Es palabra del Señor
REFLEXION
De nuevo, después de comer, con los suyos, y a orillas del lago de Tiberiades, surge o más bien Jesús provoca un diálogo con Simón Pedro.
Dejamos los estudios de exégesis que se centran en las tres formas de pregunta y respuesta en el diálogo de Jesús y Pedro. El contexto, en el que se encuadra este diálogo lo sabemos bien, lo hemos venido recordando y nos ha iluminado toda la semana de pascua. Jesús sorprende a los suyos, y a nosotros, les abre los ojos del corazón y le descubren, aunque con otra apariencia física, pero con signos evidentes de que es El. “Señor y Dios mío” (Jn 20,28) manifiesta un incrédulo Tomás. “Es el Señor” (Jn 21,7) y corre a su encuentro, a través de las aguas, un impetuoso Pedro. “¿no ardía nuestro corazón…?” (Lc 24,32) Se preguntan los de Emaús.
Pero me voy a referir al contexto no tan inmediato a esta escena de nuestro texto. “no conozco a ese hombre” (Mt 26,72) contesta Pedro que, con anterioridad había dicho a Jesús,” aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (Mc 14,31).
El hecho de negar Pedro a Jesús no pasa desapercibido en ninguno de los evangelios, lo destacan como un hecho relevante. Para nosotros, a través de estos textos, Pedro nos reconcilia con nuestra propia fragilidad. A pesar de nuestros arranques de generosidad, de nuestros buenos deseos y propósitos también somos capaces de caer ante la más insignificante propuesta o cualquier viento que sople en contra, hace tambalear nuestras convicciones,
Jesús, en este maravilloso diálogo, después de celebrar la comida de la fraternidad, le da a Pedro la posibilidad de reconciliarse consigo mismo. Jesús le da la oportunidad de una triple confesión de amor que borre la triple negación. Y Pedro, impulsivo, capaz de dar la vida por Jesús con viento favorable, confiesa mucho más humilde. Señor “Tú lo sabes todo, sabes que te amo”
Jesús le confiere una autoridad, como cabeza de la Iglesia, pero sólo después de establecer con Él, el principio más importante de toda autoridad, de todo servicio, el amor con el que se debe de gobernar, el amor con el que se debe de cuidar a los que se ha confiado, estén en un lado o estén en otro. La autoridad desde la Iglesia y ante cualquier ejercicio de autoridad sólo se sostiene desde el Amor.
Señor, que sepamos escucharte, limpia nuestros oídos de tanto ruido como nos envuelve, deja sitio en nuestro corazón para que resuene allí tu voz y nos abramos al diálogo contigo. Oigamos que, llamados por nuestro nombre, podamos responder, si Tu sabes todas las cosas, sabes de mi fragilidad, pero estoy contigo en un proyecto que es el Tuyo, hacer de este mundo, el mundo que tú quieres, adherirme a tu programa de vida que tú me propones. Crear fraternidad allí donde me encuentre. Gracias Señor por Tu Palabra.
¿Cómo es mi respuesta?