Muy importante saber dónde apoyamos nuestra vida, a qué damos más importancia para encontrar el sentido y la felicidad que todos siempre vamos buscando. La persona que dialoga con Jesús, en el evangelio de hoy, está preocupada por la herencia que le corresponde con su hermano y que han de repartir. Algo que parece que su hermano no está dispuesto a hacer. Por lo que dice a Jesús que pida a su hermano que cumpla con esa obligación hereditaria. Porque en ello parece que le va la vida. Cree que su vida depende del dinero y los bienes materiales.
Jesús aprovecha esta ocasión para recordar a su interlocutor y a todos nosotros que “aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y lo ilustra con la parábola del hombre rico que tuvo una gran cosecha acumulando más y más bienes, creyendo que así tendría la vida resuelta y gozar de ella. Por eso, se dijo: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero esa misma noche Dios le pidió su vida, y le llegó la muerte sin ser rico ante Dios.
De lo que se trata, sin descuidar la vida material, es de ser rico ante Dios, que es lo mismo que adentrarse por los caminos que nos señala Jesús, los que nos llevan a la felicidad parcial en esta vida y la total después de nuestra muerte. Esos caminos, bien los sabemos, son los caminos del amor, del perdón, de la entrega, de la sencillez, de la limpieza de corazón, de la amistad con Dios y los hermanos…algo que no llena la cartera de dinero pero sí el corazón de la felicidad deseada.