Recién acabamos de iniciar un nuevo año litúrgico y ya aparece ante nuestros ojos el espectro negativo de la vida, y nos encontramos en la Liturgia del día palabras como cansancio, fatiga, agobio…pero acaso ¿es distinta la realidad que nos rodea? ¿no vemos cansancio y fatiga en los hombres y mujeres que llegan a nuestras costas exhaustos? ¿no leemos noticias del éxodo de miles de ucranianos o palestinos tratando de huir de guerras injustas? Gente agobiada y cansada de tanta violencia y sin sentido de vida y, sin tener que recurrir a casos tan extremos, vecinos, compañeros, familiares a quienes la vida les parece poco menos que insoportable. Parece como si en gran parte del mundo solo encontrásemos angustias y cargas, y ningún método humano pudiese traer a nuestra vida la paz que tanto anhelamos. Y sin embargo, para el creyente sigue existiendo una luz, tenue si se quiere, pero luz al fin y al cabo, en medio de este mundo que aparece ahogado por las tinieblas del mal. Para esto vivimos el Adviento, para tomar plena conciencia de esta realidad que, por ser de fe, no es menos cierta. Jesús nos ofrece descansar de estas vivencias, solo necesitamos acudir a Él y someternos a su yugo, es decir a su señorío para encontrar lo que de verdad anhelamos. En las lecturas de este miércoles de la segunda semana se vislumbra esta luz. “El (Dios) da fuerza al cansado, acrecienta el vigor…porque los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas” Y sí, vemos en esta lectura del profeta Isaías una de las claves interpretativas, “los que esperan”, aparece la esperanza como luz tenue que ilumina nuestro vivir. Hay que creer, y hay que “esperar contra toda esperanza” como nos lo escribió Pablo. Pero todavía se da un paso a mayor profundidad en el Evangelio de este día. Jesús mismo, Dios que se ha hecho hombre por amor al hombre, se nos brinda como puerto seguro, punto de apoyo y refugio en los momentos oscuros. “Venid a mí, los cansados y agobiados, y yo os aliviaré” ¿Podría el hombre desear algo semejante? Pues, lo que esperamos ya lo poseemos en El. En la oración colecta de este día se dice: “No permitas que desfallezcamos en nuestra debilidad los que esperamos la llegada saludable del que viene a sacarnos de todos nuestros males” y no, Dios no permite que desfallezcamos y por eso El mismo se nos ofrece como descanso. El mundo seguirá llorando, continuaremos siendo débiles y el agobio nos rodeará, pero ahora tenemos Alguien a quien acudir: “Venid a mí” la invitación está hecha, sólo hace falta acogerla. Si así lo hacemos podremos decir junto con el salmista: “Bendice, alma mía, al Señor” ¡Santo Adviento! |