23/3/21

EVANGELIO MIERCOLES 23-03-2021 JUAN 8, 31-42

                                                       

             En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:

«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».

Palabra del Señor

REFLEXION:

 En el Evangelio Jesús nos enseña el núcleo y el sentido de la verdadera libertad. Ser libre es, por oposición, no ser esclavo. Esclavo es el dependiente, el que tiene secuestrada su libre voluntad y se reduce a ser la prolongación forzosa de la voluntad de otro. Hay formas directas y brutales de esclavitud, en las que el ser humano es reducido a objeto de posesión. Aunque sigue existiendo, por desgracia, hay hoy un amplio consenso que rechaza esta forma degradante de tratar al ser humano. Pero hay también formas sutiles de esclavitud que, además, se justifican no pocas veces en nombre de la libertad, una libertad degradada y corrompida. Se trata del sometimiento a los nuevos ídolos en forma de dependencias de sustancias como el alcohol o las drogas, o del juego, o de formas de comportamiento deshumanizantes, o de ideologías que prometen lo que no pueden dar, o, simplemente, de la presión ambiental (lo políticamente correcto, lo llaman hoy), a la que nos sometemos acríticamente.

“El que comete pecado es esclavo”, nos dice Jesús, y también, solo “la verdad os hará libres”. La verdadera libertad es, por un lado, un don de lo alto. Es un don porque consiste en la filiación: en ser hijos en el Hijo. El hijo no es esclavo: es sí mismo, en una identidad recibida por amor. Dios nos ha dado la libertad, que consiste en participar de la condición personal por la que somos imágenes suyas, y por la que estamos llamados a ser hijos en Cristo Jesús. Pero la libertad, además, es una conquista, porque supone resistir los cantos de sirena que tratan de seducirnos con falsos caminos de salvación; y es, también, una tarea, que requiere escuchar y acoger esa palabra verdadera que Dios nos comunica en Jesús.

José M. Vegas cmf