4/7/24

EVANGELIO VIERNES 05-07-2024 SAN MATEO 9, 9-13 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».

                                    Es Palabra del Señor

REFLEXION

La lectura del evangelio de hoy nos presenta dos escenas relacionadas entre sí. La primera de ellas es la llamada a Mateo (v.9) y la otra, una comida de Jesús con los publicanos y pecadores que provoca una controversia con los fariseos (vv 10-13).

La primera escena sigue el esquema de una vocación o llamada ya utilizado con los primeros discípulos. Jesús “ve”, “dice”, para señalar que la iniciativa de la llamada parte de él. Del llamado a su seguimiento se nos indica su nombre (que en Marcos y Lucas es Leví), y su actividad o profesión: recaudador de impuestos. Los publicanos eran los encargados de recaudar impuestos para Roma obteniendo el mayor beneficio posible a costa de una gestión en muchos casos fraudulenta, de ahí que no fueran aceptados por la gente. La llamada de Jesús a un publicano resultaba provocadora. El imperativo: Sígueme, en presente está indicando una acción continuada, no de ese momento específico, sino que Jesús lo está invitando a un discipulado más duradero, para toda la vida. Igualmente llama la atención, la respuesta de Mateo que, dejando su trabajo habitual, se levantó, y se dispuso a recorrer el camino de seguimiento del Maestro.

La segunda escena sitúa a Jesús entorno a la mesa con publicanos y pecadores. La narración nos acerca a un espacio de comensalidad, dónde todas las personas son incluidas. Los fariseos van a comenzar esta controversia con una pregunta a los discípulos acerca de con quienes come su Maestro. En el judaísmo había personas con las que no se podía compartir la mesa, bien por su forma de actuar (publicanos y pecadores), por su condición social (ciegos, cojos, etc); o por su raza. Todo ello los excluía de la comunión con los miembros del pueblo elegido.

Aunque la pregunta estaba dirigida a sus discípulos, es el mismo Jesús quien responde a los fariseos a quienes ha escuchado murmurar sobre él. Y lo hace en tres tiempos: el primero de ellos con una especie de refrán: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”, a continuación, con una cita de la Escritura del profeta Oseas 6,6: “Misericordia quiero y no sacrificios”, y por último con una consecuencia sobre su misión: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Jesús no ha venido a separar a nadie sino a curar y sanar las heridas de la humanidad.  Sentarse a la mesa habla mucho de identidad, de proyectos comunes, de comunión de vida con todo ser humano. Podríamos preguntarnos alguna vez ¿con quienes nos sentamos a la mesa?  ¿a qué somos llamados/as?

Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo

3/7/24

EVANGELIO JUEVES 04-07-2024 SAN MATEO 9, 1-8 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO





En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
«Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
«¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se puso en pie y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

                           Es palabra del Señor

REFLEXION

Esta frase del Señor al paralítico nos dice el Evangelio que escandalizó a muchos de los presentes… Lo que no nos dice es qué efecto causó al paralítico y, sin embargo, estoy convencido que fue ya determinante para él que le llamara “hijo” y que le perdonara sus pecados… Y es que Jesús interviene con la fuerza del Padre en la historia de esta persona y lo llama, desde la oscuridad del mal y el sinsentido, a la luz de la Bienaventuranza.

Esta Revelación de Dios en la historia de una persona y de una comunidad que la presenta precede al milagro físico. Con Jesús Dios entra en nuestra historia paralizada por el mal y el pecado y nos anima a convertirnos. Y es que el mal, las “estructuras de pecado” que diría San Juan Pablo II, nos atenazan y no nos dejan vivir ni caminar. Jesús ha venido para dar de nuevo vigor a nuestras piernas, a nuestros corazones, en la Misión del Reino.

La Iglesia es quien nos presenta al Señor que viene por el camino de nuestra vida y prepara, mediante los sacramentos, nuestro corazón para el encuentro y la palabra de ánimo de Jesús que, de seguro, ya resuena entre otros tantos sonidos que nos rodean y dispersan. La clave está en reconocerle y que nuestras piernas experimenten la fuerza para levantarnos, seguirle en la Misión que nos encomiende.

«La pereza es un pecado feo, puede afectar a cada hombre: es vivir porque es gratis el oxígeno, el aire, es vivir siempre mirando a los otros que son más felices que yo, vivir en la tristeza, olvidar la alegría. Es un pecado que paraliza, nos hace paralíticos. No nos deja caminar. A nosotros Jesús hoy nos dice: Levántate, toma tu vida como es, bonita, fea, como sea, tómala y ve adelante. No tengas miedo, ve adelante con tu camilla — “Pero, Señor, no es el último modelo…” — ¡Pero ve adelante! ¡Con esa camilla fea, quizá, pero ve adelante! Es tu vida, es tu alegría».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de marzo de 2017, en santa Marta)

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)

 

2/7/24

EVANGELIO MIERCOLES 03-07-2024 SAN JUAN 20, 24-29 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

                              Es palabra del Señor

REFLEXION

Hoy la Iglesia celebra la Festividad del Apóstol Tomás, apodado Dídimo o el mellizo.

Como bien nos indica la carta a los Efesios 2, 19-22 que hoy leemos, “estamos edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”, y por eso nos vamos a detener en la figura del apóstol Tomás, sin olvidar nunca que “la piedra angular es el mismo Cristo Jesús”.

Varias son las intervenciones de Tomás en el Evangelio, pero nos fijaremos en la que se nos relata en Juan 20 la escena de su incredulidad, que tuvo lugar ocho días después de la Pascua. Sus palabras lo delatan, a la vez que en el fondo ponen de manifiesto la convicción de que a Jesús ya no se le debe reconocer por el rostro, sino más bien por las llagas «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20, 25). Tomás considera que los signos distintivos de la identidad de Jesús son ahora sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto nos ha amado.

A la interpelación de Jesús: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20, 27). Tomás reacciona con la profesión de fe más espléndida del Nuevo Testamento: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 28).

San Agustín comenta: Tomás «veía y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, a quien ni veía ni tocaba. Pero lo que veía y tocaba lo llevaba a creer en lo que hasta entonces había dudado» (In Iohann. 121, 5). El evangelista prosigue con una última frase de Jesús dirigida a Tomás: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29).

Muy acertadamente escribió el Papa Benedicto XVI: “esta frase puede ponerse también en presente: «Bienaventurados los que no ven y creen». En todo caso, Jesús enuncia aquí un principio fundamental para los cristianos que vendrán después de Tomás, es decir, para todos nosotros. Es interesante observar cómo otro Tomás, el gran teólogo medieval de Aquino, une esta bienaventuranza con otra referida por san Lucas que parece opuesta: «Bienaventurados los ojos que ven lo que veis» (Lc 10, 23). Pero el Aquinate comenta: «Tiene mucho más mérito quien cree sin ver que quien cree viendo» (In Johann. XX, lectio VI, § 2566)”.

Y nosotros ¿somos de los que necesitan ver, sentir, experimentar algo para creer o nos basta con la Palabra de Jesús?

Pues que santo Tomás nos alcance de Dios esta fe fuerte, recia que no necesita de ver para creer y eso nos haga felices y nos lleve a proclamar esa Buena Nueva al mundo entero (cf. Salmo 116).

None Monasterio Sancti Spiritus - MM. Dominicas

1/7/24

EVANGELIO MARTES 02-07-2024 SAN MATEO 8, 23-27 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
Él les dice:
«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:
«¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

                             Es palabra del Señor

REFLEXION

Todos sabemos, aunque algunos no tengamos experiencia, la dificultad de los pequeños barcos, de las lanchas, cuando en el mar se suscita una tormenta. Es lógico el miedo, la preocupación y la angustia. Todos sabemos cómo el Mediterráneo se está convirtiendo en un gran cementerio de personas, que, en condiciones infrahumanas, quieren tener una vida mejor y no llegan al destino.

En el Evangelio de hoy vemos cómo los discípulos se sienten angustiados, con miedo, por doble motivo: uno, la tormenta que les inquieta y les preocupa, otro, porque Jesús duerme y da la impresión de que no quiere enterarse. ¿Cuál de las dos será la que el Evangelista querrá resaltar? Por la respuesta que da Jesús, yo me inclino, por el segundo. Para vencer la tempestad sabían ellos más que Jesús.

Yo, he desarrollado mi ministerio pastoral en una parroquia cuyo templo tenía forma de barco. El arquitecto, en pleno Concilio, la ideó  así, como una barca que tenía que navegar  a través de las calles de la ciudad. Tiene mucha luz, que como en el mar, entra de arriba y por abajo.

En mi actividad pastoral y, a la hora de explicar la estructura del templo, les explicaba el sentido de Iglesia como una barca, donde Jesús no duerme, sino que está presente. Y les decía que, cuando falla su presencia en la comunidad parroquial, ésta sucumbe ante las dificultades. No hay que olvidar que Jesús está con la comunidad y en medio de ella. Nos acompaña, y esa compañía provoca confianza, amor, sentido comunitario, ánimo, ilusión, esperanza y, sobre todo, sostiene a la comunidad.

La barca de la Iglesia hoy, da la sensación, que algunas veces olvida a Jesús. Se mira mucho a sí misma y deja de lado a Jesús. Parece no ser Él el centro de la comunidad, el importante, el guía y maestro, aquel que quita los miedos y nos ayuda ante las dificultades, pues las tenemos.

Pidamos hoy a Jesús que nos acompañe, nos siga instruyendo con su Palabra y que los seguidores de Él no recibamos la reprimenda ¿Qué os pasa? ¿Es que no tenéis fe? ¿Es que no confiáis en mí?. No os preocupéis, yo estoy siempre con vosotros, pero dejaros instruir. Aurrera- Adelante. Con Jesús hacemos Iglesia de Jesús.

Fr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)