Por medio del profeta Isaías, el Señor infunde esperanza y consuelo a su pueblo, pues regresará junto a él, le perdonará y, cariñosamente, le tomará en brazos. Por eso pide que desde Sion se envíe un emisario que anuncie en el desierto: «Preparad el camino del Señor».
Proclamando el salmo 84, escuchamos esperanzados la promesa del Señor. Él vendrá a traernos la paz y la justicia, la misericordia y la fidelidad, la salvación y la gloria.
En su segunda carta, san Pedro nos anuncia que el Señor regresará en algún momento. No sabemos cuándo, pero es seguro que lo hará. Por ello debemos tener paciencia, procurando estar siempre bien preparados, para que el Señor nos encuentre en paz, limpios e irreprochables.
San Marcos comienza su Evangelio hablándonos del anuncio de san Juan Bautista. Él es el mensajero del que nos habló el profeta Isaías, el que proclama en el desierto la venida del Salvador, y el que ayuda al pueblo a prepararse para tal acontecimiento. Así es, san Juan Bautista ofrece al pueblo un purificador bautismo de arrepentimiento y conversión interior, para que todos los que lo deseen puedan vivir el Reino de Dios.