Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino con instrucciones precisas de cómo lo deben hacer (no podemos evitar recordar lo que hizo con sus primeros frailes Nuestro Padre Santo Domingo, sin duda inspirado por el Evangelio). Les manda ir con la paz por delante allá donde entren, a ser agradecidos, a aceptar lo que les den de buen grado, pero también a abandonar el lugar donde no se les reciba con cordialidad. Y en medio de sus palabras nos dice que la mies es mucha y los obreros pocos y que pidamos al dueño de la mies que envíe trabajadores. Creo que estas palabras se comentan por sí solas: la mies es el pueblo de Dios, los obreros son aquellos que difunden la Palabra de Dios, los que se ocupan de las almas de los demás, los que administran los Sacramentos, sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos.
Vivimos tiempos en los que las vocaciones de todo tipo escasean, la sociedad es reacia a las cosas de Dios y anda perdida en muchos aspectos, por eso hacen falta buenos obreros que cuiden de la mies y ahora más que nunca es el tiempo de pedir al Dueño que nos los envíe. Una vez más debemos ponernos en manos de Dios, confiar a Él nuestras preocupaciones (y la falta de vocaciones es una de las grandes) y pedirle con Fe que regale a su Iglesia hombres y mujeres de corazón generoso y espíritu de servicio.
Tenemos que confiar en el Señor, pedirle CON CONFIANZA, en la seguridad de que nuestra oración será escuchada. Deberíamos hacer el propósito diario de pedir por las vocaciones para que, al igual que Cristo envió a sus discípulos a anunciar el Reino, Dios Padre siga enviando trabajadores a sus campos: buenos sacerdotes, buenas monjas, laicos con ganas de servir, hombres y mujeres de toda condición que sepan escuchar la llamada de Dios y acudan a los campos de mies. El trabajo es mucho y toda ayuda poca, pongamos nuestro grano de arena a través de nuestra oración. Y siempre confiando en el Señor.