Cuando se completaron los días en que iba a ser
llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros
delante de él.
De camino, entraron en una aldea de samaritanos
para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de
uno que caminaba hacia Jerusalén.
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia
otra aldea.
Es palabra del Señor
Jesús
había tomado la firme resolución de ir a Jerusalén y, para ello, no duda en
transitar por el trayecto más corto, pero más complicado y no carente de
riesgos, de cruzar por Samaría, región considerada por los judíos ortodoxos
como impura ya que sus habitantes, también judíos aunque emparentados con
gentiles, no admitían a Jerusalén y su Templo como el centro de la verdadera
religión. Lucas no duda en recoger esta tradición que nos revela ciertamente
que para Cristo, como aparece claramente en el episodio joánico de la
Samaritana, Dios no tiene otro Templo que el corazón de los hombres. El
camino hacia Jerusalén es un itinerario necesario para la Salvación integral
a la que todos estamos llamados, también los samaritanos. Es un camino de
amor y sacrificio. También de rechazo e incomprensiones, incluso de sus
propios discípulos. Solo
así podemos comprender el episodio del paso por Samaría, la prevención con la
que los discípulos le acompañan, el rechazo de los samaritanos a darles
hospedaje “porque iban a Jerusalén”, la propuesta de exterminarles con fuego
que hacen los apóstoles y la reconvención enérgica de Jesús. No tiene sentido
la violencia en el proyecto del Reino. En
nuestro itinerario cristiano de cada día hacia Jerusalén hemos de estar muy
atentos de no caer en la tentación de evitar los “rodeos molestos” o utilizar
la violencia activa o pasiva para salvaguardar. En ello nos va nuestra
fidelidad a Cristo y su Evangelio. “No
es cierto que la violencia sea la «imperfección» de la caridad; es el
pudridero de la caridad, la inversión, la falsificación y la violación de la
caridad. Quizá algún violento haya comenzado a ejercer su violencia por
motivos subjetivos de amor, pero de hecho, al hacer violencia se ha
convertido en el mayor enemigo del amor. Ya que con la violencia se puede
entrar en todas partes, menos en el corazón” (JL Martín Descalzo) |
D. Carlos José
Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos
(Sevilla)