Es palabra del Señor
REFLEXION
El contexto del pasaje del Evangelio de Juan que hoy escuchamos es la última cena; en ella coloca el evangelista el último discurso de Jesús en forma de diálogo con los discípulos que le acompañan; y, como es habitual en Juan, las palabras del maestro que les dirige no les resulta fácil de entender.
En el versículo 16 de este mismo capítulo, Jesús les había dicho, de manera enigmática para ellos, “Dentro de poco no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”. Es esta afirmación, confusa para los discípulos, a la que el pasaje de hoy quiere dar respuesta.
Es la posibilidad de ausencia de Jesús, ese “dejar de verlo”, que hace referencia a su muerte próxima, la causa de la profunda tristeza entre los suyos; y es necesario revivir esta experiencia de dolor que supuso la cruz, para poder entender qué significa la promesa que Jesús les hace en este pasaje: “También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría”.
Porque la alegría a la que se refiere Jesús, tiene que ver con la “visión” del Señor. No ya de una manera física, sino interior, que surge del encuentro con el Resucitado y de una vida iluminada y guiada por su Espíritu que nos habita y habita nuestro mundo.
Es una alegría, como proclama uno de los himnos de la Pascua, “dada a luz en el dolor” como hoy expresa la imagen de los dolores de parto de la mujer, quien en el momento del nacimiento del hijo, es tal la alegría que siente, que olvida todas las penas del parto.
Junto con la alegría, se les promete a los discípulos un conocimiento pleno: ya no será necesario hacer preguntas. La presencia del Espíritu les guiará a la verdad plena.
Acojamos en este tiempo Pascual la promesa que Él nos hace; que nos permita vivir unidos a Él los acontecimientos de cada día, porque Él es la fuente de una alegría que nadie nos podrá quitar.