En este domingo, último del mes de julio, nos encontramos prácticamente en el ecuador del verano. En la celebración de la Eucaristía se nos brinda una nueva ocasión de proclamar, acoger y reflexionar la Palabra de Dios, que siempre nos interpela y aporta dimensiones nuevas y necesarias para nuestra vida creyente.
Durante cinco domingos vamos a leer casi en su totalidad el capítulo 6 del evangelio de San Juan. Debemos estar muy atentos porque este evangelista usa muchos símbolos. Hoy se nos presenta la narración de la multiplicación de los panes y los peces.
El evangelista san Juan subraya como ningún otro, el carácter eucarístico de la multiplicación de los panes. Para las primeras comunidades cristianas la Eucaristía no era solo el recuerdo de la vida, la muerte y la resurrección del Señor; era también una anticipación de la fraternidad del Reino de Dios. Toda eucaristía ha de estar orientada a crear fraternidad.
No podemos escuchar el evangelio cada domingo sin reaccionar a las llamadas del Señor. No podemos pedir al Padre “el pan nuestro de cada día” sin acordarnos de tantos y tantos que tienen enormes dificultades para conseguirlo cada día. En definitiva, no podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios; más humanos y más hermanos.