El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Es palabra de Dios
REFLEXION
En el Evangelio de hoy, una vez más, Jesús habla del reino de los Cielos, o del reino de Dios. La cuestión es que nos deja como estábamos. Sí, se parece a un tesoro, o a una perla fina… Pero nos quedamos como estábamos… Es curioso como Jesús siempre utiliza parábolas para hablar del reino de Dios: una realidad presente y escondida, pero que una vez descubierta cambia profundamente la vida de la persona: lo vende todo, lo deja todo por el tesoro descubierto o la perla de gran valor.
La llegada o el descubrimiento del reino de Dios pide un cambio profundo. Por un lado se trata de dejarse transformar y, por otro, de una decisión personal para construir la vida tal y como la quiere Dios. Jesús nos propone un estilo de vida en consonancia con la voluntad de Dios: Es una conversión personal que no se queda en el individuo, sino que lleva a una nueva forma de vivir y comportarse en la familia, con los vecinos, en el trabajo, en la comunidad, en la sociedad.
Un cambio de actitudes que pueda llevar a todos a una vida más digna y segura. Una vida diferente, que no se paute por los rencores, enemistades, envidias, venganzas, humillación… Se trata de parecernos a Dios, de un comportamiento más fraterno y solidario cuyas consecuencias se expresan en las relaciones construidas en el día a día; y como efecto onda, se tendrían que expandir a todos los espacios de la sociedad.
Jesús nos presenta el reino de Dios como algo sencillo y, al mismo tiempo, fácil de reconocer por cualquier persona, incluso las más sencillas: quienes se deciden a entrar en la dinámica del reino de Dios, experimentan la Vida en abundancia. Por eso quien encuentra este tesoro, lo vende todo, pues la fuerza salvadora de Dios ya está actuando en medio de nosotros.