En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
REFLEXION:
Comenzábamos la semana con la invitación
de Jesús. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”.
Y la terminamos con la parábola del padre y los dos hijos. El padre fue
misericordioso con los dos. Toda una semana en que hemos orado y
reflexionado sobre la misericordia, el perdón, el servicio, la solidaridad, el
dar frutos de buenas obras…
En la parábola de
hoy vemos que no es solo el hijo menor el que se pierde porque se marcha de
casa, sino también el mayor que se queda pero que se encuentra lejos del padre.
La parábola es una invitación a confiar en la inmensa misericordia del padre
para quien siempre seremos sus hijos queridos. Él
respeta siempre nuestras decisiones, pero sufre por sus consecuencias y siempre
espera para acogernos de nuevo en casa. Siempre nos tenemos que dejar
transformar por este amor inmerecido para reencontrar el camino hacia el Padre
y hacia los hermanos y convertirnos en misericordiosos como Él.
En la parábola el
padre espera, sale al encuentro, abraza, acoge, celebra porque su bondad no
tiene fronteras. Al hijo pequeño le ofrece un perdón sin reservas cuando vuelve
al hogar, y al hijo mayor una conversión al amor fraterno. ¡Qué difícil es
apreciar la misericordia de Dios desde criterios humanos! Cabe que el relato
sea una denuncia si nos sentimos personalizados en el hermano mayor, y cabe que
sea una gran esperanza si nos sabemos abrazados por el padre en el hermano
menor.
El Papa Francisco
comentando esta parábola dice: “Nuestra condición de hijos de Dios es
fruto del amor del corazón del Padre, no depende de nuestros méritos o de
nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla… ¡ni siquiera el diablo!
Nadie puede quitarnos esta dignidad. Incluso en las situaciones más feas de la
vida Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera…
El sufrimiento del
padre es como el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque
vamos lejos o porque estamos cerca pero sin ser cercanos.
Este evangelio nos
enseña que todos tenemos necesidad de entrar en la casa del Padre y participar
de su alegría, en la fiesta de la misericordia y de la fraternidad. Hermanos y
hermanas, abramos nuestro corazón para ser “misericordiosos como el Padre”.
Os dejo estos
pensamientos:
-“Jesús contó la
parábola del hijo pródigo para decirnos algo importante: no importa lo que
hayas hecho, regresa a casa” (Evan Headrisk).
“Un poco de
misericordia hace al mundo menos frío y más justo” (Papa
Francisco)
“No es solo
olvidar. Perdonar es amar”.