Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.
En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos:
«¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
«¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».
Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio, resalta la dimensión personal: la causa principal de la postración del hombre individual está en si mismo; por la misma razón, es de esperar que la motivación principal para su resurgir esté también en sí mismo: en este caso, se repite de nuevo la exhortación a ser fuerte, pero dirigida a la persona concreta: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”. No obstante, teniendo el hombre en sí mismo el principio de su salvación, que él mismo ha de ejecutar, no deja de resaltarse, en todo caso, la mediación externa: su levantamiento se produce en medio de las gentes, acompañado-impulsado por la comunidad de fe, y por el poder salvífico de Dios. Isaías anuncia la liberación que viene; Lucas, mediante signos de liberación, anticipa la salvación que está viniendo. En ambos casos, se exige una actitud de fortaleza que mantenga y realice la expectativa: el primero, exhorta al pueblo; el segundo, a la persona. |
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Fr. Ángel Romo Fraile
La Virgen del Camino (León)