Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
Es palabra de Dios
REFLEXION
La voz profética siempre es un incordio, denuncia directa que acarrea casi siempre consecuencias nefastas para quien tiene la valentía de realizarla. Juan Bautista llegó a tener una gran autoridad ante sus oyentes y muchos se convertían. Enardeció a mucha gente con su predicación y su estilo personal. Como buen profeta, en su predicación no sólo hace análisis de una sociedad injusta, sino que sus denuncias también afectan a los gobernantes. Hay que ser muy libre para gritar la verdad cruda e hiriente al poderoso. No pudieron obligarlo a callar la verdad.
No se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas. La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el "martirio" de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea él quien Oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida.
Ese cargo de conciencia persigue a quien regaló una vida inocente para mantener el poder y la autoridad frente a sus súbditos. Herodes necesitaba tranquilizar su alma y desea que sea Juan quién vuelve, porque lo tenía como profeta. Pero su culpa no tiene sanación, prefirió sus intereses mundanos y eso será lo que le atormente a lo largo de toda su vida. Esas son las consecuencias crueles del pecado.
Demasiado Herodes en este mundo nuestro que ante la misma tesitura no duda en vender, negar, traicionar o incluso matar la dignidad del otro. Consciencias sin paz por quitarla en el corazón del prójimo. Necesitamos ganar el jubileo de Dios y jubilarnos en su providencia.