Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar.
Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si
curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la
mano atrofiada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y, levantándose, se quedó en pie.
Jesús les dijo:
«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o
el mal, salvar una vida o destruirla?».
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo:
«Extiende tu mano».
Él lo hizo y su mano quedó restablecida.
Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que
hacer con Jesús.
Es palabra del
Señor
REFLEXION
el pasaje del Evangelio de hoy lo presenta con toda
claridad y con las consecuencias que trae consigo. Más allá del milagro y el
reto a los fariseos, Jesús muestra que es la Ley y tiene el poder. Su ley es la
misericordia y su poder es hacer el bien. Y eso es lo que Dios quiere, su
voluntad.
Las acciones de Jesús ponen de manifiesto qué es lo
importante y cuál es el criterio principal en cualquier situación, y también
sus efectos:
Lo importante es la persona, “levántate y ponte ahí en
medio”. Y aquel que está en la posición más marginal, queda en el centro. El
humilde es enaltecido. Quizás ni los fariseos ni los escribas se habían
percatado de su presencia, quién sabe qué pecado le había causado su desgracia.
La ley es importante, sí, pero estará siempre para salvar y proteger la vida,
el ser humano y todo lo creado. El mayor ejercicio de autoridad no está en
excluir, condenar o expulsar, sino en curar, amparar y liberar. Puede parecer
evidente, pero si somos sinceros, descubriremos cómo nos autoengañamos personal
y socialmente con muchas justificaciones a injusticias, abusos y atrocidades en
nombre de legalidades ciegas, beneficios e intereses particulares, tradiciones
o ideologías, prejuicios.
El criterio principal es el bien, “¿Qué está permitido en
sábado? ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?”. Claro que se
retorcían de cólera sus detractores, porque les puso en evidencia. ¿Queréis
ley…? Ahí la tenéis, la principal ley es hacer el bien y ni el sábado con sus
mil preceptos está contra ello. Ellos eran los que estaban atentando contra la
misma ley planificando la muerte de una persona y buscando hacerle mal. Los
argumentos y las decisiones son sencillas cuando tenemos criterios bien claros.
Es cuestión de hacerse las preguntas adecuadas y ser honestos.
Las consecuencias de hacer el bien son esos pequeños y
grandes milagros que sanan, liberan, recobran la dignidad humana…, y también alumbran
oscuridades y destapan maldades. El hombre con la mano paralizada confió e hizo
lo que Jesús le decía, y quedó curado. Aquellos otros que maquinaban el mal,
tenían el corazón y la conciencia paralizados, pero no fueron capaces de
extender su brazo, con el corazón en la mano, y dejarse curar. Se quedaron
“ciegos de cólera”, con sus malas intenciones, alejados más que nunca de esa
ley que supuestamente pretendían defender.
Busquemos cuáles son nuestras parálisis y dejémonos curar por Jesús, porque somos llamados a anunciar el Evangelio y hacer el bien, y para ello es necesario dejarse tocar por la misericordia de Dios.