La palabra de Dios de este domingo nos trae de la mano de Isaías un mensaje de esperanza. Nos anuncia un tiempo de gracia del Señor para todos aquellos que sufren. Y nos invita a llenarnos de gozo y de alegría.
Con María, en el magníficat, a modo de salmo responsorial, hacemos nuestro su canto de alabanza a la grandeza de Dios, que mira nuestra pequeñez y humillación, que se fija con gran misericordia en los más desfavorecidos de este mundo para sacarlos de su situación de pobreza.
San Pablo nos invita a la verdadera alegría que se sustenta en la oración y a la acción de Gracias, dejándonos conducir por el Espíritu y consagrándonos en cuerpo y alma al Dios de la paz, hasta que se cumpla la promesa de Jesucristo.
El Evangelio de Juan nos presenta a Juan Bautista como testigo de la luz y voz que grita en el desierto que anuncia a Jesucristo, la Palabra que se encarna.