Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: “Les
aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve
hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.
Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo
lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden
maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y
les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que Él quiere. Porque
el Padre no juzga a nadie: Él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para
que todos honren al Hijo como honran al Padre.
El que no honra al Hijo, no honra al Padre
que lo envió.
Les aseguro que el que escucha mi palabra y
cree en Aquél que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al
juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora
se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y
los que la oigan, vivirán.
Así como el Padre tiene la vida en sí mismo,
del mismo modo ha concedido a su Hijo tener la vida en sí mismo, y le dio
autoridad para juzgar porque Él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que
todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que
hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal,
resucitarán para el juicio.
Nada puedo hacer por mí mismo.
Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi
juicio es justo, porque lo que Yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de
Aquél que me envió”.
“Venid a la luz”. Todas las
lecturas de los profetas de esta semana nos hablan de las bondades de la
alianza de Dios con los hombres. Pero es preciso dar un paso adelante, e ir
hacia la luz. Querer estar junto al buen Dios que nos llama. Que sigue llamando
hoy, para que actuemos como corresponde. Porque hay muchas necesidades en el
mundo.
Para estar con Dios, hay que
optar. “Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo”. Las obras tienen que
estar relacionadas con aquello en lo que creemos. Ser consecuentes, o, con
palabras de san Pablo, “salir de la noche, y ser hijos de la luz”.
Dar testimonio de Aquél en quien creemos. Con palabras, a veces, y otras veces,
con obras.
El papa Francisco está
insistiendo mucho en la cuestión de las obras. La “Iglesia en salida”. Todos
somos parte de esa Iglesia, que no puedes quedarse dentro de los muros del
templo parroquial. Una “conversión misionera”. También nos lo pide el Papa
Francisco, para seguir actuando, pero con otros criterios. Porque no vale lo de
antes. Buscar de qué modo, yo, allí donde me encuentro, puedo aportar mi
granito de arena al crecimiento del Reino de Dios. El que puede llevar un
grupo, haciéndolo. El que cuida de su familia, haciéndolo con amor. El que ya
ha trabajado mucho, orando por los que continúan la labor evangelizadora.
Queramos o no, hay que decidir
cómo vamos a vivir. Es que al final de la vida, nos examinarán del amor, y el
amor se demuestra en las obras. “Los que hayan hecho el bien saldrán a una
resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de
juicio”. Todo lo que nos hace falta para la salvación, lo tenemos ya. Por lo
menos, el conocimiento teórico. Eso nos lo ha dado el mismo Jesús. La parte
práctica es la que depende de nosotros.
“¿Puede una madre olvidar al niño
que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se
olvidara, yo no te olvidaré.” Dios siempre está actuando,
dispuesto a mostrarnos el camino. De nosotros depende responder como es debido,
como Dios quiere.