En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.
Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.
En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El final del capítulo 6 del evangelio de Marcos nos brinda una síntesis de la misión de Jesús. El maestro va al encuentro de las personas y desembarca en medio de su realidad. Con sus discípulos camina en medio del pueblo. Cuando dejamos que el Señor ponga en el centro a Dios miramos la realidad con ojos de misericordia. Por eso su presencia transforma la realidad. Una realidad, que muchas veces, necesita ser sanada, bendecida, cuidada, perdonada. Es la iniciativa de Jesús la que devuelve la dignidad a las personas.
Como los discípulos es importante que nos dejemos interpelar por esta pedagogía del Señor. Como decía Jesús Peláez: «Magnifica pedagogía que hace de los marginados el centro de su acción pastoral, que no distingue entre tiempo sagrado y profano, ni entre puro e impuro, ni entre judíos y paganos, librando al hombre de los males que le aquejan y que lo hunden en la marginación y en la muerte. Es el hombre que sufre enfermedades o adversidades -y no Dios- el centro de atención de este Jesús, que se compadece del pueblo porque "están como ovejas sin pastor", abandonados a su propia desgracia y marginación. Y en esto consiste no sólo una parcela accidental de su misión, sino el núcleo mismo de su acción evangelizadora.»
Que renovemos nuestro compromiso por compartir esta presencia salvadora y sanadora de Jesús que tanto necesita este tiempo actual en el que vivimos.