El Evangelio, no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Ha de salir y desplegarse para llevar la Buena Noticia a todas las gentes. El Reino exige decisiones tajantes. No se extrañen, pues, ante una persecución que aunque injusta, es previsible; como fue la del Maestro.
Jesús, nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable. Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades, sabiendo que los contratiempos no pueden anular tu ser. Dios no es garantía de que todo va ir bien, sino la seguridad de que El estará ahí en todo caso.
En este capítulo 10 de Mateo, encontramos este gran discurso apostólico en el que Jesús envía a sus discípulas y discípulos a anunciar la Novedad del Reino, que comenzó con Él y que ahora es el momento de sus seguidores: “Mirad que os envío…” Él, es el punto de partida de entonces y de ahora.
Es importante recordar cuál fue la experiencia que puso en marcha esta evangelización, que nosotras veintiún siglos después, queremos impulsar y actualizar. Podemos decir que, en contacto con Jesús se experimenta a Dios como Padre, amigo de la vida y del ser humano. En Jesús experimentamos la nueva humanización de Dios.
Pero hay algo que no debemos olvidar. Sin Testigos no es posible transmitir la experiencia de Dios vivida en Jesús de Nazaret. Por eso cuando Jesús envía a sus discípulas y discípulos anunciar la Buena Noticia, no les da la orden de transmitir una doctrina, no les encomienda el desarrollo de una organización religiosa. Los llama y los envía a ser testigos de una experiencia nueva, de una vida transformada por el Espíritu.
En estos momentos de la historia, para ser un testigo, discípulo y apóstol de la Buena Nueva de Jesús, se necesita tener una presencia y lenguaje nuevo, inclusivo, tolerante y lleno de esperanza en un mundo tan diverso, plural y desesperanzado.
Jesús es nuestra referencia.