En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los
Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar
enfermedades.
Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio.
Y si algunos no os reciben, al salir de aquel
pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos».
Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea,
anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
Es
palabra del Señor
REFLEXION
Jesús envía a sus discípulos a predicar y curar. La
proclamación del reino va íntimamente unida al remedio de las necesidades
básicas de la gente. Un cierto nivel de bienestar parece indispensable para
poder acoger la buena noticia que Jesús viene a difundir. A su vez, hablar del
reino de los cielos proporciona un horizonte trascendente a quien se preocupa
de las cosas de la tierra. El reino proclama la derrota del mal y la llegada de
la salvación que trata de eliminar todas las esclavitudes.
Los Doce llevarán a cabo su misión en la mayor
pobreza, poniendo en Dios su confianza absoluta. Tiene que quedar claro que la
riqueza que aporta el Evangelio es únicamente don de Dios y, al mismo tiempo,
que sus mensajeros sólo se apoyan en Él para hacer que llegue a todos esa buena
noticia.
El gesto de sacudir el polvo de los pies al salir
de algún pueblo es expresión de la ruptura con esa población que se ha negado a
recibir el Evangelio. Es cierto que Dios no da la espalda a nadie, por muy
refractario que alguien se haya mostrado a aceptar sus consignas. Pero también
es indudable que sus designios han de ser aceptados libremente para que
alcancen su eficacia concreta en la vida de las personas. Si esa libertad los
rehúsa, el beneficio ofrecido no llega; si bien Dios sigue insistiendo de
diversas maneras para que se acoja.
Varias preguntas surgen de este imperativo
misionero: Nuestra predicación –nuestra preocupación evangelizadora- ¿va
acompañada de un interés efectivo por atender las necesidades de nuestro
prójimo? ¿Hablamos de Dios confiando en la fuerza de su palabra, o descuidamos
esa palabra pretendiendo utilizar sólo la nuestra? ¿Nos desentendemos de
aquellos que parecen ignorar o repudiar lo que decimos, o insistimos
–respetuosamente- en proponer el mensaje que nos ha sido confiado?
Fray Alexis
González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)