En este fragmento del evangelio de Marcos, se nos presenta el episodio de Bartimeo, ciego de nacimiento, que, según nos expresa el evangelista, se encontraba al borde del camino, es decir, excluido de la sociedad, pues su ceguera física incluía también una ceguera espiritual, de la que quería salir, por todos los medios, para salir de sus tinieblas. Al enterarse que pasaba Jesús, grita con fuerza y, aunque muchos querían sofocar sus gritos, él insiste y grita más fuerte para que Él lo escuche.
El intento de sofocar el grito se puede considerar como falta de fe, cosa que Bartimeo tenía en demasía. Jesús se da cuenta de que el ciego lo reclama y lo hace llamar. Bartimeo da un salto para acudir al Mesías pues no le importa el miedo al vacío que le provoca su ceguera; ante la llamada acude sin miedo a nada, pues es Jesús quien le invita, y cuando le pregunta qué puede hacer por él, responde “Rabbuní” que pueda ver, es decir, ayúdame a salir de las tinieblas y saborear la luz maravillosa que Tú me puedes dar, y Jesús le afirma que es su fe la que lo ha curado.
El gentío acompañaba a Jesús, pero Bartimeo lo “seguía” por el camino, dejándolo todo para seguir a quien le ha facilitado la Luz verdadera.
Todo este episodio nos cuestiona y nos impulsa a que intentemos salir de la oscuridad, que no nos conformemos y soportemos la situación, que si es necesario gritar hasta lo indecible, debemos hacerlo y sentirnos con ánimo para buscar la Luz verdadera, la que nos va a aportar confianza y estímulo para, como Bartimeo, seguir a Jesús siendo anunciadores de su “Buena Noticia”.
¿Nos dejamos influenciar por la “no fe” que nos rodea, para no anunciar le verdad de Jesús?
¿Somos capaces de saltar como Bartimeo ante la llamada de Cristo?
¿Acompañamos o seguimos realmente a Jesús y somos sus testigos en el mundo?