Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora»
Esta conocida parábola nos habla de la necesidad de estar siempre preparados para la venida del Señor. Y no pensemos en el último día, pensemos en el aquí y el ahora, porque Dios viene a nuestras vidas de muy diferentes maneras y debemos estar preparados para recibirle: en momentos de angustia, en momentos de alegría, en la necesidad de un hermano, en el trabajo cotidiano, en medio de nuestra gente... siempre debemos estar disponibles y preparados.
Igual que un examen difícil no se aprueba estudiando solamente el día anterior, sino con constancia, así nosotros debemos estar preparando nuestro encuentro con el Señor todos los días a base de oración y frecuentando los Sacramentos.
Jesús nos advierte que no tenemos nada ganado. Contamos con la misericordia del Padre pero nosotros debemos poner de nuestra parte y no relajarnos. Al igual que las doncellas prudentes llevan una provisión de aceite, porque no saben cuando llegará el Esposo y por lo tanto las lámparas se pueden apagar, nosotros debemos llevar las alforjas siempre llenas en nuestro caminar por la vida.
De poco nos puede servir salir corriendo en el último momento, puede que ya sea tarde. Por eso insisto mucho en la necesidad de leer las Escrituras de manera cotidiana, de rezar el Rosario de forma habitual, de practicar la Caridad con el prójimo, de acudir al Sagrario para encontrarnos con Cristo: ese es nuestro aceite, ese es el combustible que hará que nuestra lámpara no se apague.
Cuando llegue el Esposo, el Señor, que nos encuentre alegres y preparados para acompañarle hoy y siempre.