El hombre bueno, de la bondad que atesora en su
corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo
que rebosa del corazón lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo
que digo?
Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y
las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que
edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una
crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque
estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno
que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río,
y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Ya Jeremías se lamentaba en nombre del Señor: «Yo
te había plantado como viña selecta, llena de las mejores cepas. ¿Cómo te has
convertido en cepa degenerada, en viña bastarda? Cuando Jeremías y Jesús
utilizan unos ejemplos sacados de la naturaleza, es simplemente una forma de
hablar, ya que las decisiones humanas relacionadas con la fe y la ética se
escapan a una comparación a la naturaleza.
No hay árbol sano que de fruto malo…., un labrador
no va a buscar fruto donde no puede darse. También Dios sabrá dónde recoger el
fruto de los creyentes. Lucas en su modo de exponer sólo tiene una finalidad:
animar a los cristianos a traducir en su vida su relación con Cristo, porque
todo se juega en el corazón. El corazón está como paralizado mientras no se
escucha y acepta la Palabra de Dios. Por sí mismo el corazón no produce nada
bueno, pero los creyentes están llamados a extraer sin cesar el bien del tesoro
que hay en su corazón.
El corazón humano se parece a una fuente; la boca
es como el caño que emite las palabras del corazón, el valor de las palabras
depende de lo que valga el corazón.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo
que digo? El «buen» cristiano ha llegado a Jesús, no solamente ha oído su
palabra, sino que la ha recibido con todo su ser.
Jesús nos explica a quien se parece éste que
escucha sus palabras y las pone por obra: a uno que trabaja duro, que cava y
ahonda y pone cimientos sobre roca. Cuando llegue la riada, la avalancha de
agua, lo duro de la vida, el ataque frontal, no caerá esa casa destrozada por
la violencia del envite.
El que escucha sus palabras y no las pone por obra
se parece a un ser que ha perdido todo sentido, horizonte y memoria de lo que
es, no tiene cimientos, vive en lo superficial, en el vacío, en lo movedizo,
cuando la corriente del río le atrapa, le sucede como a la casa sin cimiento.
Sor María
Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat
del Vallès)