29/3/21

EVANGELIO MARTES 30-03-2021 JUAN 13, 21-33, 36-38

                                                   

          En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:

- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me busca¬réis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor

REFLEXION:

Lo primero que escucho en el Evangelio de hoy es esa voz que se oye a veces tanto entre los niños: “Yo no he sido”. Los discípulos de Jesús reaccionan como niños ante la afirmación de Jesús de que “uno de vosotros me va a entregar”. Todos querían quedar bien, quedar como niños buenos que no habían roto un plato en su vida. 
      Pero la realidad no es siempre como nos gusta que sea. ¿Quién no ha roto un plato o muchos platos en su vida? ¿Quién puede decir que es puro y bueno y que todas sus obras son rectas y que nunca ha obrado por egoísmo y que sus intenciones son siempre buenas? Podríamos empezar a echar una mirada a los mismos Evangelios y al comportamiento de los discípulos en ellos. ¿Habían sido siempre fieles? ¿Estaban claras las razones por las que seguían a Jesús? Oí decir a un sacerdote que Pedro se chuleaba mucho de haberlo dejado todo para seguir a Jesús pero que en realidad quizá no había dejado más que unas redes mil veces remendadas y una barca que hacía agua por todas partes. Quizá habían seguido a Jesús pensando que, cuando hablaba del Reino de Dios, se refería a que iba a echar a los romanos y a instaurar un reino terrenal donde ellos podrían ser los ministros y, por qué no, se iban a poder aprovechar de los súbditos del reino como los jefes y capitostes de entonces y de casi siempre se han aprovechado de sus súbditos. 
      Y de los apóstoles podemos venir a nosotros. ¿Somos puros y buenos? ¿No tenemos nada de que avergonzarnos? ¿Lo hemos hecho todo bien? Y aunque hayamos hecho cosas buenas, ¿no ha habido en nuestro corazón alguna intención espúrea que haya manchado la obra buena?  
      Vamos a ser realistas. Por pura honestidad no podemos decir eso de “yo no he sido”. Al final, ¿cuál es la diferencia entre el mayor traidor y nosotros? La diferencia puede ser de cantidad pero no de calidad. Nos ayudaría a ser mejores comenzar reconociendo nuestras propias limitaciones y miserias. No somos diferentes de aquellos a los que apostrofamos como malos. Todos estamos necesitados de misericordia, perdón y comprensión. Judas no es peor que nosotros. Y echándole la culpa a él, no nos liberamos de la nuestra. Nos conviene un poco más de humildad, de andar en verdad, como decía santa Teresa de Jesús, para poder acoger en nuestro corazón el misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, en su muerte y resurrección que vamos a recordar y celebrar una vez más en estos días. 

Fernando Torres cmf.