5/10/24

DOMINGO 10 DE OCTUBRE: VIGESIMO SEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





El evangelio de hoy se sitúa en la última etapa del camino hacia Jerusalén. En esta sección nos presenta tres enseñanzas: sobre el matrimonio, sobre la actitud ante los niños y sobre las riquezas. El evangelio de hoy abarca las dos primeras enseñanzas.

La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio se nos ofrece con motivo de una de las múltiples controversias de Jesús con los fariseos.

Más allá de la habilidad dialéctica que demuestra Jesús en su diálogo con los fariseos, Jesús nos propone considerar ante una crisis matrimonial el proyecto creacional de Dios sobre el ser humano, basado en el amor y en la fidelidad durante toda la vida.

En una época en la que son frecuentes los divorcios y separaciones, es bueno recordar el proyecto de Dios sobre el ser humano y su comunión de vida en el matrimonio. Quizá en muchos casos puede ser un buen referente para ayudar a superar crisis y conflictos de convivencia.

Fr. Antonio Gómez Gamero O.P.
Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)

LECTURAS DEL DOMINGO 06-10-2024 ; XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del Libro del Génesis 2, 18-24

El Señor Dios se dijo:
«No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».

Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.

Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase.

Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne.

Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.

Adán dijo:
«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer», porque ha salido del varón».
Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

                                              Es palabra del Señor

Salmo

Sal. 127, 1-2. 3. 4-5. 6 R: Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! R/.



Segunda Lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11

Hermanos:
Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos.

Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.

El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

                               Es palabra del Señor

REFLEXION

  • Iª Lectura: Génesis (2,18-24): Amor verdadero frente a la soledad

 El relato de Génesis 2,18-24 -desde una cultura religiosa de la época, por lo tanto, no de manera científica-, nos diseña la aparición de la pareja humana. Y debemos recalcar ese verbo “diseñar”, porque no se trata de otra cosa. Es la mano de Dios la que lo hace y la que permite un diseño de amor. El creador de este relato –o una escuela catequética que llamamos «yahvista», porque desde el principio le da a Dios el nombre propio de Yahvé, que aparecerá con Moisés-, parte de la experiencia humana, de eso que se ha llamado la media naranja, y que responde a una cultura bien determinada del Oriente. Pero por encima de las imágenes casi infantiles en que se expresa el relato, se nos ofrece un mensaje que es muy digno de mérito en este tiempo de reivindicaciones de la dignidad humana, de la mujer y de los pequeños.

 El hombre, el varón, no es nada sin la mujer; es o sería la pura soledad. Dios, lógicamente, no ha creado a la mujer del hombre, sino que es una forma de poner de manifiesto que tienen la misma dignidad y mutuamente encuentran en el diálogo, en el afecto, en el amor, lo que en Dios es pura unidad de paternidad y maternidad a la vez. Eva, como Adán, son nombres genéricos, no significan una pareja exclusiva al principio de la humanidad. Dios, pues, ha comprometido todo su ser en la creación del hombre y la mujer, de la humanidad, que han de unirse en amor creador de paternidad y maternidad, para que este mundo sea ámbito de felicidad.

  • IIª Lectura: Hebreos (2,9-11): El Hijo que viene a ser “nuestro hermano”

 El texto de la segunda lectura, de la carta a los Hebreos (2,9-11), es la conclusión de un himno con que comienza esta famosa carta neotetamentaria. Precisamente en ese himno se había puesto de manifiesto la grandeza de Cristo, lo que se llama su preexistencia, porque estaba junto a Dios, es el Hijo de Dios. Sin embargo, el autor de la carta quiere acercar este Hijo de Dios a los hombres, hasta ponerlo a nuestra altura (un poco inferior a los ángeles) para que sintamos en él la fuerza de nuestro hermano.

 En la fe cristiana es tan importante confesar a Jesús como Hijo de Dios, que como hermano nuestro, que se compadece de nosotros y da la vida por nosotros. Su muerte en favor de toda la humanidad nos habla de la solidaridad de Dios con nosotros, como se había comprometido a ello desde la misma creación. El, Jesús, es el que nos ha abierto el camino de la salvación.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)
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EVANGELIO DOMINGO 06-10-2024 SAN MARCOS 10, 2-16 XXVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».

Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?».

Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».

Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

                               Es palabra del Señor

REFLEXION

 El evangelio de hoy nos muestra una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel) y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final, alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.

 Pero a Jesús no se le está preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En nombre de Dios? ¡De ninguna manera!

 Por ello, todas las leyes y tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también. Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


4/10/24

EVANGELIO SABADO 05-10-2024 SAN MATEO 7, 7-11 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!».

                                    Es palabra del Señor

REFLEXION

“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”

Ante estas palabras  de Jesús, donde nos invita a pedir, buscar y llamar, sin olvidar las otras dos, nos solemos fijar principalmente  en la primera: “Pedid y se os dará”, entre otros motivos porque tenemos conciencia de pedir algunas cosas al Señor que no nos concede.

Una cierta explicación es la siguiente: Jesús está dispuesto a concedernos todo lo que le pidamos si está en consonancia con su evangelio… pero no siempre nuestras peticiones van en esa línea.

Por otro lado, y para que nuestra peticiones no se queden en algo pasivo, Jesús nos invita a conjugar otros dos verbos bien activos. Nos invita a que no nos quedemos con los brazos cruzados, sino que busquemos y que hagamos el esfuerzo de poner todo lo que está de nuestra parte en buscar aquello que pedimos. En la misma línea está la actitud de llamar… debemos llamar para que se nos abran las puertas donde se encuentra lo pedido y deseado.

Hagamos caso, una vez más, a Jesús, nuestro Maestro, y pidámosle que nos ayude a conjugar siempre unidos estos tres verbos: pedir, buscar y llamar en relación con el evangelio.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

3/10/24

VIERNES 04 DE OCTUBRE : SAN FRANCISCO DE ASIS

 





Diácono italiano que vivió en el siglo XIII.Después de una juventud inquieta y mundana, se convirtió a una vida religiosa de completa pobreza, fundando la orden mendicante de los Hermanos Menores, comunmente llamados franciscanos, que renovaron el catolicismo de su tiempo. Es conocido también por su trabajo por la paz y por el amor a la naturaleza.

Infancia y juventud

San Francisco nace en Asís, ciudad de la Umbría italiana, en 1181 ó 1182. […] Siendo niño fue enviado a la escuela canonical de San Jorge, en su Asís natal, donde aprendió a leer y escribir. […] En la primavera de 1198, cuando Francisco contaba con 16 años, los ciudadanos de Asís se sacudieron el dominio del poder imperial, derribando el castillo que domina desde lo alto sobre la ciudad, y dos años más tarde la ciudad se declaró municipio «comune» libre. […] En 1202 Asís se enfrentó con la ciudad vecina de Perusa, refugio de la vieja nobleza asisiense. El ejército popular de Asís fue derrotado, y Francisco, que tomó parte con él en la guerra, fue hecho prisionero, teniendo que permanecer en la cárcel aproximadamente un año, hasta que, pagado el rescate, fue liberado. La prisión minó su salud y tuvo que guardar cama durante una larga temporada. Fue para él un tiempo de silencio y reflexión.

La conversión

Poco a poco, en el silencio contemplativo y a través de diversos gestos, como el intercambio de vestidos con un pobre para pedir limosna a las puertas de San Pedro en Roma, fue descubriendo una realidad que aún no había visto o que no se había atrevido a mirar cara a cara: la del hombre como hermano, que se le daba a gustar sobre todo en la enfermedad, la marginación y la pobreza, que la nueva cultura y sociedad urbana, nacidas del enriquecimiento de los comerciantes y dominadas por el capital, parecían aumentar sin cuento y agudizar la situación de desamparo de quienes las padecían.

Un hecho determinante en este proceso de cambio fue su encuentro con los leprosos. […] Fue esta experiencia la que él eligió en su testamento para definir su conversión, y con ella lo comienza: «El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues, como estaba en pecado, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de ellos, lo que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo. Y, después de un poco de tiempo, salí del mundo». Era el año 1205.

A continuación el santo pasó un período de búsqueda, de algo más de dos años, viviendo corno eremita, primero, y como penitente, después. […]

Un día que oraba en la ermita de San Damián sintió en su espíritu que Cristo, desde la cruz, le llamaba por su nombre y le decía: «Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala». Y creyendo que lo que se le pedía era la restauración de la vieja y ruinosa ermita, puso manos a la obra. Y después de esta ermita vino otra, y luego otra.

En este período de su proceso de búsqueda los biógrafos colocan su renuncia a los bienes paternos. Demandado ante el obispo de Asís por su padre que, desencantado y defraudado por la vida de su hijo —tan poco conforme con sus sueños de rico comerciante—, no podía soportar su vida de mendigo, entre los leprosos, y que dispusiera con esplendidez de los bienes familiares en favor de los pobres y las iglesias abandonadas, Francisco renunció públicamente no sólo a los bienes paternos de que pudiera disponer, sino hasta a sus mismos vestidos, que se quitó y, desnudo, entregó a su padre.

El paso decisivo y clarificación definitiva sobre cuál había de ser su camino tuvo lugar en 1208, cuando, tomando parte en la celebración de la Eucaristía en la iglesita de Santa María de los Ángeles, la «Porciúncula» —una capilla de campaña por él restaurada, perteneciente al monasterio benedictino de la ciudad—, oyó leer el Evangelio del envío de los setenta y dos discípulos a predicar. «Terminada la misa —escribe el biógrafo Celano—, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el Evangelio... Al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón, ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: "Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo de mi corazón anhelo poner en práctica». Acababa de descubrir lo que el Señor esperaba de él: reparar su Iglesia mediante el retorno a la pureza del Evangelio, viviendo en el seguimiento de la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo», como servidor humilde a quien nadie teme, y anunciando a todos el evangelio de la paz y la fraternidad.

Los inicios de su fraternidad

No tardaron en llegarle compañeros. Lo que parecía ser un proyecto de vida en solitario hubo de abrirse a los que querían compartir su vida. […] En breve tiempo vio aumentar el número de sus compañeros, con los que dio origen a su fraternidad. […] Eran un grupo espontáneo, igualitario, informal, en el que los que llegan parecían tener una única pretensión: vivir el Evangelio como Francisco, y una única norma: la vida de Francisco.

El aumento numérico de los hermanos, la vida de cada día, con el relativo perfilarse de los objetivos comunitarios, hizo que su voluntad de «vivir según la forma del santo Evangelio» se concretara en algunos principios y normas elementales, como delimitación y configuración del ideal al interior del grupo, e instrumento de iniciación para los nuevos llegados. «Escribió entonces para sí y sus hermanos presentes y futuros -dice Tomás de Celano- con sencillez y pocas palabras, una forma de vida y regla, sirviéndose sobre todo de textos del santo Evangelio, cuya perfección solamente deseaba. Añadió, con todo, algunas pocas cosas más, absolutamente necesarias para poder vivir santamente ("ad conversationis sanctae usum")».

Con esta Regla en sus manos, Francisco y sus primeros doce hermanos se presentaron en Roma, el año 1210, para obtener del papa Inocencio III la aprobación de su Fraternidad y su forma de vida, una aprobación nada fácil, no sólo por la más que probable indefinición de la Regla, sino también porque la fisionomía de su fraternidad se asemejaba demasiado a la de numerosos grupos pauperísticos heréticos, que estaban dando más de un quebradero de cabeza al papa. […] Vencidas las lógicas resistencias, Francisco y sus hermanos consiguieron del papa Inocencio III la aprobación oral de su Regla y fraternidad.

Poco después de su regreso de Roma se establecieron en Santa María de los Ángeles, que se convierte en la cuna de la Orden de los Hermanos Menores, centro de la vida y lugar de encuentro de la fraternidad, y gozará siempre de una especial predilección por parte del santo, que a él pide ser llevado para morir.

En 1212 Francisco recibe en su fraternidad, en Santa María de los Ángeles, a una joven de 18 años, Clara de Asís, hija de una de las familias nobles que el santo había contribuido a expulsar de Asís: su inspiración evangélica encontraba así acogida y expresión propia en el mundo femenino, y una profunda amistad y complementariedad carismática y espiritual unirá a ambos hasta el fin de sus días. La llegada de Clara, a la que se le unieron en seguida compañeras, parece haber obligado a Francisco a perfilar mayormente su proyecto de vida y a redefinirlo en su aplicación a Clara y sus hermanas, desde los supuestos de la vida monástico-contemplativa y de la presencia de la mujer en la Iglesia y en la sociedad del siglo XIII.

La tradición quiere que también en estas fechas, y en el mismo lugar de Santa María de los Ángeles, naciera lo que más tarde se había de conocer como tercera orden franciscana.

Testigo y profeta del Evangelio de la paz

Apenas se reunieron en torno a Francisco los primeros hermanos, los envió de dos en dos a anunciar a los hombres la paz y la penitencia, que fueron siempre, junto con la invitación a la alabanza de Dios, el objeto privilegiado de la predicación del santo, que concibe su misión y la de sus hermanos como una gran campaña por la paz, una cruzada de reconciliación, en una sociedad especialmente desgarrada, violenta e insolidaria.

Él mismo quiso hacerse presente en el corazón de la violencia y de la guerra como mediador e instrumento de paz. […] En 1212, o en el año anterior, el santo quiso llegar hasta Siria llevando el anuncio del Evangelio y dar testimonio de la fe cristiana, pero el mar le devolvió a Italia. En 1213-1214 el santo vino a España con el propósito de llegar hasta Marruecos con idéntico fin, pero una enfermedad le obligó a regresar a Asís.

En 1219 Francisco se embarcaba de nuevo con el propósito de ir entre los «sarracenos». En el mes de julio estaba en Acre, la capital del reino latino de Jerusalén, de donde pasó al campamento cruzado en Egipto, y en una tregua durante el asedio de Damieta, venciendo todo tipo de resistencias, pasó al campamento sarraceno y se encontró con el sultán Malek-Al-Kamil, por quien fue favorablemente acogido.

Por lo general, los distintos testimonios sobre este encuentro o lo sitúan en un contexto de cruzada, o lo inscriben en el marco de la pasión de un hombre que busca el martirio; sin embargo, tras sus afirmaciones y las incongruencias de su testimonio hay un dato incontestable: ni los intereses de la cruzada, ni la búsqueda del martirio por parte del santo dan razón suficiente de los hechos: según dejan entender algunas fuentes, Francisco quiso parar la guerra y convencer a los jefes del ejército cristiano para que aceptaran las condiciones de paz del sultán; y si Francisco quiere ser martirizado —la pasión por el martirio es un signo de los tiempos en la Iglesia de entonces—, no lo es como cruzado, sino como cristiano: su búsqueda del martirio como testimonio de la propia fe es de algún modo su objeción de conciencia, su anticruzada, ante todos aquellos que habían optado por la intolerancia de una guerra santa en uno y otro bando. […]

El viaje de Francisco a Oriente y su encuentro con el Sultán, tal vez fue también determinante para él, para hacerle releer sus deseos de martirio: el martirio que buscaba entre los sarracenos lo encontraría en el día a día de su vida entre los hermanos, en la enfermedad, la contradicción e incluso la marginación, si bien sus biógrafos prefieren colocarlo, por su carácter excepcional, en la estigmatización del monte Alverna.

«En medio de una noche cerrada»

En la primavera o verano de 1220 San Francisco regresó de Oriente, apremiado por diversos desórdenes que, en su ausencia, surgieron en su orden, particularmente el multiplicarse de los hermanos que vivían al margen de la obediencia, y los cambios que los vicarios del santo habían introducido en la vida de la orden y en su regla asimilándolas a las antiguas órdenes y reglas monásticas.

Todo ello nacía de la necesidad de poner un poco de orden en un grupo que había crecido vertiginosamente, hasta alcanzar en 1221 en número aproximado de tres mil hermanos, y de una cierta «anarquía» –fruto del protagonismo concedido por la regla al discernimiento en la vida de cada hermano, de las relaciones horizontales, de la prioridad de las «estructuras psicoafectivas» y la propia responsabilidad e incondicionalidad, sobre las estructuras de tipo organizativo y jurídico—, como nacía también, y en no menor medida, de la insuficiente asimilación e identificación con el ideal y proyecto de vida de Francisco, alimentado por la falta de la institucionalización de un período de formación inicial.

El santo consiguió del papa Honorio III, que le diera, en la persona del cardenal Hugolino —el futuro Gregorio IX—, un «cardenal protector y corrector» de su fraternidad, bajo cuyo aliento e inspiración se llevaron a cabo una serie de reformas y se anularon los cambios introducidos en ausencia de Francisco. Poco después Francisco renunciaba al gobierno de su fraternidad, dejándolo en manos de uno de los compañeros de primera hora, Pedro Catáneo. […]

Poco a poco se fue abriendo paso en la vida de Francisco una profunda crisis espiritual. En el fondo de todo había un profundo cuestionamiento sobre el sentido de su vida y su obra, y sobre su fidelidad. Ahora que los hermanos se hallaban divididos en la interpretación de su ideal y misión —unos y otros movidos por un sincero deseo de servir a la causa del Evangelio y a Iglesia, ¿dónde estaba la voluntad de Dios?; al defender su postura, ¿no estaría él defendiendo su obra y no la de Dios? Y Dios parecía callar. La crisis se hizo tan aguda, que el santo llegó a dudar de su salvación. Pero Dios le guiaba en medio de la noche: era ésta la hora de su máxima desapropiación, la hora de la victoria de la fe confiada.

Muerte y glorificación

Durante los tres últimos años de su vida, y no obstante los cuidados que le prodigaron los que le acompañaban y el esfuerzo de los médicos, la enfermedad –a la que se le añadieron los dolores de los estigmas—, fue compañera inseparable de San Francisco.

En los primeros meses de 1225, antes de emprender viaje a Rieti, donde los hermanos quisieron que se sometiera a cuidados médicos especializados, Francisco pasó a San Damián para despedirse de Clara y sus hermanas. Un ataque de conjuntivitis tracomatosa lo retuvo allí varios meses, encerrado en una choza, para verse libre de la luz. […] Compuso entonces, en una explosión de júbilo y entusiasmo, la primera parte de su Cántico de las criaturas.

Poco después, antes de salir de Rieti o a su regreso a Asís, añadió a su Cántico la estrofa sobre la paz: Loado seas, mi Señor, por los que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las sufren en paz, pues por ti, Altísimo, coronados serán.» […]

En la primavera de 1226, en un nuevo intento por aliviarle el sufrimiento de sus múltiples enfermedades, le llevaron a Siena a un médico de la corte pontificia. Las molestias del viaje agravaron su estado, haciendo pensar que su final era inminente, por lo que Francisco dictó entonces un especie de testamento para sus hermanos, como memorial de su voluntad y sus intenciones:

«Como a causa de la debilidad y el dolor de la enfermedad, no me encuentro con fuerzas para hablar, declaro brevemente mi voluntad a mis hermanos con estas tres palabras: que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi testamento, se amen siempre mutuamente; que amen siempre a nuestra señora la santa pobreza y la observen; y que vivan siempre fieles y sujetos a los prelados y a todos los clérigos de la santa madre Iglesia.»

Restablecido un poco, se emprendió el camino de regreso a Asís. Después de una breve estancia en el palacio del obispo Guido, el santo –que como tal era ya generalmente considerado por sus conciudadanos–, pidió ser trasladado a Santa María de los Ángeles. Días más tarde, conocedor de la proximidad de su muerte, añadió a su Cántico de las criaturas la última estrofa: «Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal...»; la última estrofa para la última hermana en abrazar, más hermana si cabe que el resto de las criaturas, pues nunca Dios Padre estuvo tan cerca.

Pocos días antes de su muerte dictó su testamento definitivo, el último gesto del santo por traducir su magisterio espiritual y ejemplar en un texto que pudiera sobrevivir a su muerte. Y en la serenidad del atardecer del 3 de octubre, después de abrazar de nuevo a la pobreza haciéndose colocar sobre la desnuda tierra, y bendecir y exhortar a la fidelidad en su camino evangélico a todos sus hermanos –que ya eran unos cinco mil, distribuidos por los más diversos lugares de la vieja Europa y el Norte de África–, se durmió en el Señor. Al día siguiente tuvo lugar el traslado de su cuerpo a la iglesia de San Jorge, dentro de los muros de la ciudad, donde fue sepultado. Clara y sus hermanas pudieron darle su último adiós a su paso por San Damián.

El 16 de julio de 1228, el papa Gregorio IX procedía a la canonización del Santo en Asís, y con la bula «Mira circa nos», fechada en Perusa el 19 del mismo mes y año.

Con la bula Inter sanctos del 13 de noviembre de 1979 el papa Juan Pablo II declaraba al santo patrono de los ecologistas; y el mismo papa, el 27 de octubre de 1986 convocaba en Asís, en torno a la figura de San Francisco, a los líderes de todas las grandes religiones de la tierra, para orar por la paz, dando con ello origen a la Jornada por la Paz 'en el espíritu de Asís», que desde entonces se celebra anualmente en la misma fecha.

Julio Herranz O.F.M.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO VIERNES 04-10-2024 SAN LUCAS 10, 13-16 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

                                Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús acaba de enviar a sus discípulos, a los pueblos y lugares donde él iría después, para llevar su paz y decirles que el reino de Dios está cerca. Es consciente de la dureza de la misión y que el rechazo y el fracaso forman parte de ella. Él mismo lo ha experimentado. Frente a esta realidad ancla lo nuclear del seguimiento, y es que somos enviados. No vamos por iniciativa propia ni proclamamos nuestros propios mensajes. Formamos parte de algo mucho más profundo y grande que nosotros mismos. El Padre envía a Jesús, y el nos envía a nosotros. Llevamos ese tesoro en vasijas de barro, sí, pero es un tesoro, palabras que sanan y liberan, gestos que hacen presente la salvación y el amor de Dios. Por eso, quien “os escucha a vosotros, me escucha a mí”.

La llamada a la conversión, a escuchar el mensaje de paz y de amor, implica una respuesta de vida en quien lo escucha y acoge, un cambio coherente con la Palabra anunciada. Creer no es solamente aceptar unas verdades de fe y llevar a cabo unas prácticas religiosas. Creer me confronta con el Evangelio mismo y me pide escuchar lo que el Señor me pide en cada momento, poniéndolo en práctica.

No se trata solamente de una fe individual, que se reduce al ámbito de lo privado o al círculo de aquellos con quienes compartimos nuestra fe. El Evangelio es un anuncio de justicia y de paz, de amor y solidaridad, para los pueblos y ciudades, para las relaciones sociales, familiares y políticas, porque el reino de Dios quiere hacerse realidad para bien de todos.

Hoy celebramos a san Francisco de Asís. Nadie mejor que él se entregó plenamente al anuncio de la paz, y fue testimonio sencillez, pobreza, alabanza y hermandad con todo lo creado. Vivió una fuerte conversión al Evangelio y lo hizo su camino de vida y santidad. Hoy sigue inspirando el compromiso cristiano con la justicia, la paz y el cuidado de la Creación, sin el que el anuncio de la Buena Noticia se quedaría vacío.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

2/10/24

EVANGELIO JUEVES 03-10-2024 SAN LUCAS 10, 1-12 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
-«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: "El reino de Dios ha llegado a vosotros."
Pero si entráis en una ciudad y no os reciban, saliendo a sus plazas, decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado."
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

                                    Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino con instrucciones precisas de cómo lo deben hacer (no podemos evitar recordar lo que hizo con sus primeros frailes Nuestro Padre Santo Domingo, sin duda inspirado por el Evangelio). Les manda ir con la paz por delante allá donde entren, a ser agradecidos, a aceptar lo que les den de buen grado, pero también a abandonar el lugar donde no se les reciba con cordialidad. Y en medio de sus palabras nos dice que la mies es mucha y los obreros pocos y que pidamos al dueño de la mies que envíe trabajadores. Creo que estas palabras se comentan por sí solas: la mies es el pueblo de Dios, los obreros son aquellos que difunden la Palabra de Dios, los que se ocupan de las almas de los demás, los que administran los Sacramentos, sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos.

Vivimos tiempos en los que las vocaciones de todo tipo escasean, la sociedad es reacia a las cosas de Dios y anda perdida en muchos aspectos, por eso hacen falta buenos obreros que cuiden de la mies y ahora más que nunca es el tiempo de pedir al Dueño que nos los envíe. Una vez más debemos ponernos en manos de Dios, confiar a Él nuestras preocupaciones (y la falta de vocaciones es una de las grandes) y pedirle con Fe que regale a su Iglesia hombres y mujeres de corazón generoso y espíritu de servicio.

Tenemos que confiar en el Señor, pedirle CON CONFIANZA, en la seguridad de que nuestra oración será escuchada. Deberíamos hacer el propósito diario de pedir por las vocaciones para que, al igual que Cristo envió a sus discípulos a anunciar el Reino, Dios Padre siga enviando trabajadores a sus campos: buenos sacerdotes, buenas monjas, laicos con ganas de servir, hombres y mujeres de toda condición que sepan escuchar la llamada de Dios y acudan a los campos de mies. El trabajo es mucho y toda ayuda poca, pongamos nuestro grano de arena a través de nuestra oración. Y siempre confiando en el Señor.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro

1/10/24

MIERCOLES 02 DE OCTUBRE : MEMORIA DE LOS SANTOS ANGELES CUSTODIOS

 





Los ángeles velan por los hombres, guardan sus caminos, presentan a Dios sus oraciones y son enviados por Dios para asistir a los seres humanos

La tradición bíblica

La tradición bíblica concibe la corte celestial en torno a Yahvé-Dios a modo de un soberano oriental fastuosamente rodeado de sus servidores: les asigna diversos nombres según su función, por ejemplo: los querubines sostienen su trono, mueven su carro mayestático, guardan la entrada de sus dominios, resguardan al arca sagrada con sus alas, sobre el propiciatorio: los serafines (los ardientes) son los cantores de su gloria, y purifican los labios del profeta (Is 6. 7).
En la concepción primitiva se habla de ángeles buenos y malos, responsables de las buenas o malas obras respectivamente. Más tarde, después de la cautividad (siglo Vl a.C.), por influencia mesopotámica y persa, los ángeles malos son calificados como Satán o demonios.

A los ángeles se les atribuye un papel benefactor: velan por los hombres (Tb 3. 17: Sal 91: «Tú que habitas al amparo del Altísimo... No se te acercará la desgracia.... porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos: te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra...»: Dn 3, 49 s.); presentan a Dios sus oraciones (Tb 12. 12); presiden los destinos de las naciones (Dn 10, 13-21).

En el Nuevo Testamento hallamos 179 textos que mencionan o hacen referencia a los ángeles. Por naturaleza son «espíritus»: «Espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación» (Hb 1, 14).

Cuando son «enviados» a ejercer un servicio, ya a Jesús, ya a las personas humanas, reciben el nombre de «ángeles» porque el «oficio» de ángel es:

  1. anunciar a María... (Gabriel, Lc 1); a José... (Mt 1-2); a los pastores... (Lc 2): anunciar a las mujeres la resurrección (ML 28).
  2. servir a Jesús tras las tentaciones (Mt 4 y ss.).
  3. 'proteger y custodiar: «sus ángeles (de los niños) ten continuamente el rostro de Dios». (Mt 18, 10)
  4. se alegran por la conversión del pecador (Lc 15, 10).
  5. confortan a Jesús en Getsemaní (Lc. 22. 43).
  6. Defienden a Jesús: «... a mi disposición más de doce legiones de ángeles». (Mt 26, 53).
  7. acompañarán a Jesús en su segunda venida… (Mt 16. 27).
  8. liberan a Pedro y Juan de la cárcel (Hch 5. 12).
  9. ejecutan las órdenes de Dios (Ap).

De los Ángeles Custodios, con nombre propio, conocemos a: Rafael, compañero de viaje y guardián de Tobías, y Miguel «arcángel» (Judas 9), defensor Custodio de la iglesia (Ap 12).

Ángeles Custodios

De la tradición bíblica, pues, nace el sentido del ángel protector, guardián o custodio:

Del pueblo (Israel): «He aquí que voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado» (Ex 23. 20).

De las personas: Abrahám dice a Isaac, que marcha en busca de esposa: «... El enviará su ángel delante de ti.... (Gn24, 7). Compañero y guardián de Tobías (5, 4): presenta las oraciones y buenas obras de Tobit ante Dios, le cura... ( 11, 12 ). Pedro es liberado de la prisión por el «ángel del Señor» y se dirige a «casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos», donde los reunidos, extrañados, contestan a la sirvienta Rode que ha acudido a la puerta, «será su ángel» (Hch 12, 7-15).

De los niños: Dice Jesús: «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños: porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10). El ángel del Señor protege la vida e infancia de Jesús, avisando a José del peligro e indicándole lo que éste ha de hacer (Mt 1, 20; 2, 13.19).

En la liturgia de las horas

La Liturgia de las horas del día, en su oficio de lectura, nos propone un fragmento de uno de los sermones de San Bernardo, abad, sobre el salmo 90, en el que leemos reflexiones como éstas:

«Señor, ¿qué es el hombre para que te ocupes de él?... Para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos...»

«A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia... por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo... Debemos estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden, nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes... Correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquél de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados».

«En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores..., y viviremos así a la sombra del Omnipotente».

Ángel Olivera Miguel

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MIERCOLES 02-10-2024 SAN MATEO 18, 1-5, 10 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. »

                            Es palabra del Señor

REFLEXION

Frente a los deseos de grandeza que hay en el hombre Jesús nos propone fijarnos en los más pequeños, en los niños, en los que son pequeños ante Dios y que no buscan destacar sobre los demás. La sencillez y la confianza de los niños son las que hacen posible la relación cercana con Dios. Confiar en Dios como un niño confía en sus padres nos garantiza participar del reino de los cielos.

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de los Ángeles Custodios, a los que se refiere Jesús en el evangelio. Los ángeles, aquellos  que continuamente ven el rostro de Dios y no cesan de alabarlo, nos guían y nos alientan en nuestro caminar, de modo que nunca estamos solos. Los ángeles nos protegen de muchos peligros de los que ni siquiera nos damos cuenta; sobre todo del peligro de no escuchar a Señor y no obedecer su Palabra; nos sugieren siempre pensamientos rectos y buenos sentimientos.

En palabras del Papa Benedicto XVI: “El Señor siempre está cercano y operante en la historia de la humanidad, y nos acompaña también con la presencia singular de sus Ángeles, que hoy la Iglesia venera como “Custodios”, o sea, ministros de la divina premura para todo hombre”. “Desde el inicio hasta la hora de la muerte, la vida humana está rodeada de su incesante protección”

Y como afirma el Papa Francisco: “El ángel de la guarda está siempre con nosotros… Esta es una realidad. Es como un embajador de Dios con nosotros. Y el Señor nos aconseja: ‘¡Ten respeto por su presencia!´”.

Hoy puede ser un día para reafirmar nuestra devoción al Ángel Custodio, lo podemos hacer con la oración colecta de la Misa: “Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía”.

Sor Cristina Tobaruela O. P.
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)