En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en
él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad
discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos
de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que
comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el
hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente
libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme,
porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi
Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que
hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la
verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que
hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución;
tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais,
porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que
él me envió».
Palabra del SeñorREFLEXION:
En el Evangelio
Jesús nos enseña el núcleo y el sentido de la verdadera libertad. Ser libre es,
por oposición, no ser esclavo. Esclavo es el dependiente, el que tiene
secuestrada su libre voluntad y se reduce a ser la prolongación forzosa de la
voluntad de otro. Hay formas directas y brutales de esclavitud, en las que el
ser humano es reducido a objeto de posesión. Aunque sigue existiendo, por
desgracia, hay hoy un amplio consenso que rechaza esta forma degradante de
tratar al ser humano. Pero hay también formas sutiles de esclavitud que,
además, se justifican no pocas veces en nombre de la libertad, una libertad
degradada y corrompida. Se trata del sometimiento a los nuevos ídolos en forma
de dependencias de sustancias como el alcohol o las drogas, o del juego, o de
formas de comportamiento deshumanizantes, o de ideologías que prometen lo que
no pueden dar, o, simplemente, de la presión ambiental (lo políticamente
correcto, lo llaman hoy), a la que nos sometemos acríticamente.
“El que comete
pecado es esclavo”, nos dice Jesús, y también, solo “la verdad os hará libres”.
La verdadera libertad es, por un lado, un don de lo alto. Es un don porque
consiste en la filiación: en ser hijos en el Hijo. El hijo no es esclavo: es sí
mismo, en una identidad recibida por amor. Dios nos ha dado la libertad, que
consiste en participar de la condición personal por la que somos imágenes
suyas, y por la que estamos llamados a ser hijos en Cristo Jesús. Pero la
libertad, además, es una conquista, porque supone resistir los cantos de sirena
que tratan de seducirnos con falsos caminos de salvación; y es, también, una
tarea, que requiere escuchar y acoger esa palabra verdadera que Dios nos
comunica en Jesús.
José M. Vegas cmf