Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os compréis".
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora".
Es palabra de Dios
REFLEXION
La narración evangélica de Mateo, que nos presenta la liturgia hoy, pertenece al llamado discurso escatológico (24-25), en concreto, al capítulo 25 donde el autor a través de dos parábolas, las diez vírgenes (25,1-13) y los talentos (25, 14-30), y el relato del juicio final (25,31-46), expone el tema de la vigilancia y la responsabilidad.
La parábola que nos ocupa es una de las parábolas del Reino. En este caso es comparado con diez muchachas que salen a esperar al novio. De ellas cinco son necias y cinco, prudentes. Las primeras toman candiles, pero no llevan aceite, mientras que las segundas con gran juicio llevan ambas cosas. Lo que ocurre entre ambos grupos era previsible.
Un lector con mentalidad buenista enseguida hará un juicio sobre las jóvenes prudentes y dirá: ¡que egoístas, podrían haber compartido! Sin embargo, la parábola nos está interpelando sobre otra dimensión de nuestra vida. La responsabilidad y el cuidado de nuestra propia fe es personal e intransferible. La oración, la formación, las obras de misericordia que nos van transformando interiormente y nos van haciendo crecer, no podemos pasárselas a otro para que le conste en su curriculum.
Cada uno es responsable de su propio crecimiento en la fe. Esto no podemos delegarlo en nadie. En este sentido no podemos dormirnos, ni descuidar nuestro aceite. Hemos de estar en actitud permanente de alerta sin bajar la guardia, preparados, vigilantes, cuidando cada una de las dimensiones de nuestro ser humano creyente porque como cantaba Silvio Rodríguez “nos va la vida en ello”.
En actitud de discernimiento permanente hemos de preguntarnos: ¿Estoy pendiente de cuidar mi vida de fe con la oración, la escucha atenta a la Palabra, la participación activa en la comunidad, una formación que sea transformadora? ¿Anuncio con mi lámpara encendida que el Señor ya está presente entre nosotros? Santa Teresa Benedicta de la Cruz, filósofa y mística, patrona de Europa, cuya fiesta celebramos hoy, fue una de esas vírgenes prudentes.