En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga.
Y se escandalizaban a causa de él.
Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
Es palabra de Dios
REFLEXION
Este fragmento del evangelio de Mateo nos relata la visita que Jesús hizo a su ciudad, donde se puso a enseñar en la sinagoga. La gente que le oía, se extrañaba y se admiraba de sus enseñanzas, pues lo habían conocido en su infancia y juventud, y su familia vivía entre ellos, por eso se preguntaban sobre la procedencia de su enseñanza y su sabiduría, y desconfiaban de Él, por eso Jesús aseveró: “Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”. Esta situación, por desgracia, se sigue manteniendo en nuestros días. ¡Cuánto cuesta reconocer la valía del prójimo, sobre todo si lo conoces de toda la vida! Qué difícil nos resulta admitir todo lo bueno de los demás, y más aun cuando el hacerlo puede dejar en evidencia nuestra ignorancia. Algo muy similar le ocurrió al Santo Cura de Ars; Juan Mª Vianney, persona de extracción muy humilde y de muy limitada formación, pues le costó mucho progresar en sus estudios, pero que desde que se tuvo que poner al frente de su parroquia en la aldea de Ars, con su ejemplo, humildad y, sobre todo, con sus sabios consejos y guía en el sacramento de la Reconciliación, sus feligreses vieron en él un inigualable Maestro Espiritual. También tuvo que soportar la incomprensión de algunos parroquianos y otros sacerdotes de la diócesis, llegando a desprestigiarlo, pero Dios estaba con él y gracias a su entrega y sabios consejos se convirtió en auténtico “Padre Espiritual” de gente de toda clase y condición, e incluso, de otros clérigos y magistrados de la Iglesia, y hoy es venerado como Patrón de los sacerdotes con cura de almas de toda la Iglesia Universal. ¿Somos personas de poca fe como los habitantes de Nazaret? ¿Valoramos los méritos de los demás o intentamos engordar sus posibles defectos? |