El evangelio de hoy comienza diciendo: “En aquel tiempo, lo fariseos, al salir, planearon el modo de acabar con Jesús”. Esta postura de los fariseos viene después de que Jesús realizara una curación en sábado. Apoyándose en que el sábado era sagrado, los fariseos sostenían que, por honrar a Dios, no se podían hacer ciertas cosas en sábado, como por ejemplo curar la mano seca de un hombre. La enseñanza de Jesús era clara y contraria a la de los fariseos: Si se puede hacer un bien a una oveja “¡Cuánto más vale un hombre que una oveja: Lícito es, por tanto, hacer bien en sábado”. Después de esta curación, vemos que Jesús no busca el enfrentamiento con los fariseos, “se marchó de allí, donde quedaron los fariseos, y muchos lo siguieron”. Y “no porfiará, no gritará, no voceará por las calles”, y pedirá a los curados que no “le descubran”. Pero vendrán otros momentos, “cuando llegue su hora”, donde Jesús anunciará su buena noticia abiertamente allí por donde pase, sabiendo que sus enemigos le pueden llevar a la muerte. Pero entonces no se callará, no puede callarse, pues ha venido hasta nosotros a ofrecernos, junto con su amistad, su evangelio, la mejor noticia que puede ofrecer a los hombres para que encuentren el sentido, la alegría de vivir que siempre van buscando. |