Elías aparece en los evangelios, en primer lugar en el episodio de la transfiguración de Jesús en compañía de Moisés. Al bajar Jesús del monte junto con Pedro, Santiago y Juan, sus discípulos le preguntaron, como afirmaban los letrados, si era cierto que Elías “teñía que venir primero” como precursor del Mesías. Jesús les aclara que en verdad Elías ya había venido, que era Juan el Bautista, el otro gran profeta, el Precursor por antonomasia del Mesías.
Juan el Bautista se ganó la fama de austero y de predicador recio: “Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza?... Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”. La predicación de Jesús tuvo un tono más amable, y sin rebajar la totalidad de su mensaje, resaltó la parte más positiva y cercana de nuestro Padre Dios ofreciendo a todos y siempre su perdón y su amor. Los dos coincidieron en predicar y no callarse el mensaje que traían de parte de Dios. Sabemos que los dos fueron condenados a muerte.
Muchos de sus contemporáneos ni reconocieron a Juan el Bautista, el Precursor, ni a Jesús, el Hijo de Dios, como los auténticos enviados por Dios para señalarnos el camino de la plenitud de la vida. Pero otros muchos, con su ayuda, le hemos reconocido como nuestro Salvador, el que salva nuestra vida de la limitación humana y nos regala la plenitud ilimitada de la felicidad.