La lectura del evangelio de hoy nos presenta dos escenas relacionadas entre sí. La primera de ellas es la llamada a Mateo (v.9) y la otra, una comida de Jesús con los publicanos y pecadores que provoca una controversia con los fariseos (vv 10-13). La primera escena sigue el esquema de una vocación o llamada ya utilizado con los primeros discípulos. Jesús “ve”, “dice”, para señalar que la iniciativa de la llamada parte de él. Del llamado a su seguimiento se nos indica su nombre (que en Marcos y Lucas es Leví), y su actividad o profesión: recaudador de impuestos. Los publicanos eran los encargados de recaudar impuestos para Roma obteniendo el mayor beneficio posible a costa de una gestión en muchos casos fraudulenta, de ahí que no fueran aceptados por la gente. La llamada de Jesús a un publicano resultaba provocadora. El imperativo: Sígueme, en presente está indicando una acción continuada, no de ese momento específico, sino que Jesús lo está invitando a un discipulado más duradero, para toda la vida. Igualmente llama la atención, la respuesta de Mateo que, dejando su trabajo habitual, se levantó, y se dispuso a recorrer el camino de seguimiento del Maestro. La segunda escena sitúa a Jesús entorno a la mesa con publicanos y pecadores. La narración nos acerca a un espacio de comensalidad, dónde todas las personas son incluidas. Los fariseos van a comenzar esta controversia con una pregunta a los discípulos acerca de con quienes come su Maestro. En el judaísmo había personas con las que no se podía compartir la mesa, bien por su forma de actuar (publicanos y pecadores), por su condición social (ciegos, cojos, etc); o por su raza. Todo ello los excluía de la comunión con los miembros del pueblo elegido. Aunque la pregunta estaba dirigida a sus discípulos, es el mismo Jesús quien responde a los fariseos a quienes ha escuchado murmurar sobre él. Y lo hace en tres tiempos: el primero de ellos con una especie de refrán: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”, a continuación, con una cita de la Escritura del profeta Oseas 6,6: “Misericordia quiero y no sacrificios”, y por último con una consecuencia sobre su misión: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Jesús no ha venido a separar a nadie sino a curar y sanar las heridas de la humanidad. Sentarse a la mesa habla mucho de identidad, de proyectos comunes, de comunión de vida con todo ser humano. Podríamos preguntarnos alguna vez ¿con quienes nos sentamos a la mesa? ¿a qué somos llamados/as? |