Es palabra de Dios
REFLEXION
En estos días previos a la Navidad vemos mucho trasiego en las calles luminosas, decoradas con infinidad de luces y adornos de un brillo que nos recuerda al de los metales preciosos. Nos encontramos en comidas y cenas con personas distinguidas, vestidos con ropas elegantes, disfrutando de menús refinados. Buscamos regalos sorprendentes y sofisticados. ¿Cómo preparamos el Adviento? ¿Qué salimos a buscar a las calles? ¿Buscamos palabras de verdad en los escaparates, en la publicidad de los productos caros? Esta es la pregunta que Jesús nos lanza en el evangelio de hoy. Su interpelación va directa a examinar nuestro corazón: si buscáis al sofisticado, encontraréis al harapiento, si buscáis al poderoso, encontraréis al preso, si buscáis el placer, os encontraréis con la mujer maltratada, si buscáis hartura, a un pobre hambriento. Todos ellos nos precederán en el reino como al mismo Juan Bautista, el más grande de los hombres nacidos de mujer. El Profeta del Altísimo del cántico de Zacarías nos anuncia una luz nueva en este Adviento, en el que presenciamos, ya sin palabras, toda la violencia ejercida contra los pequeños del reino. No es la luz de los luminosos abetos ni la de las fachadas de los grandes edificios comerciales, es la del sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas, en medio de calles bulliciosas y compras compulsivas. |