Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de
esto.
Es palabra del
Señor
REFLEXION
El evangelio nos presenta un momento determinante
de la vida de Jesús en que debe plantear a los suyos, a los que le han quedado,
las razones de su identidad para el seguimiento: ¿a dónde van? ¿a quién siguen?
El texto, pues, del evangelio, tiene cuatro momentos muy precisos: la intención
de Jesús y la confesión mesiánica de Pedro en nombre de los discípulos
(vv.27-30); el primer anuncio de la pasión (v. 31); el reproche de Jesús a
Pedro y a los discípulos por pretender un mesianismo que no entran en el
proyecto de Dios (vv.32-33), que Jesús asume hasta las últimas consecuencias, como
el mismo Siervo de Yahvé. Y, finalmente, los dichos sobre el seguimiento
(vv.34-37). Este es uno de los momentos estelares de la narración del evangelio
de Marcos. La crisis en Galilea se ha consumado y el seguimiento de Jesús se
revela abiertamente en sus radicalidades. Galilea ha sido un crisol… ahora
están a prueba los que le han quedado, cuyas carencias son manifiestas en este
confesión mesiánica. Por eso las palabras sobre el seguimiento de Jesús son
para toda la gente, no solamente para sus discípulos. Es el momento de comenzar
al camino a Jerusalén, con todo lo que ello significa para Jesús en su proyecto
del anuncio del Reino.
Pedro considera que confesarlo como Mesías
sería lo más acertado, pero el Jesús de Marcos no acepta un título que puede prestarse
a equívocos. El Mesías era esperado por todos los grupos, y todos creían que
sería el liberador político del pueblo. Jesús sabe que ni su camino ni sus
opciones son políticas, porque no es ahí donde están los fundamentos del Reino
de Dios que ha predicado. Por eso, para aclarar el asunto viene el primer
anuncio de la pasión; de esa manera dejaría claro que su mesianismo, al menos,
no sería como lo esperaban los judíos y, a la vez, sus discípulos debían
aprender a esperar otra cosa. Ya Jesús veía claro que su vida en Dios debía
pasar por la muerte. No porque Dios quisiera o deseara esa muerte. El Dios Abbá
no podía querer eso. Pero los hombres no dejarían otra alternativa a Jesús, en
nombre de su Dios.
El reproche de Jesús a Pedro, uno de los más
duros del evangelio, porque su mentalidad es como la de todos los hombres y no
como la voluntad de Dios, es bastante significativo. Jesús les enseña que su
papel mesiánico es dar la vida por los otros; perderla en la cruz. Eso es lo
que pide a los que le siguen, porque en este mundo, triunfar es una obsesión;
pero perder la vida para que los otros vivan solamente se aprende de Dios que
se entrega sin medida. El triunfo cristiano es saber entregarse a los demás. No
sabemos si Jesús pudo hablar directamente de cruz o estos dichos están un poco
retocados en razón de lo que ocurrió en Jerusalén con la muerte histórica de
Jesús siendo crucificado bajo Poncio Pilato, quien decidió esa clase de muerte.
Pero Jesús sí que contaba ya con la muerte, no veía otra salida.
Por eso, la cruz, en los dichos, es la misma vida. Nuestra propia vida, nuestra manera de sentir el amor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y la confianza en la verdad y en Dios como Padre. Eso es “una cruz” en este mundo de poder y de ignominia. La cruz no es un madero, aunque para los cristianos sea un signo muy sagrado. La cruz está en la vida: en amar frente a los que odian; en perdonar frente a la venganza. Esa es una cruz porque el mundo quiere que sea una cruz; no simplemente un madero. La cruz de nuestra vida, nuestra cruz (“tome su cruz”, dice el dicho de Jesús), sin pretender ser lo que no debemos; sin vanagloriarnos en nosotros mismos. La cruz es la vida para los que saben perder, para los que saben apostar. Por eso se puede hablar con sentido cristiano de “llevar nuestra cruz” y no debemos avergonzarnos de ello. No porque nuestro Dios quiera el sufrimiento… pero el sufrimiento de los que dan sentido a su vida frente al mundo, viene a ser el signo de identidad del verdadero seguimiento de Jesús.
Fray Miguel de Burgos Núñez