En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
REFLEXION:
También Jesús, como
Moisés, tiene que hacer frente a la incomprensión y la oposición de su propio
pueblo. “Los judíos” ni entienden sus palabras, ni son capaces de descubrir su
identidad. Jesús les acusa de falta de la disposición necesaria: son “de aquí
abajo”, carecen, podríamos entender, de la necesaria altura de miras para
entender los designios de Dios, que se manifestarán plenamente en la cruz,
“cuando levantéis al Hijo del hombre”. Pero esos “judíos” no se distinguen
tanto de nosotros, en realidad nos representan a todos. Igual que es duro y
arriesgado caminar por el desierto hacia la libertad, tampoco es fácil entender
y aceptar este mesianismo de cruz que nos propone Jesús: para alcanzar la vida,
hay que entregar la vida, para vencer a la muerte hay que pasar por ella. No
hablamos sólo de la muerte biológica, sino de esa muerte cotidiana que supone
la entrega por amor. También a nosotros nos falta el valor para afrontar los
riesgos que llevan a la tierra prometida, también nosotros estamos poco
dispuestos a pagar el precio de la verdadera libertad, también a nosotros nos
cuesta entender el mesianismo de cruz, que nos llama a dar la vida para
alcanzar la Vida. También a nosotros nos falta la altura de miras para ver en
el alzado en la cruz al Hijo de Dios, y nos asalta la tentación de enmendarle
la plana a Dios.
Pero Dios no desespera y conduce a su pueblo hasta la Tierra prometida, y Jesús, sin ceder a las presiones y chantajes de sus interlocutores, continúa exponiendo con coherencia las verdades difíciles que nos salvan, llamándonos a elevar la mirada, confiando en que, pese a nuestras resistencias, como muchos de los que le escuchaban, acabaremos creyendo en él.
José M. Vegas cmf