Es palabra del Señor
REFLEXION
Conmovedor, enternecedor ver a Cristo pidiendo por nosotros. Por ti, por mí, por todos. Invocando al Padre, poniéndonos en sus manos, encomendándonos a Él. Solo un amigo con mayúsculas se preocupa tanto por los suyos. Y Jesús pide al Padre para nosotros lo mismo que Él ya tiene: la unidad con Dios, la unidad entre nosotros, la unidad y la Gloria compartida.
Una sola Iglesia, un mismo corazón. Las divisiones debilitan, destruyen, solo permaneciendo en unidad una empresa, un objetivo, un trabajo llega a buen fin. Y si esa unidad es en el Amor, en el Corazón, el éxito está garantizado. Y la Salvación del Mundo es la mayor empresa, la más colosal. Para eso vino Cristo al Mundo: para que se salvara del pecado. Y para ello se valió en primer lugar de los Doce, ellos serían los encargados de dar a conocer en primer lugar la Buena Nueva y detrás de ellos todos aquellos discípulos que fueron creyendo en la Palabra. Y así hasta hoy.
En esta impresionante oración Jesús le pide al Padre que nos tenga el mismo amor que le tiene a Él y lo hace poniéndose de valedor nuestro, rogando a Dios que nos ame igual que le ama a Él ¿No es emocionante? ¿No es para estar dándole gracias a todas horas? Este amor que Cristo nos tiene culminará en el Gólgota, en la Cruz, algo que a veces, por conocido, podemos no valorar en su grandeza y generosidad. “Nadie ama tanto como el que da su vida por sus amigos” Y Jesús la dio pero también pidió al Padre que nos amara hasta el infinito aún en los peores momentos: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Correspondamos a Jesús con la unidad, con el ser uno solo con Él, olvidando rencillas, puntos de vista y divisiones que no llevan a nada. Pongamos en práctica lo que tantas veces recitamos en el Credo: que creemos en Una Santa Iglesia Católica.