes no pararon hasta hacer callar su voz con el martirio. 

Supo recoger y poner a flor de piel toda la esperanza y anhelo de salvación que estaba en el corazón de su pueblo. Su palabra, atenta al tejido diario de su vida, llegaba al interior de las personas, suscitando provocación, inquietud y haciendo que los ojos se abrieran al futuro. Su palabra hacía tambalear seguridades y no se detenía en el momento de deshacer los montajes de una religiosidad domesticada y adormilada que actuaba, en definitiva de vacuna contra la auténtica fe. Su palabra fue "espada cortante" y "flecha bruñida".

Su misión es la de facilitar y hacer posible el encuentro. Va al núcleo de la cuestión: renovarse, convertirse, para poder descubrir, escuchar y seguir al Verbo de Dios. Toda su vida tiene la grandeza de la misión bien cumplida, realizada sin ostentación. Y en ella se deja la vida. Su anuncio del Reino que se acerca choca con la resistencia de quienes han construido su propio reino en este mundo. Juan con su propia sangre sellará su testimonio con valentía.

Sin ahorrarse sacrificio, sabiéndose retirar, no pretendiendo entender más de lo que le es dado, sabiendo morir para no traicionar su verdad repetida valerosamente ante los poderosos. No es un hombre que diga y no haga, sino que dice y hace. Y dice y hace con exigencia, con radicalidad. Es un auténtico profeta de Dios. Su vida austera, la soledad del desierto y la predicación descarnada son sus señas de identificación. Enseñaba a distinguir el oro del oropel, la verdad de la mentira, el tocino de la velocidad y, sobre todo, a Jesús "Maestro de Nazaret" de los que se proclamaban "maestros de Israel". 

También cada uno de nosotros ha recibido una misión que no puede ser reemplazada por nadie. Quizás muchas veces estamos alejados de los demás y entonces nuestra palabra resulta fría e impersonal, incapaz de hallar eco alguno en quienes nos rodean, incapaz de hacer mella, como un cuchillo mal afilado. ¿Somos conscientes de que nuestra misión, como la de Juan, es la de facilitar a los demás el encuentro con Jesús o bien damos una impresión excesiva de predicarnos a nosotros mismos? ¿Somos capaces en estos momentos de mantener una actitud valiente, constante y decidida o nos echamos atrás dejándolo para otra ocasión más propicia y menos comprometida? Nuestra tentación es a menudo excusarnos para no decir ni hacer. O, quizás, para decir pero no hacer. ¡Profetas! Quiere decir que hemos de hablar y vivir sin miedos para abrir camino a Jesús. Hoy el mundo sigue necesitando precursores. Tenemos falta de profetas con el valor y la coherencia de Juan. Nuestro compromiso es allanar caminos, enderezar sendas, ser voz que clame en el desierto de nuestras ciudades tan ajetreadas. No nos basta con "saltar" de gozo en el seno de la Iglesia. Tenemos que salir. A extender nuestro dedo y "señalar los caminos" por los que pasa el Señor.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.
Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)

22/6/23

EVANGELIO VIERNES 23-06-2023 SAN MATEO 6, 19-23 XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roen, ni ladrones que abran boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».

                                Es palabra de Dios

REFLEXION

La interpretación literal de este fragmento del evangelio de Mateo, nos puede hacer suponer que Jesús nos está pidiendo que atesoremos méritos para el más allá; podría interpretarse como la adquisición de “acciones financieras” para asegurarnos el poder gozarlo en la otra vida.

Pienso que lo que nos está pidiendo, no es acumular nada, sino comprender que el mayor tesoro que podemos gozar en esta o en la otra vida, es el mismo Dios, ese Dios que está en cada uno de nosotros, que nos hizo a su imagen y semejanza, y que nos invita a verlo en nuestros semejantes.

Jesús nos dice que la lámpara del cuerpo son los ojos, por tanto, si nuestro ojo es desprendido, no mediatizado por los bienes y las riquezas materiales de este mundo, ese ojo nos permite tener una luz clara y diáfana, como la que nos proporciona el sol cuando alcanza el punto más alto del día. Al contrario, si nuestro ojo está apegado a lo material de este mundo, ese ojo está cegado y lo que nos proporciona es oscuridad, que nos hace olvidarnos de todo lo bueno que nos rodea y, por lo tanto, encerrarnos en nosotros mismos y no vivir más que para el egoísmo personal.

Jesús nos invita a tener una mirada limpia, para que la luz alumbre nuestra vida y no nos anclemos a lo material, teniendo como máximo tesoro una vida enfocada por y para Dios, asumiendo que las riquezas de este mundo son finitas, y no tienen ningún valor en la vida futura.

¿Es la descalificación del otro, lo habitual en nuestros argumentos?

¿Buscamos que se nos reconozca nuestra valía, o estamos convencidos que es preferible la humildad en nuestras acciones?

¿Es nuestro fin acumular méritos materiales para la vida eterna?

D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)

21/6/23

EVANGELIO JUEVES 22-06-2023 SAN MATEO 6, 7-15 XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

                                       Es palabra de Dios

REFLEXION

El cristiano alaba con admiración al Padre no pide como mendigo que súplica, solicita como hijo, que su nombre, es decir la realidad del Padre, sea reconocida por la humanidad gracias al testimonio filial de la comunidad que lo invoca.

Quiere el cristiano que el reinado del Padre se haga efectivo en la tierra para que reine la libertad, la verdad, la justica, la paz, el amor, la vida.

Pide el creyente: que la voluntad de Dios sea gozo comunitario, convivencia festiva, ayuda servicial al hermano; proyecto de libertad y de vida; esperanza cierta de una vida nueva y una nueva convivencia humana. Que su voluntad se cumpla con la exactitud, con la alegría y el gozo, con que se realizan en el cielo.

Ora la comunidad: danos el pan de la eucaristía, para así compartir el pan del estómago, de la cultura y del progreso y, también el pan de la fe.

Rezamos: Padre perdónanos, lo necesitamos, para perdonarnos unos a otros y no falsificar el amor fraterno; líbranos de caer en la tentación de abandonarte por nuestro yo autosuficiente, individualismo egoísta y orgullo, por nuestra avaricia. Sí, Padre, líbranos del mal. Amén.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)

20/6/23

EVANGELIO MIERCOLES 21-06-2023 SAN MATEO 6, 1-6, 16,8

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

                                          Es palabra de Dios


REFLEXION

Jesús aprovecha la referencia a la limosna, la oración y el ayuno, prácticas habituales en todas las tradiciones religiosas, para ponernos en guardia. Y parece que el objetivo de sus palabras no es tanto la invitación a que hagamos limosna, oración o ayuno. Se trata, más bien de que estemos atentos a nuestra actitud, nuestra disposición, nuestras expectativas, nuestros deseos… cuando hacemos algo que “objetivamente” es bueno, o está bien.

Es propio de nuestra naturaleza humana la necesidad de “ser”, y a veces podemos equivocar el camino e identificar el “ser” con el reconocimiento, la admiración, la alabanza… que provienen de fuera. Nos gusta que nos reconozcan las cosas que hacemos bien. Y seguramente no es malo, siempre que no tratemos de edificar nuestro “ser” sobre el reflejo que recibimos de los otros.

Si profundizamos un poco en lo que significa ese vivir dependiendo de la aprobación, la aceptación, la admiración... quizá comprendamos que nos estamos convirtiendo a nosotros mismos en el “centro”, con lo que ya no lo ocupan ni Jesús ni su Reino. Triste recompensa que nos desvía de lo que queríamos.

La única recompensa plena y deseable es la de sentirnos amados por Dios, presente en nuestra vida, que nos da la capacidad para amar y entregarnos. Todo es don, y todo fluye en nosotros desde ese don. No necesitamos atribuirnos méritos ni exigir reconocimientos. La relación con el Señor es la que genera la sana disposición para hacer el “bien”, no como obligación sino como consecuencia natural de ese Amor en el que “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Buena clave de discernimiento para cuando estemos tentados de buscar reconocimientos, ¡o incluso de “gustarnos” a nosotros mismos porque hemos sido “capaces” de no buscarlos!

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo

19/6/23

EVANGELIO MARTES 20-06-2023 SAN MATEO 5? 43-48 XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

                            Es palabra de Dios

REFLEXION

Este Evangelio de San Mateo, como la primera lectura de Corintios, marcan el camino para ser perfectos; no con las miras humanas, ni con la medida o “ranking” que tenemos los hombres, para definir lo que es la perfección, sino como el Señor indica y aconseja. Nosotros solamente tendemos a hacer el bien con los que nos hacen el bien; esta actitud es buena, pero el Señor quiere algo más, que es lo que marca la diferencia, y es que queramos a todos: a los buenos y a los malos, a los justos e injustos, etc. Esta forma de vivir nos hace libres y felices, pero, ciertamente, es imposible sin la plena confianza en el Señor y la intervención de su gracia.

Nuestro modelo de perfección es Jesucristo, por lo tanto, todo momento es oportuno para abrirnos a Él, darle nuestro sí sincero, para que nuestro corazón esté a la escucha de su voz, viviendo en plenitud sus palabras, que nos ayudan a llenarnos de Él y ser así, perfectos como el Padre celestial es perfecto.

En este texto, Jesús enseña a sus discípulos que el Antiguo Testamento queda superado, porque en él había un precepto que decía: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”, pero, ahora Él se proclama el Mesías esperado para los que quieran creer, porque Jesús da plenitud a la Ley de Moisés.

Tenemos un Padre celestial que es justo y bueno con todos por igual, que no hace distinciones, y nosotros, al ser sus hijos, tenemos que aprender de Él, amar y rezar por todos.

Vivamos al cien por cien estos consejos día a día, para que seamos libres y felices en plenitud, cumpliendo la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Monasterio de Santo Domingo - Dominicas
San Sebastián

18/6/23

,EVANGELIO LUNES 19-06-2023 SAN MATEO 5, 38-42 XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

                               Es palabra de Dios

REFLEXION

Jesús, el Hijo de Dios, ha venido hasta nosotros a anunciarnos y proclamar el proyecto que tiene sobre la humanidad, es el proyecto del reino de Dios. Quiere una sociedad donde Dios sea el rey, el que reine en el corazón de todos nosotros, y como es un rey Padre, lleva consigo que todos los hombres somos hermanos unos de otros. Es la sociedad de los hijos y de los hermanos y, como estamos hechos a su imagen y semejanza y Dios es amor, también nosotros somos seres amorosos y el amor debe prevalecer siempre entre nosotros. 

Todas las enseñanzas morales de Jesús derivan de nuestro ser hijos y hermanos, hijos de Dios y hermanos unos de otros, y donde el amor es algo que va en la entraña de Dios y de nosotros. En esta línea, nos parece lógico y no nos extraña que Jesús rechace lo de “ojo por ojo, diente por diente”, y que nos pida que “no hagáis frente al que os agravia”. Todas las otras indicaciones que nos pide en el evangelio de hoy y aunque algunas, en un primer momento, nos puedan parecer exageradas, van en la misma línea de la filiación y de la fraternidad y del amor entre los hermanos. Una sociedad que se rija por el ojo por ojo y mal por mal… es una sociedad inhumana, donde el amor, lo que nos hace felices, no va a tener cavidad. Apuntémonos a la sociedad que nos predica Jesús del reino de Dios, del reino de hijos y hermanos, del reino del amor.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

17/6/23

DOMINGO 18 DE JUNIO ; DECIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO




 El evangelio de este domingo inicia el discurso apostólico de Jesús, que constituye un esbozo de una primera teología de la misión; una perspectiva apropiada para definir la vocación e identidad de la comunidad eclesial en el mundo actual.

El creyente se siente comprometido a la misión, a un cambio de la realidad, fundamentado en la responsabilidad de toda la Iglesia. Cada creyente es llamado personalmente a trabajar por el Reino sin caer en el pecado de atender a sus propios intereses.

Si la fe es una experiencia personal vivida en la comunidad, la misión también lo es. Y la medida apropiada no es la eficacia inmediata de la acción, sino la fidelidad a la voluntad de Dios.

Fr. Juan Luis Mediavilla García
Convento de Santa Sabina (Roma)

LECTURAS DOMINGO 18 DE JUNIO

 

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo 19, 2-6a

En aquellos días, llegaron los hijos de Israel al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente a la montaña.
Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde la montaña diciendo:
«Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los hijos de Israel: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mi. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”».

                               Es palabra de Dios    

Salmo

Sal 99, 2. 3. 5 R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 6 11

Hermanos:
Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

                         Es palabra de Dios

EVANGELIO DOMINGO 18-06-2023 SAN MATEO 9, 36-10,8 DECIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

                                      Es palabra de Dios

REFLEXION

Jesús no se queda impasible ante la necesidad de la humanidad; él siempre urge, en este caso, urge a los apóstoles a tomar partido, a actuar, a no esperar; las ovejas necesitan pastor para no perder la identidad, para sentirse unidas. El Reino está cerca y necesitamos experimentar los signos que le dan identidad: sanar de nuestras enfermedades (nuestros intereses personales, nuestro egoísmo), resucitar los muertos (tantas zonas ocultas de nuestra vida que se secan y se malogran) limpiar los leprosos (cuántos otros, los más necesitados, necesitan entrar en nuestra vida para desequilibrar nuestras falsas seguridades), arrojad demonios (liberarnos de tantas negritudes del pasado que opacan nuestro presente). Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis. Todo es un servicio gratuito; si no lo ves así, será mejor que busques trabajo en otra empresa que te asegure trienios, sexenios y jubilación anticipada antes de los sesenta y cinco.

Hermanos, hermanas, el evangelio de Jesús no se deja domesticar (ya se encarga de ello el Espíritu), ni se tasa ni se vende, no es monopolio ni se deja manipular. El evangelio es buena noticia para los pobres y todos estamos llamados a una misión común (que no es la de que todos -estadísticas- sean cristianos): Dios te ama y te llama para contribuir a que el Reino sea amor.

Y como creo que todo depende de cómo miro lo que hago, te invito a mirar siempre a los demás con mucho amor.

Tal podría ser el objetivo de esta semana: mirar las cosas con amor; al final de cada día, sería muy agradable anotar en tu libreta, una pequeña o gran lista de las cosas que miraste con amor.

Fr. Juan Luis Mediavilla García
Convento de Santa Sabina (Roma)

16/6/23

SABADO 17 DE JUNIO ; SOLEMNIDAD DEL INMACULADO CORAZON DE MARIA

 





El corazón de María nos evoca el mundo de sentimientos de la Madre del Señor. María es asimismo la creyente que guarda y medita en su corazón los momentos de la manifestación de Jesús; el corazón de María aparece entonces como la cuna de toda la meditación cristiana sobre los misterios de Cristo.

Inmaculado corazón de la Virgen María

La liturgia propone esta memoria al día siguiente de la gran fiesta del Corazón de Jesús. Así, tras la solemnidad en que se celebra el corazón abierto del Salvador, hacemos un recuerdo más discreto del corazón de la madre, la toda-santa, la obra primorosa del Espíritu.

El corazón de María

El símbolo «corazón de María» nos evoca el mundo de sentimientos de la Madre del Señor: ella conoce la alegría desbordante (cf. Lc 1, 28.47), pero también la turbación (cf. Lc 1, 29), el desgarro (cf. Lc 2, 35), las zozobras y angustias (cf. Lc 22, 48). María es asimismo la creyente que «guarda y medita en su corazón» los momentos de la manifestación de Jesús, ya en el nacimiento (Lc 2, 19), o más tarde en la primera Pascua del niño (2, 51); el corazón de María aparece entonces como «la cuna de toda la meditación cristiana sobre los misterios de Cristo» O. Mª Alonso). María es, además, modelo del verdadero discípulo, que escucha la Palabra, la conserva en el corazón y da fruto con perseverancia (Cf. Lc 8, 11-15.19-21 y 11, 27-28). María es, en fin, la mujer nueva que vive sin reservas ni cálculos el don y los afanes del amor: «el corazón de María es su amor»; «su corazón es el centro de su amor a Dios y a los hombres» (Antonio Mª Claret).

Vamos a desarrollar este último punto, comenzando por el amor a Dios. Si a María le hubieran abierto alguna vez las venas, quizá le habría sucedido, y con más razón, lo que se cuenta de un místico: le abrieron las venas, y la sangre, al caer, en vez de formar un charco, trazaba unas letras, que iban componiendo un nombre, el nombre de Dios. Hasta ese punto lo llevaba metido en su propia sangre. Tan «perdidamente» enamorado de él estaba.

María, bajo el título de su Corazón, nos muestra que la vida cristiana no estriba ante todo en someterse a una ley, asentir a un sistema doctrinal, cumplir un ritual en que se honra a Dios con los labios. Ser cristianos es vivir una relación de acogida, confianza y entrega al Dios vivo; es una adhesión personal a Cristo, Desde ahí se vivirá la obediencia a la voluntad de Dios, se acogerá la enseñanza del Evangelio, se adorará a Dios en espíritu y verdad.

Sobre el amor de María a los hombres nos habla el Papa Juan Pablo II. Jesús —decía el Papa en la encíclica Dives in misericordia, n. 9— manifestó su amor «misericordioso» ante todo en el contacto con el mal moral y físico. En ese amor «participaba de manera singular y excepcional el corazón de la que fue Madre del Crucificado y del Resucitado... En ella y por ella, tal amor no cesa de revelarse en la historia de la Iglesia y de la humanidad. Tal revelación es especialmente fructuosa, porque se funda, por parte de la Madre de Dios, sobre el tacto singular de su corazón materno, sobre su sensibilidad particular, sobre su especial aptitud para llegar a todos aquellos que aceptan más fácilmente el amor misericordioso de parte de una madre».

Pero el papa invita en otro lugar a destacar sobre todo el amor preferencial por los pobres: «La Iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en las palabras del Magnificat, renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes, que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús» (Redempioris Mater, n. 37).
El corazón de María se muestra así como un corazón dilatado y poblado de nombres, en especial de los nombres de los últimos. Por eso la presentarán algunos como la mujer toda corazón.

Historia de la piedad y la liturgia

Lo Santos Padres habían reflexionado ya sobre el corazón de la Madre del Salvador, pero será más tarde cuando aparezca la devoción cordimariana. Los primeros testimonios proceden del siglo VIII. […]

San Juan Eudes (1601-1680) será el gran promotor de la devoción a los sagrados corazones de Jesús y de María. Sobre el objeto de la devoción a este último escribía: «Deseamos honrar en la Virgen madre de Jesús no solamente un misterio o una acción, como el nacimiento, la presentación, la visitación, la purificación; no sólo algunas de sus prerrogativas, como el ser madre de Dios, hija del Padre, esposa del Espíritu Santo, templo de la Santísima Trinidad, reina del cielo y de la tierra; ni tampoco sólo su dignísima persona, sino que deseamos honrar en ella ante todo y principalmente la fuente y el origen de la santidad y de la dignidad de todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su misma persona, es decir, su amor y su caridad, ya que según todos los santos doctores el amor y la caridad son la medida del mérito y el principio de toda santidad».

Hacia 1643 empezó a celebrar la fiesta del Corazón de María, que años después aprobaron numerosos obispos, a pesar de la oposición de los jansenistas, y en 1668 confirmó el cardenal legado para Francia. En Roma se denegó la solicitud de que se estableciera la fiesta, por presentar ciertas dificultades doctrinales. En 1805 se concedió la celebración a todos los que lo solicitasen expresamente de Roma. En 1855 la Congregación de Ritos aprobó nuevos textos, pero con la misma restricción.

El 31 de octubre de 1942, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, Pío XII consagró la Iglesia y el género humano al inmaculado corazón de María. […] El 4 de mayo de 1944, el papa extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, fijando la fecha para el 22 de agosto, octava de la Asunción.

Ya antes del Concilio Vaticano II se registraron notables cambios en la imagen de María: se reduce cierta retórica de las grandezas y los privilegios y se contempla la María de Nazaret inserta en la larga historia del Pueblo de Dios. Se destaca más su condición de sierva que su regio esplendor de soberana, más su ejemplaridad que su poder. Se atisba que también ella vivió la fe pasando por el desconcierto, la oscuridad, incluso la noche (cf. Lc 2, 50); que su amor a Dios conoció la sequedad, la prueba, quizá parecido abandono al de su Hijo; que hubo de mantener su esperanza a pesar de aparentes mentís de la experiencia. María vivió de este modo, desde dentro, desde el corazón, la peregrinación de la fe, los caminos arduos del amor, los combates de la esperanza.

Por su lado, las prácticas señaladas conocerán una fuerte crisis. Acaso se explique por distintos factores: la renovación litúrgica y la celebración eucarística vespertina propiciaban el eclipse o la desaparición de las devociones. El lenguaje sobrecargado de epítetos, teológicamente flojo, quizá incluso dulzón en exceso, no prendía ya en las nuevas generaciones. Una tendencia iconoclasta rechazaba todo lo «preconciliar» y sus acentos «triunfalistas». Una nueva estima por la palabra de Dios desplazaba el anterior interés por los mensajes de las apariciones. La secularización de la sociedad, la búsqueda de una nueva forma de presencia cristiana en el mundo y quizá también cierto complejo vergonzante llevó a la supresión de manifestaciones religiosas masivas en la calle. Una nueva conciencia eclesial tendrá como repercusión el abandono de devociones características de los institutos religiosos, vistas como formas de capillismo.

Sin embargo, nuevas experiencias y reflexiones parecen estar contribuyendo a un renacer. Señalamos, entre otras, la recuperación de la riqueza teológica bíblica apuntada más arriba y la renovada consideración del misterio de María: el gozoso mensaje que su corazón nos transmite sobre las profundidades a que llega la obra del Espíritu, la rica interioridad de ese corazón sabio que guarda y medita la historia de Jesús y compara esta obra nueva de Dios con su acción en el pasado de Israel, la fuerza profética de su canto (el Magnificat), la llamada con que ese corazón de madre invita al cultivo de un elemento materno en los evangelizadores.

Pablo Largo Domínguez, c.m.f.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),