En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En este pasaje evangélico se percibe cómo el Señor ama, valora y defiende lo pequeño, lo frágil, lo que no cuenta, para anular lo que cuenta y lo identifica totalmente con el Reino de Dios.
La mirada de Jesús es muy distinta que la de los discípulos, que en muchas ocasiones también es la nuestra, los cuales creen que el Reino de Dios es sólo para la gente fuerte, madura, importante, adulta, sin embargo, llama la atención que nuestro Señor se enfada con ellos, por su brusquedad y su poco tacto y delicadeza, al no ver que la inocencia, la candidez, la transparencia, el dejarse querer y a la vez dar cariño auténtico, son las llaves para entrar y ser parte del Reino de Dios.
Los adultos hoy en día, la sociedad, e incluso la misma educación, están quitando la inocencia y el candor a los niños, que por naturaleza son inocentes, entonces, si se lo impedimos, ¿cómo podremos ser los adultos como ellos? ¿No será que tenemos que volver con sinceridad y sin doblez de corazón, nuestro pensar, ser y sentir a Jesucristo?
¿Cómo podemos ser parte de este Reino? Con la gracia de Dios, que va haciendo su obra en nuestras vidas y siendo dóciles y humildes a la acción santificadora del Espíritu Santo; experimentando el gozo de gustar y ver cuán bueno es el Señor, que es nuestro Camino, Verdad, Luz y Vida, teniendo la experiencia de un Dios Padre cercano, Amigo y familiar, que en Jesús somos sus hijos y hermanos entre nosotros. Que la luz de Cristo siga calentando, iluminando, guiando y dando sentido a nuestra vida y vocación.