Santa Lucía fue una mártir cristiana, que padeció el martirio durante la persecución de Diocleciano. Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia. En los relatos se mencionan sus múltiples virtudes entre las que se destaca la sencillez, la humildad y la honradez. También es venerada por las iglesias ortodoxa y luterana.
Virgen y mártir
Siracusa (italia), 13 de diciembre del 303 ó 304
Su nombre significa Luminosa y ello ya ha dado pie a tanta bella consideración en torno a que quien llevara ese nombre estuviera ilustrada con la doble corona de la virginidad y el martirio. Ha dado pie también a que la invoquen quienes tienen problemas de la vista o son ya ciegos, cuyas organizaciones la han elegido por celestial patrona.
Su existencia histórica y su martirio en Siracusa son históricamente seguros, pero los particulares de su martirio nos llegan en unas actas que no son auténticas y que por tanto no reflejan la historia, sino la imaginación de quienes, por echar de menos unas actas sinceras, llenaron el hueco con el producto de su fantasía. Y, como en todos los casos similares, nos resulta imposible discernir el fondo histórico que pueda haber en ellas.
El día de su martirio fue el 13 de diciembre. Como no hay por qué dudar de que fuera en la persecución de Diocleciano, la fecha será el año 303 ó 304. El lugar de su martirio Siracusa, donde su culto ya era practicado en el siglo IV, según confirma la inscripción hallada en 1894 en las catacumbas de San Juan, de Siracusa, y en la que se dice que la joven Eusquia había muerto en el día de «mi señora Lucía». Y consta por las obras de San Gregorio Magno que en el siglo VI había en Siracusa un monasterio dedicado a la santa.
El martirio se sucedió como sigue: Detenida Lucía y llevada ante el prefecto Pascasio, confesó sin ambages la fe en Cristo, y las amenazas no sirvieron para echarla atrás. El prefecto la amenazó con llevarla a una casa de prostitución, contestando Lucía que, cuando el alma no consiente, la profanación del cuerpo no afecta a la persona. Los esbirros que deberían haberla llevado al prostíbulo no lograron moverla. Entonces se la untó de pez y se la metió en una hoguera, pero, como ella había anunciado, al apagarse las llamas resultó ella estar intacta. La muchedumbre quedó asombrada y muchos comenzaron a plantearse si hacerse cristianos. El prefecto decidió acabar: mandó que le fuera acribillada la garganta con una espada. Así culminó su glorioso martirio y entregó su alma al Señor.
Hay una tradición, entre otras diferentes, según la cual el año 1038 el cuerpo de la santa fue trasladado a Constantinopla, de la cual, en 1204 y por manos de los cruzados, fue trasladado a Venecia, donde se venera.