31/7/24

EVANGELIO JUEVES 01-08-2024 SAN MATEO 13, 47-53 XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden:
«Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

                                         Es palabra del Señor

REFLEXION

Es clara y contundente la opinión de Jesús respecto al bien y el mal. Los seres humanos estamos siempre en las manos de Dios. Podemos seguirle, podemos ir en otras direcciones, pero conviene que no perdamos de vista que los peces buenos se ponen en cestos; los peces malos simplemente se tiran.

Los que vivimos en ambientes marineros estamos acostumbrados a la imagen de las descargas de los barcos de pesca. Vemos como van sacando de sus bodegas la pesca, como se distribuye en cajas según sus tamaños y clase de pez y como vuelven al mar, con gran alboroto de las gaviotas, los pescados no útiles. Esta parece ser la imagen que nos presenta hoy Jesús: los buenos al paraíso; los malos al fuego.

Difícil lo tenemos si esto lo tomamos al pie de la letra. Menos mal que, como nos ha dicho Jeremías en la primera lectura, el Alfarero está siempre dispuesto a retomar el barro averiado, el que ha salido mal o se ha torcido en un momento, y comenzar un nuevo cacharro, una nueva persona renacida, de nuevo hermosa y perfecta, y si vuelve a fallar, porque nos hizo libres para equivocarnos, y somos frágil barro, recomenzará la tarea cuantas veces sea preciso, porque lo que le interesa, lo que quiere, es que todos nos salvemos.

Jesús remata con ésta una serie de parábolas que en este capítulo 13, empiezan con el sembrador, sigue con la cizaña, el grano de mostaza, el fermento en la masa, el tesoro y la perla encontrados, y remata con ésta de la red. Son unas enseñanzas sobre el Reino que no conviene que olvidemos. Podemos ver en ellas, en todas, la idea que Jesús quiere transmitirnos sobre el Reino de Dios: Dios no está siempre enfadado, listo para castigar nuestros desvíos, sino, con su mirada compasiva, buscando nuestro bien, rehaciendo la vasija tantas veces como sea preciso, para que, a pesar de nuestras faltas, podamos llegar a conseguir su favor.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

30/7/24

31 DE JULIO : SAN IGNACIO DE LOYOLA, FUNDADOR DE LA COMPAÑIA DE JESUS

 





En la juventud, siendo militar, sufrió una herida en una batalla lo que le llevó a convertirse abandonando su anterior vida de pecado. Se formó en la Universidad de París y ya en Roma fundó la Compañía de Jesús. Dió origen a los ejercicios espirituales como modelo de introspección.

La fuente primaria e imprescindible de la biografía de Ignacio es sin duda alguna su autobiografía o Relato del Peregrino, que él contó a Gonçalves da Cámara.

Con este documento fundamental y las otras fuentes primarias podemos reconstruir con fiabilidad la figura del fundador de la Compañía.

La trayectoria de su vida puede resumirse muy brevemente con estas palabras: pecador, penitente, peregrino, y sólo luego líder y fundador, más brevemente aún, de Íñigo a Ignacio.

El último de los trece hijos de don Beltrán Ibáñez de Oñaz y doña Marina Sánchez de Licona heredó las cualidades y defectos de su familia y de su raza; la lealtad, el sentido del honor, la parquedad en las palabras, el realismo, el esfuerzo perseverante, la fe cristiana, pero también la debilidad de la carne. Su padre tuvo varios hijos ilegítimos y sus hermanos no se distinguieron por sus buenas costumbres: él mismo fue esclavo del vicio de la carne y cometió delitos que el proceso subsiguiente calificó de “enormes, cometidos de noche y con alevosía”.

Su estancia en la corte, como paje del contador mayor don Juan Pérez de Cuéllar, le sirvió para asimilar las maneras cortesanas, la dirección administrativa y el arte de la correspondencia epistolar, en que sería maestro.

Su conversión tuvo lugar durante su convalecencia después de su herida en la ciudadela de Pamplona y se originó con un ejercicio de introspección que ha quedado como modelo; lo plasmaría en las «reglas para el discernimiento de espíritus» que incorporó en su libro de Ejercicios Espirituales.

Le quedaba mucho que aprender, pero fue aprendiendo. De momento era un simple penitente sin otro deseo que ir a Tierra Santa. La estancia semiobligada en Manresa afinó y profundizó su visión y perfiló para siempre lo que sería la espiritualidad ignaciana. Un día, estando sentado junto al río, se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento de tal modo que le parecían nuevas todas las cosas; es la famosa visión del Cardoner. De este tiempo dirá que Dios le trataba de la misma manera que un maestro de escuela a un niño, enseñándole. En una primera fase, se dio a la penitencia despiadadamente: luego padeció escrúpulos que sólo una clara gracia de Dios le curó: entonces atenuó sus penitencias, se «humanizó», y empezó a hacer apostolado. Cuando salió de Manresa, el discípulo era ya un consumado maestro de espíritu.

Paris: Íñigo y sus «compañeros»

Al no poder quedarse como deseaba en Jerusalén, se planteó lo que debería hacer en el futuro; decidió estudiar y reunir compañeros. Después de varios fracasos en ambos frentes, en Alcalá y Salamanca, aquel hombre, que no se contentaba con medias tintas, resolvió estudiar en la mejor universidad de Europa, la Sorbona de París, y allí encontró también su grupo definitivo de compañeros aquel «seductor de estudiantes»: Fabro y Javier, Laínez y Salmerón, Robadilla y Rodrigues.

Pero el líder no imponía sus decisiones al grupo. Cada paso importante se deliberaba en un «discernimiento comunitario» que heredaría la futura Compañía. Así resolvieron ir en peregrinación a Jerusalén y allí emplearse en el bien del prójimo, viviendo y predicando en pobreza a la manera de los apóstoles. Este plan fue el objeto de un voto que hicieron en Montmartre el 15 de agosto de 1534. Si el viaje no fuera posible, se ofrecerían al papa para que él los enviase donde juzgase más conveniente.

De Venecia a Roma

Esto último fue lo que ocurrió. En julio de 1537 se encontraban reunidos en Venecia para embarcar; pero aquel año, por primera vez en 38 años, ningún patrón izó la bandera de los peregrinos en señal de un próximo viaje. Resolvieron esperar un año; si tampoco el próximo año hubiera embarcación, se pondrían a disposición del papa.

La espera la aprovecharon para recibir la ordenación sacerdotal y hacer apostolado. Los demás compañeros celebraron su primera misa: Íñigo prefirió esperar y aquel período fue para él un segundo Manresa: Tuvo muchas visiones espirituales y muchas, casi ordinarias, consolaciones, al revés que en París. Sus deseos giraron en torno a un punto que hizo central: rogaba a María que «le quisiese poner con su Hijo».

Llegada la hora, se pusieron en camino para Roma. Íñigo hizo el viaje con Fabro y Laínez. Al llegar a la Storta, a unos 16 kilómetros de la ciudad, entraron en una capilla a la vera del camino, que aún se conserva. «Y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo», nos cuenta en la autobiografía. Hay dos variantes de la experiencia que nos han venido de lo que debió de comentar con sus compañeros en el camino. Según la versión de Pedro Canisio, quien pudo haberla recibido de Fabro, el Padre le dijo: «Yo estaré con vosotros en Roma»; según Laínez, «Yo os seré favorable en Roma».

¡Favorable! Cuando Íñigo narró a sus compañeros lo ocurrido en la capilla, añadió estas palabras: «No sé lo que será de nosotros. Ni acaso seremos crucificados en Roma». Y ya en Roma les dijo que veía «las ventanas cerradas».

El padre Leturia ha captado magistralmente este histórico momento. Hasta ahora la peregrinación a Tierra Santa ha constituido su objetivo supremo; Roma es sólo estación de empalme y Jerusalén el destino final. La Storta le arranca de Jerusalén y le orienta hacia Roma; el cuarto voto (de obediencia al papa en cuanto a las misiones que pueda encomendarle) empieza a ser su ideal definitivo precisamente cuando, al cerrársele Jerusalén y acercarse lleno de temores a la Ciudad Eterna, oye al Señor que le dice: «Yo estaré con vosotros: yo os seré favorable en Roma». Desde este momento Jerusalén deja de ser el centro de sus ideales y la oblación al pontífice es la forma concreta como entiende consagrarse a Cristo. Lo expresará con inusitado énfasis la primera frase de la fórmula del instituto, carta magna de la orden: «Servir a sola su Divina Majestad y a su esposa la Santa Iglesia bajo el romano pontífice».

Roma: Fundación de la Compañía de Jesús

La oferta al papa la hicieron al año de llegar, un día de noviembre de 1538. Pero el gran paso de fundar la Compañía no estaba dado aún. Los compañeros seguían siendo un grupo fuertemente unido por un gran ideal, pero sin vínculos jurídicos. Íñigo, al que ya podemos empezar a llamar Ignacio, «iba al paso de el Espíritu de Dios que le guiaba», como dijo bellamente Nadal, «no se le adelantaba». El problema de forjar los vínculos jurídicos lo planteó cuando llegó el momento, y este momento se produjo cuando el papa empezó a valerse de los Maestros de París y éstos comenzaron a disgregarse. ¿Acudirían a estas llamadas como individuos independientes o como miembros de un grupo organizado con un superior propio, es decir, una nueva congregación religiosa? La decisión se hacía inaplazable.

Así tuvieron lugar, desde mediados de marzo hasta el 24 de junio de 1539, las que se han llamado las Deliberaciones. En ellas fueron fijando los puntos principales: primero, seguir unidos; segundo, elegir a uno de ellos como superior; luego otros puntos característicos de la futura Compañía: el voto especial de obediencia al papa, la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños, el mandato vitalicio del superior general.

Estos puntos se recogieron en aun documento, los «Cinco Capítulos», que fue presentado a Paulo IIl el 3 de septiembre de 1539. La aprobación formal la dio el pontífice en el palacio de Venecia el 27 de septiembre de 1540.

Con esto la Compañía estaba fundada. Había que elegir el superior de la nueva orden. Los compañeros que se encontraban en Roma se reunieron para el efecto el 8 de abril de 1541 y, con los votos de los ausentes por escrito, eligieron a Ignacio por unanimidad.

Ignacio no aceptó la elección. Hizo un apasionado discurso alegando su incapacidad y «sus muchos malos hábitos pasados y presentes, faltas y miserias». Sólo se rindió cuando, después de una confesión general que duró tres días, su confesor, fray Teodosio de Todi, le dijo que negarse sería resistir al Espíritu Santo.

También recayó sobre él la tarea de escribir las Constituciones, desarrollando los puntos ya contenidos en los Cinco Capítulos. A esta tarea y al gobierno de la Compañía dedicó los 17 años de vida que le quedaban. El método que siguió combinaba el estudio con la oración. El estudio, sobre todo, en los puntos comunes con las órdenes religiosas existentes; la oración, en los nuevos y específicos de la Compañía. Para aquéllos le ayudó desde 1547 su fiel secretario Juan Alfonso de Polanco: en cuanto a la oración queda el testimonio, conmovedor y elocuente, de su diario espiritual.

A mediados de 1550 quedaba completado un primer borrador, que presentó a los compañeros que pudieron acudir a Roma con motivo del Año Santo, recogió sus observaciones, retocó el texto, y en 1552 presentó uno semidefinitivo; semidefinitivo, porque siguió perfeccionándolo hasta el fin de su vida. Nunca quiso «cerrar» las Constituciones. Era un gesto de humildad, pero también de realismo. Le inspiraba su visión dinástica de la obra y estaba en profundo acuerdo con la flexibilidad recomendada en el texto. Sólo los principios fundamentales son taxativos: las disposiciones de orden práctico se adaptan a las condiciones de personas, lugares y tiempos. Las Constituciones son como un organismo vivo que, manteniendo su identidad, responde a los estímulos de su entorno.

Es verdad que el peregrino, que había recorrido a pie y varias veces media Europa, estaba ahora condenado a no salir de Roma. Pero no se encerró en el par de habitaciones que hoy se visitan y veneran en el Collegio del Gesú. Al trabajo de escribir las Constituciones y gobernar la Compañía, Ignacio añadió una serie de actividades apostólicas -con las prostitutas, los judíos, la más alta nobleza– que le hicieron el apóstol de Roma.

La litiasis biliar y cirrosis hepática, que le aquejaban de años atrás, se agravaron de forma que, en julio de 1556, estaba próximo a la muerte. Un fatal descuido de Polanco, que antepuso el despacho de la correspondencia del día a la atención del enfermo, hizo que éste muriera casi solo en la mañana del viernes, 31 de julio de 1556. Al examinar el cadáver, vieron que tenía tres piedras en el hígado y éste totalmente endurecido: y los pies «llenos de callos y muy ásperos, de haberlos traído tanto tiempo descalzos y de haber hecho tantos caminos».

Peter-Hans Kolvenbach S.J.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MIERCOLES 31-07-2024 SAN MATEO 13, 44-46 XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».

                            Es palabra del Señor

REFLEXION

En este pasaje de San Mateo, el Señor nos pone dos ejemplos comparativos del Reino de los Cielos que se asemejan mucho: “el tesoro escondido en el campo”, y el “comerciante de perlas finas”. Los dos trasmiten un mismo o similar mensaje: que el estar con Dios y ser de Dios es de gran valor para el que lo descubre. Vivir en el Señor y para el Señor te plenifica, te llena de alegría. El tesoro escondido es el Misterio Trinitario que todos los hijos de Dios que vivimos en gracia, llevamos oculto y escondido en el alma, convertido en sagrario de la Santísima Trinidad. Este es el tesoro más grande en la tierra y para eso, con alegría, renunciamos y nos vaciamos de todo lo que no sea El en nuestro corazón.

Cuando encontramos un gran tesoro, en este caso Jesucristo, nos llenamos de alegría y con gozo dejamos de un lado lo demás y hacemos todo lo que está en nuestras manos para adquirir, comprar y tener ese gran Tesoro.  Como dice San Pablo: “todo lo estimo basura con tal de ganar a Jesucristo…” Pidamos al Espíritu Santo, -como lo hizo San Ignacio de Loyola, cuya memoria celebramos hoy- su luz, su discernimiento, para saber encontrar, cada día, ese Tesoro en nuestras vidas y para que pongamos nuestro corazón en Él.  Allí donde está tu tesoro, está tu corazón.  ¿Dónde tengo yo puesto mi corazón?

Monasterio de Santo Domingo - Dominicas
San Sebastián

29/7/24

EVANGELIO MARTES 30-07-2024 SAN MATEO 13, 36-43 XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

                                   Es palabra de Dios

REFLEXION

El pasaje del evangelio que nos presenta la liturgia en el día de hoy trata de mostrarnos dos contextos totalmente antagónicos entre sí (Reino: casa, luz; Cizaña: maligno, fuego). Uno de ellos, es el Reino de Dios en el que Jesús pone toda su energía en anunciarlo, y, el otro escenario, está marcado por las tinieblas del mal. Sería la vida al margen de la plenitud de vida que Jesús trata de anunciar como un proyecto de humanización, liberación, fraternidad y vida entre los seres humanos.

Un elemento que aparece en el primer grupo y que nos puede ayudar a captar el sentido del texto es: «se fue a casa», con ello, se genera una estructura en la que se permite la predicación de los valores del reino, la fraternidad porque se vinculan con lazos que van más allá de la sangre a los que están bajo ese techo, y se crea la plataforma necesaria para llevar a cabo la misión: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14). La casa como lugar de las relaciones fraternas con el Maestro y plataforma capaz de llevar mensaje de luz en la oscuridad del sin sentido.

De este modo, con la categoría «casa» se puede entender un poco mejor la realidad del Reino. Aquellos que acogen el proyecto del Reino de Dios, están con Jesús dentro de la casa, vinculados, en comunión, unidos. Hay una relación de aceptación del proyecto y un compromiso de implantar el Reino. De lo contrario, los que se encuentran fuera son aquellos que por diversas cuestiones no quieren aceptar el proyecto del Reino de Cristo: «El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama» (Mt 12,30).

Jesús, explica el sentido de la parábola, expresando los dos escenarios posibles en los que se puede encontrar el ser humano: El que no lo acepta y vive desde una clave egoísta, obrando iniquidad, le toca en suerte el «rechinar de dientes». Al obrar el mal te vas destruyendo, te consumes. Sin embargo, el que acepta y trabaja por construir el Plan de Dios, «brilla», es luz. No quiere decir que haya ausencia de tribulaciones, sino que ha comprendido el sentido que tiene la vida en entregarse, que el proyecto de Jesús es liberador y que somos luz cada vez que regalamos a los demás parte de nuestra vida.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)

28/7/24

LUNES 29 DE JULIO : CELEBRACION DE SANTA MARTA





 La Iglesia recuerda hoy en la liturgia a Santa Marta, aunque el martirologio extiende la conmemoración también a sus dos hermanos.Marta y María, las amigas de Jesús, son un canto a la amistad. Marta y María se han convertido en figuras de cualquier ser humano que sufre el dolor de la enfermedad y la muerte. Son modelo de esperanza a pesar del dolor

La Iglesia recuerda hoy en la liturgia a Santa Marta, aunque el martirologio extiende la conmemoración también a sus dos hermanos. Su nombre procede del arameo y significa dama, señora. Marta aparece en dos Evangelios. Juan y Lucas hablan de ella y la presentan siempre junto a sus hermanos María y Lázaro, que fue resucitado por Jesús. Los tres viven en Betania, aldea cercana a Jerusalén, por la que el Señor solía pasar con frecuencia para descansar en casa de sus amigos.

Del Evangelio de Lucas se deduce que Marta era la mayor de los tres hermanos porque recibió a Jesús «en su casa» y porque se afanaba por los quehaceres del hogar (cf. Lc 10, 38-41). De todos modos, sea cual fuere el orden, la relación de los tres hermanos con Jesús es muy particular y no parece que uno sea más que otro. A los tres los quiere el Maestro y a los tres busca en los momentos en que necesita un descanso sereno y pacificador.
Marta y María reciben a Jesús en su casa (Jn 10, 38-41) y juegan un papel muy importante en la resurrección de su hermano. María unge los pies a Jesús en Betania, seis días antes de la Pascua, mientras que Marta sirve la cena a los comensales.

La casa de los amigos

Vernos a Marta y a María en el Evangelio de Lucas. Jesús entró en una aldea y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa» (Lc 10, 38). Seguramente que la visita no fue improvisada. Marta sabía que el Maestro se hospedaría en su casa y „andaba inquieta y nerviosa». Seguramente lo había preparado todo para recibir a Jesús y se afanaba en tenerlo todo a punto para su esperado huésped.

María, su hermana, se había desentendido de las faenas de la casa y estaba dedicada exclusivamente al Maestro. Muchas veces se nos ha presentado a Marta en oposición a María. Una elige la acción y otra la contemplación. Dos estilos de vida que se comparan para elegir uno como más perfecto que el otro.

Pero no debió de ser así. Una mezcla de sentimientos se apoderaría del corazón de Marta. Ella también querría estar sentada a los pies de Jesús, escuchándole y haciéndole preguntas. Sin embargo. había que preparar la comida y el alojamiento. De una manera indirecta, estaba dedicada totalmente a Jesús. Por él y para él trajinaba. Pero nadie se daba cuenta. Ese «andaba inquieta y nerviosa», que nos dice Lucas. podría tener múltiples causas: el afán por ofrecerle a Jesús lo mejor, el no entender por qué su hermana no la ayudaba, el querer terminar pronto lo que estaba haciendo para estar con su huésped... Todo, menos preferir las tareas de la casa a estar con Jesús.

La vida frente a la muerte

Juan dedica el capítulo 11 y parte del 12 a hablar de los amigos de ,Jesús: Lázaro, Marta y María, que vivían en Betania. Jesús era muy amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro» Un 11, 5). No sabemos cuál de los tres fue el primero en conocer a Jesús. Pero sí queda claro que se relacionan y se ayudan.

El capítulo 11 nos cuenta la resurrección de Lázaro. Juan sitúa este milagro en Betania, la aldea donde vivían los amigos. Entre la fiesta de la Dedicación, que se celebraba en invierno (10, 22) y la fiesta de la Pascua, propia de la primavera (11, 55). Según este evangelista parece que la furia de los judios que buscan matar a Jesús está provocada por este hecho milagroso: Lázaro, que estaba muerto, ha vuelto a la vida. […]

La enfermedad del amigo servirá para honrar al Hijo de Dios. El sueño-muerte del amigo pondrá de manifiesto el poder de la vida y la resurrección. La muerte y resurrección de Lázaro serán causa de la muerte y glorificación de Jesús.

[…] Leyendo detenidamente el capítulo 11 de San Juan, advertirnos que en el fondo del relato, Marta, María y Jesús hablan de muerte y vida, de tinieblas y de luz. Jesús lleva la vida y la resurrección. Él es la luz de este mundo, Marta y María están envueltas en el dolor y la oscuridad, Hablando con Jesús vislumbran algo de su resplandor y creen que es posible la vida, aun estando muertos. Pero se empeñan en llevarle a la oscuridad del sepulcro. Es la mezcla de la fe y la impotencia ante la pérdida de un ser querido. Creemos que resucitará, pero lo cierto es que sólo tenemos su cuerpo enterrado en una tumba.

Jesús, Marta, María y los judíos que estaban con ellas fueron al sepulcro. Y ocurrió el «signo»» de la vida. Ninguna de las hermanas había pedido a Jesús que resucitara a su hermano. No se atrevieron a tanto. Sin embargo, era necesario aquello para que muchos creyeran y para que se manifestara el poder de Dios.

Muchos judíos que presenciaron lo que había hecho jesús, creyeron en él» (11, 45). Otros fueron a contárselo a los fariseos. He aquí el signo de contradicción: Ven la gloria de Dios y se preguntan ¿qué hacemos?» (11, 47-48). Y desde aquel día estuvieron decididos a matarlo» (11, 53-54).

El evangelista no nos cuenta cuál fue la reacción de las hermanas de Lázaro, pero sabemos que volvieron a encontrarse otra vez los cuatro en Betania.

Marta y María, las amigas de Jesús, son un canto a la amistad. Marta y María se han convertido en figuras de cualquier ser humano que sufre el dolor de la enfermedad y la muerte. Son el símbolo de la impotencia a pesar de la fe. Son modelo de esperanza a pesar del dolor.

Marta y María han metido a Jesús en su casa y le han hecho partícipe de sus vidas. Cuentan con él. Acuden a él. Le acogen en todo momento. […]

Julia Villa García

exto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO LUNES 29-07-2024 SAN JUAN 11, 19-27 XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

                                Es palabra de Dios

REFLEXION

Marta sale al encuentro de Jesús y un reclamo brota de sus labios: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Parece ser la reacción común ante una experiencia dolorosa. Se hubiera podido evitar…ya no hay nada que hacer. Pero Marta va más allá: “aún sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Es el movimiento de la fe, que pone en camino y hace esperar siempre. Ante la afirmación de Jesús “tu hermano resucitará”, Marta expresa su fe en la resurrección en el último día.

Pero este signo encierra una promesa que va más allá: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Lo que se nos plantea a nosotros, como se le planteó a Marta es si creemos o no en Jesús, resurrección y vida ofrecida a la humanidad, de la cual se comienza a participar mientras vamos de camino. El que cree en Él, a pesar de la muerte, sigue viviendo; el que está vivo y cree en Él, vivirá eternamente. Todo esto no es otra cosa que la participación en el misterio del mismo Cristo.

A Marta se le pregunta: “¿crees esto?”. Pregunta que nos alcanza a nosotros también y la respuesta que procede dar se identifica con la de Marta: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Quien se ha presentado reclamando es conducida a una entrega confiada; la confianza que brota de la aceptación de la oferta que Jesús realiza y que siempre conduce a la vida.

¿Qué respondemos hoy a la pregunta de Jesús? ¿Cómo afrontamos los desalientos que el desamor genera?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

27/7/24

DOMINGO 28-07-2024 : DECIMOSEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO





 

En este domingo, último del mes de julio, nos encontramos prácticamente en el ecuador del verano. En la celebración de la Eucaristía se nos brinda una nueva ocasión de proclamar, acoger y reflexionar la Palabra de Dios, que siempre nos interpela y aporta dimensiones nuevas y necesarias para nuestra vida creyente.

Durante cinco domingos vamos a leer casi en su totalidad el capítulo 6 del evangelio de San Juan. Debemos estar muy atentos porque este evangelista usa muchos símbolos. Hoy se nos presenta la narración de la multiplicación de los panes y los peces.

El evangelista san Juan subraya como ningún otro, el carácter eucarístico de la multiplicación de los panes. Para las primeras comunidades cristianas la Eucaristía no era solo el recuerdo de la vida, la muerte y la resurrección del Señor; era también una anticipación de la fraternidad del Reino de Dios. Toda eucaristía ha de estar orientada a crear fraternidad.

No podemos escuchar el evangelio cada domingo sin reaccionar a las llamadas del Señor. No podemos pedir al Padre “el pan nuestro de cada día” sin acordarnos de tantos y tantos que tienen enormes dificultades para conseguirlo cada día. En definitiva, no podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios; más humanos y más hermanos.

Fr. Juan Carlos Cordero de la Hera O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

LECTURAS DEL DOMINGO 28-07-2024 : DECIMOSEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del Libro segundo de los Reyes 4, 42-44

En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente y que coman».
Su servidor respondió:
«¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?».
Y él mandó:
«Dáselo a la gente y que coman, porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”».
Y lo puso ante ellos, comieron y aún sobró, conforme a la palabra del Señor.

                                          Es palabra del Señor

Salmo

Sal. 144, 10-11. 15-16. 17-18 R: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 1-6

Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

                             Es palabra del Señor


REFLEXION

  • Iª Lectura: 2Reyes 4,42-44: El milagro de repartir lo poco que se tiene

 La primera lectura de este domingo forma parte de un ciclo de milagros de Eliseo, el discípulo de Elías, que muy posiblemente se trasmitió entre sus discípulos. Esas tradiciones se transformaron, sin duda, para poner de manifiesto la grandeza de este hombre de Dios. Se ha escogido el final de ese ciclo, que lo acorde para este domingo, con objeto de servir de preparación al relato de la multiplicación de los panes que se ha de leer en el evangelio. Si nos fijamos bien, el relato no describe o especifica ningún gesto extraordinario por el que se lleve a cabo el dar de comer a todos los que siguen al profeta, sino que toda la fuerza de lo que se ha de hacer está en las palabras de Dios, a las que hace referencia el profeta como si se tratara de un dicho popular y sagrado. El mismo salmo interleccional del día (Sal 144) podría ser un apoyo a esta apelación profética. Ellos comieron, se saciaron y sobró, según las palabras del Señor.

 El relato es legendario, sin duda, y probablemente se conservaba como una historia religiosa testimonial y ejemplar en los círculos de profetas, los que en los momentos más difíciles piden al pueblo que confíen en Dios por encima de todas las cosas. De hecho, en la lectura de hoy se describe como situación previa una gran hambre que había en la región. Los primeros frutos de la cosecha sirvieron para que todos, al compartir lo necesario, pudieron subsistir. Porque en estas situaciones límites lo más injusto es que unos pocos acumulen y otros pasen hambre; esta, creemos, es la lección de esta historia religiosa de Eliseo. Confiar y repartir; eso es lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para todos. Estas historias han sido muy proverbiales en los círculos religiosos y de los santos. Lo importante no es verificar los detalles de su historicidad, sino cómo pueden servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron.

  • IIª Lectura: Efesios (4,1-6): La unidad de la Iglesia

 La segunda lectura, de la carta a los Efesios, es el comienzo de la sección parenética, es decir, aquella en la que después de una gran reflexión teológica sobre Cristo y la Iglesia, se pide a la comunidad cómo llevar a la práctica toda aquella teología. Es una exhortación a mantener la unidad por encima de todas las cosas, ya que Dios nos ha llamado a una gran esperanza. La exhortación inicial (v.1) apela a la vocación cristiana que todos hemos recibido. Y por lo mismo, en los vv. 2-6 se describe en qué consiste la vida interna de la Iglesia. Se señalan la humildad, la mansedumbre, la magnanimidad y el amor. Son valores de identidad verdadera que introducen los vv.4-6: la unidad de la Iglesia (cuerpo) en el Espíritu.

 Todos hemos escuchado muchas ese canto que proclama «un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo»; es nuestro texto de hoy de la carta a los Efesios. Se afirma que es una cita litúrgica que se cantaba en la liturgia bautismal, y que tiene unas ciertas reminiscencias de la confesión de fe que encontramos en el Shema de Israel (es la oración judía por antonomasia. Está formada por tres pasajes: Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41): Yahvé es nuestro único Dios y no hay otro fuera de El, que los judíos piadosos repiten dos o tres veces al día. Lo que se quiere poner de manifiesto, pues, con el texto cristiano de la carta a los Efesios es la unidad de la comunidad como cuerpo de Cristo: un sólo Señor, una sola fe y un solo bautismo, que fundamenta su unidad en Dios como Padre de todos.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

EVANGELIO DOMINGO 28-07-2024 SAN JUAN 6, 1-15 XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

                                          Es palabra del Señor

REFLEXION

 El evangelio de hoy está tomado de San Juan. Sabemos que el c. 6 es una de las obras maestras de la teología y la catequesis de San Juan, y por ello se ha escogido este capítulo, que se nos servirá en cinco domingos para que la comunidad pueda enriquecerse con esta alta y hermosa catequesis del pan de vida. Hoy se nos lee el milagro ( el signo, mejor) de la multiplicación, que sirve de introducción a toda la reflexión posterior.  Es uno de los signos con los que está elaborada la narrativa del evangelio de Juan y que ha sido muy comentada entre los especialistas. En realidad es el que más semejanzas tiene con los relatos de la multiplicación de los panes de los sinópticos (cf Mc 6,30-44; 8,1-10), aunque nos propone algunos detalles que pueden servir muy bien a la teología propia de este evangelista.

 Estaba cercana la Pascua, la gran fiesta judía, lo que enmarca muy bien las pretensiones teológicas del evangelista. De hecho, hay algunos elementos que nos recuerdan momentos de la vida del pueblo en el desierto: las penurias, el hambre, la intervención de Moisés, el maná… Jesús pregunta a sus discípulos qué pueden hacer con tanta gente como les sigue e inquiere cómo darles de comer. Es como el relato de Eliseo de la primera lectura; y Andrés, uno de los primeros discípulos, señala, no inocentemente, a alguien que tiene como un tesoro en aquella situación: cinco panes y dos peces ¿se los puede guardar para sí? ¡No es posible!. Vemos que la solución del dinero para comprar pan para todos es imposible, porque el dinero muchas veces no es la solución del hambre en el mundo.

 El milagro de Jesús consistirá precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se saca de la nada, sino de poco (aunque para aquél joven es mucho). Pero el joven no se lo ha guardado para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan sea compartir la vida. La gente vio a Jesús como un profeta (otra referencia al texto de Eliseo) y considerando que querían hacerlo rey por este gesto extraordinario se marcho a la soledad. Lo que vendrá después será una reflexión de la teología de cómo Dios comparte su vida con nosotros, por medio de Jesucristo. ¿Es posible decir muchas más cosas de este relato o signo milagroso? No es útil hacer grandes alardes de tipo histórico sobre cómo han nacido este tipo de relatos de la multiplicación de los panes y qué hecho concreto y memorable sustenta una narración o una tradición como esta.

 En este caso de Juan sabemos muy bien que a las pretensiones del evangelista, como es su costumbre, este “signo/sêmeion” (él no les llama milagros) le sirve de base y de apoyo para construir el extraordinario discurso del pan de vida, como el maná que viene del cielo, que ha de leerse en domingos sucesivos, y que vine a continuación de nuestro relato. Todas las aportaciones originales o difíciles que se han dado sobre el particular no nos llevaría ni a solucionar la historicidad de este tipo de hechos, ni a remediar el hambre en el mundo. Pero sí hay una cosa clara: sea así o de otra manera lo que sucediera en un hecho memorable de Jesús, entre sus discípulos y las gentes que le seguían, el hambre no se arregla con milagros ni con dinero. El camino es, como el texto lo pone de manifiesto: compartir lo que se tiene en beneficio de todos. ¿Podría ser de otra manera? ¡desde luego que no! La Iglesia y la humanidad entera están llamadas a “reproducir” este milagro, este “signo” del compartir, entre tantos grupos y tantos pueblos que no pueden comer ni pagar la deuda que los empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de nuestro relato no tendría sentido hoy. La “apologética” del poder divino y extraordinario de Jesús o de Dios no daría de comer a tantos que hambrean lo necesario.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)