Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni
nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís. pues al que tiene se le dará
y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
Es palabra del Señor
REFLEXION
La
lectura de hoy, del evangelio de Lucas, nos invita a adentrarnos en el símbolo
de la Luz. De la palabra de Dios como semilla, que el evangelista nos ha narrado
en el pasaje anterior (Parábola del sembrador 8,4-15), pasamos ahora a verla
como luz. El texto podemos dividirlo en tres sentencias que culminan en una
advertencia:
La
luz como símbolo de la predicación de Jesús (8,16). Aquí Lucas
toma como referencia las pequeñas lámparas de barro, llenas de aceite y
provistas de una mecha, encontradas en las excavaciones arqueológicas, muy
comunes en el siglo I. En el texto se pide que no se oculten o tapen, sino que
se coloquen en lugares que permitan la visión de las cosas y de la realidad. La
luz es una característica del mensaje de Jesús, su palabra ilumina el camino
hacia Dios y nos invita a ser luz para los demás. De ahí, el interés en no
ocultarla, en no negar la luz a ninguna persona. Los discípulos de Jesús pronto
entendieron que su misión evangelizadora consistía en comunicar la luz de
Cristo resucitado a todos los que aún no la habían recibido.
Lo
oculto que se conocerá un día (8,17). Esta segunda sentencia nos habla
de los secretos revelados. El término ocultar, de acuerdo con la
tradición judía, nos habla de los misterios de Dios que aún permanecen ocultos
y que serán revelados al final de los tiempos. La luz no solo ilumina el
camino, sino que tiene la capacidad de penetrar en el corazón del ser humano y
desvelar cómo responde a la palabra de Dios.
Llamada
a la escucha y una advertencia (8,18). El tercer dicho comienza con un
imperativo con el que se exhorta a escuchar la Palabra correctamente. El
énfasis de la sentencia se pone en el contenido de la escucha y se invita a
todo discípulo a adherirse al mensaje, a la buena noticia del Reino. La
consecuencia, a modo de advertencia que viene a continuación, sobre el tener y perder nos
dice que la escucha de la Palabra y la aceptación del Reino se salen de la
lógica normal. La dinámica de la gracia y el don de Dios posibilita a todo
hombre y mujer a recibir el regalo de la Palabra, cuanto más se profundiza en
ella, más y más crece en nuestra vida. Sin embargo, aquel que pierde el regalo
del encuentro con Jesús se va quedando relegado. ¿Cómo es mi escucha?
¿Me siento llamado/a a transmitir la luz de Jesús?
Hna. Carmen
Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo