En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está el discípulo sobre su maestro, si bien,
cuando termine su aprendizaje, será como un maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano
en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a
tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin
fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de
tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».
Es palabra del Señor
REFLEXION
El pasaje del evangelio que comentamos, pertenece a
"el sermón de la llanura". Son recomendaciones relacionadas con la
ley del amor que nos daba Jesús. El que se tiene por guía debe "ver"
bien. El que quiere pasar de discípulo a maestro, lo mismo. Uno y otro, si lo
único que ven son los defectos de los demás, y no los propios, mal irá la cosa.
Lo de ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio era un dicho
muy común entre los judíos.
Para juzgar los defectos de otro debemos conocer
primero nuestros pecados y aprender a corregirlos. ¡Qué fácilmente vemos los
defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los
nuestros! Eso se llama ser hipócritas. ¿Por qué concentrar egoístamente la
atención sobre nosotros mismos? El cristiano piensa en la perfección del
prójimo, no solo en la propia.
Por eso se nos ocurre hacer de guías de otros,
cuando los que necesitamos orientación somos nosotros. Y queremos hacer de
maestros, cuando no hemos acabado de aprender. Y nos metemos a dar consejos y
a corregir a otros, cuando no somos capaces de enfrentarnos sinceramente con
nuestros propios fallos.
Hagamos hoy un poco de examen de conciencia: ¿no
tendemos a ignorar nuestros defectos, mientras que estamos siempre alerta para
descubrir los ajenos? Cada vez que nos acordamos de los fallos de los demás
-con un deseo inmediato de comentarlos con otros-, deberíamos razonar así:
"y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en
cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez
y fiscal de mis hermanos?”. Eso se llama hipocresía, uno de los defectos que
más criticó Jesús.
Fr. Carlos
Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)