Discípulo de San Pablo, considerado tradicionalmente como autor del Evangelio según San Lucas y de los Hechos de los Apóstoles. Desde antiguo tuvo fama de artista y se le atribuyeron las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María
San Lucas nació en Antioquía de Siria en el seno de una familia pagana a comienzos del siglo primero de nuestra era. En su juventud recibió una esmerada educación y más tarde se dedicó al ejercicio de la medicina. Después de su conversión al cristianismo, acompañó a San Pablo en sus dos últimos viajes, y le asistió durante su cautividad en Roma. Fue en esta época de su vida cuando conoció a otros apóstoles y discípulos que le hablaron de Jesús y de la extensión del cristianismo por Judea y Samaria. Gracias a esta información pudo componer una extensa obra en dos volúmenes, que conocemos actualmente como el Evangelio según San Lucas y el libro de los Hechos de los Apóstoles. A la muerte de San Pablo, San Lucas continuó su labor evangelizadora en Dalmacia, tierras yugoslavas, Galia, Italia y Macedonia. Después de llevar una vida célibe, murió, siendo ya anciano, en Beoda. Más tarde su cuerpo fue enterrado en Constantinopla, y posteriormente fue trasladado a Padua. Desde antiguo tuvo fama de artista y se le atribuyeron las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María.
Compañero de San Pablo
El dato más fiable de todos los que tenemos sobre San Lucas es que fue colaborador de San Pablo, pues en los saludos finales de la Carta a Filemón, escrita personalmente por el apóstol, se le menciona junto con Epafras, Marcos, Aristarco y Demás, que también fueron colaboradores suyos en la tarea del evangelio (Flm 23).
[Unos pasajes de los Hechos de los Apóstoles tienen un estilo literario del que se pueden extraer algunas conclusiones acerca de la relación entre Lucas y Pablo]. Estos pasajes, que se encuentran en Hch 16-28 (Hch 16, 10-17; 20, 5-15; 21, 1-8; 27, 1-28,16), se conocen con el nombre de «pasajes nosotros», y se caracterizan porque en ellos se pasa de forma inesperada de la tercera persona del singular (habla el narrador) a la primera persona del plural (habla un grupo que parece haber sido testigo ocular de lo que se narra). Con frecuencia se afirma que estos pasajes están escritos en primera persona porque reflejan la experiencia de San Lucas como compañero de San Pablo. Si Lucas, el colaborador de Pablo y el autor de estas secciones del libro de los Hechos son la misma persona, la relación entre ellos podría reconstruirse con bastante detalle. San Lucas se unió a San Pablo en Filipos, al comienzo de su misión en Grecia (Hch 16, 10-17), y le acompañó hasta su viaje a Jerusalén (Hch 20, 5-15; 21, 1-8). Estos viajes cubren un período de tiempo que va desde el año 51 hasta el 58. Durante el tiempo que duró el arresto de Pablo en Jerusalén primero, y en Cesarea después, San Lucas habría permanecido cerca de él, y habría tenido ocasión de conocer a las comunidades de Judea y Samaria, en las que pudo recabar información para la posterior composición de su obra en dos volúmenes. Dos años después de su llegada a .Jerusalén, San Lucas emprendió junto a San Pablo un accidentado viaje que le llevó a Roma (Hch 27, 1-28, 16). Allí permaneció acompañándole en su cautiverio hasta el año 66 (2Tm 4, 11).
Según esta reconstrucción de los hechos, San Lucas habría pasado junto a San Pablo los quince años más importantes de la vida de éste, aquellos en los que anunció el Evangelio en las comunidades de Grecia, y en los que escribió todas sus cartas. San Lucas pudo conocer no sólo los detalles de su personalidad y de su actividad como misionero, sino también su pensamiento.
Autor del Evangelio según san Lucas y del libro de los Hechos
Si San Lucas era originario de Antioquía, y además pasó dos años en las comunidades de Judea y Samaria durante el cautiverio de San Pablo en Jerusalén y en Cesarea, las afirmaciones sobre la composición del Evangelio según San Lucas y el Libro de los Hechos podrían tener un serio fundamento histórico. San Lucas habría tenido ocasión de informarse acerca de los hechos que no había presenciado personalmente, primero en Antioquía y luego durante su estancia en Judea y Samaria. Estas informaciones estarían recogidas en el Evangelio que lleva su nombre y en los quince primeros capítulos del libro de los Hechos. Sin embargo, desde el capítulo dieciséis hasta el final de Hechos habría recogido su propio testimonio y el de otros compañeros cíe San Pablo. Estos datos concuerdan con lo que el mismo autor del Evangelio, que lo es también de los Hechos (1, 1), nos dice en el prólogo de su primer libro acerca de las fuentes utilizadas en la composición de toda la obra (Lc 1, 1-4):
»Ya que muchos se han propuesto componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros, según nos lo transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la Palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado cuidadosamente todo lo sucedido desde el principio, escribirte una exposición ordenada, ilustre Teófilo, para que llegues a comprender la autenticidad de las enseñanzas que has recibido.»
La tradición cristiana es unánime en atribuir estos libros a Lucas, el compañero de Pablo. Se trata de una tradición antiquísima, que se encuentra ya en Ireneo, cincuenta o sesenta años después de la composición de la obra lucana. Y es además una tradición fiable, en el sentido de que no se atribuyeron estos escritos a un apóstol del Señor (como ocurrió con otros Evangelios), o a un personaje importante (como ocurrió con algunas de las cartas), sino a un personaje secundario y en cierto modo oscuro, cuyo único título consistía en haber sido compañero de San Pablo, un privilegio que, por lo demás, muchos otros podían aducir.
Los últimos años de la vida de san Lucas
Las noticias que tenemos sobre los últimos años de la vida de San Lucas tienen un fundamento histórico menos sólido. La noticia tardía de Epifanio, según la cual San Lucas evangelizó Dalmacia, Galia, Italia y Macedonia, es legendaria. Legendaria es también la tradición de que, en los últimos años de su vida, pintó algunos retratos e iconos de la Virgen. Esta tradición podría tener su origen en una noticia transmitida tardíamente por Teodoro Lector (siglo VI d.C.), según la cual. la emperatriz Eudocia encontró en Jerusalén una pintura de la Madre de Dios y la envió a Constantinopla.
Es posible que las noticias sobre su muerte en Beocia y sobre su entierro en Constantinopla sean más fiables.
Santiago Guijarro Oporto, O.D.