Primera Lectura
Lectura del segundo libro de Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16
Salmo
Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29 R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16, 25-27
Iª Lectura: IIº Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16 ): Dios no quiere ser "encerrado"
Se toma hoy la primera lectura del IIº Samuel, que está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó al rey David durante gran parte de su vida; el que le prometió una casa, una dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no eran justas y no las consideraba en el plan de Dios. David había trasladado el Arca de la Alianza hasta Jerusalén, pero quería rematar esta acción religioso-política con la construcción de una «casa» (bayit) para Yahvé. Pero Dios no se lo habría de permitir, según el profeta, quizás porque su proceder no fue digno, como en el caso de Betsabé y de censo del pueblo. No obstante, Dios le promete una dinastía (bayit), que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta, en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios quería.
Sabemos, pues, que este texto de hoy es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete, con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. En el texto, a pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa” construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más humano y más digno. La respuesta, para nosotros los cristianos, la tenemos en el texto del evangelio: Dios se construye una morada en el seno materno de María.
IIª Lectura: Romanos (16,25-27): El evangelio, misterio de salvación de Dios
La segunda lectura es de Romanos, concretamente la “doxología” final, un himno en definitiva, que presenta varias dificultades textuales: algunos manuscritos la sitúan en otro momento (v.g. Rom 14, 23; o Rom 15,33). Incluso, hay autores que piensan que es un remate extraño a la carta a los Romanos, propio de la tradición paulina. Se recurre al «evangelio que proclama», que es el punto focal de toda la carta. Pero el evangelio no es de Pablo, no se lo ha inventado él, sino que se le ha manifestado para darlo a conocer. El evangelio es Jesucristo que revela el misterio de Dios para que todos los pueblos, no solamente el pueblo judío o la Iglesia, sean beneficiarios de los dones divinos. El evangelio debe ser la buena noticia que impregne todos los corazones de los hombres.
En realidad, para entender la densidad de lo que se quiere decir aquí, habría que considerar toda la carta a los Romanos, que es el escrito paulino más consistente de su pensamiento teológico y de su predicación de la gracia salvadora de Dios. En Cristo se revela el misterio de Dios ¿Qué misterio? el de la salvación de todos los hombres, judíos o paganos. Este es el tema fundamental de la carta a los Romanos, y por eso esta doxología o himno final tiene en cuenta toda la teología de la carta a los Romanos, expresada ya desde 1,16-17. En este sentido, pues, el evangelio, que es Jesucristo, nos revela el misterio de la salvación de Dios. Y este evangelio comienza desde que es “hijo de David” (Rom 1,3), es decir, desde la Encarnación y nacimiento de Jesús para lo que nos preparamos en Adviento.
Fray Miguel de Burgos Núñez(1944-2019)